Rojo es el silencio

(selección de poemas)

Saúl Ibargoyen

 

Una mariposa monarca para Itzel

l.
Las primeras mariposas pasan
por la sombra intocada
que derrama el aire.
Un pilar de piedras
de negror abandonado
sostiene un cauce de aguas
que el sol de las montañas devoró.
Ramas de tierra transparente
se revuelven y estallan
en trozos mínimos cansados
como un lejano fuego.
Sobre el móvil camino
los viajeros tocan
sus cambiados rostros
con dedos de piel que se quiebra.


2.

¿En qué punto central
de todas las tormentas
en qué víscera vacía
de las nubes del Norte
hubo un gesto
de vientres alargados ayuntándose?
(¿Qué restos de madres antiguas
qué residuos de padres resecos
quedaron ahí?)
¿En qué envés de una hoja
de envenenadas jugosidades
se asentó la oruga
de dientes sin término?
¿En qué huidizas fibras
de plástico o seda o cristal
dejó la crisálida
una casa hueca
para el quehacer del viento?
¿En qué átomo congelado
del tiempo
se apoyaron las seis patas oscuras
de aquella mariposa
enceguecida por las nuevas
tentaciones de la luz?
¿En qué momento de un cielo
sin ninguna palabra
aquel frágil animal
empezó el exilio circular
que así ahora alrededor
del polvoriento viajero continúa?


3.
Solamente el silencio
está aquí
posándose como un vibrante océano
en medio de los altos
bosques de este invierno.
Solamente las alas
viven y penetran
el mismo sitio de oxígeno
donde otras alas y otros nervios
desataron todos los incendios.
Solamente los abetos
fugándose hacia el rojo
las prímulas sutiles
las sabrosas azucenas
los helechos de raíz ensombrecida:
sólo sus húmedos olores
donde cada mariposa despliega
los labios agudísimos
que no cesan de beber.
Solamente una muchacha
parece estar aquí
sola en estas regiones
de antenas trituradas
y de impalpables cuerpos
que el polvo de los cerros maceró.
Solamente esta niña
que ahora camina dentro del regreso
viajera desde siempre
por los rumbos que terminan
y respiran en el mar.









Niño con perro

El niño y sus ojos que no pueden conocer
las líneas negras estrechando las furias
de sus primeros apelativos:
el niño que ya soltó
las espesas primicias de la mañana:
el niño que se pone en los labios primordiales
una botella blanca
del ron que vendrá:
ese niño camina entre las flores
agrisadas de las jacarandas
entre piernas de arañas fatigadas
entre sucios escarabajos sin aliento
entre suspiros de gusanos fracasados
entre regüeldos de flacas palomas
en copulación:
el niño tiene un perro
en medio de los ojos.
Un perro como una desaseada casa
de pelos cochambrosos
que un imperio de pulgas deshabita:
un perro que olvidó
su agrio desayuno del próximo día:
un perro que apartó el hocico
de las marcas de húmedas hembras:
un perro mirando oscuramente a ese niño
que tiene un perro distinto
en cada ojo.
Y así estos dos muy bichos tribales
separando sus pedazos tocados por el sol
estos dos tan bichos tan solos
caídos de sus patas
con sus babas amargas agrietándose
dos bestias solas
sin nada que decirse
clavadas en el polvo derrotado
de la mañana sin nadie.









La calle en septiembre

a Laura Etorena, in memoriam

 

Hasta el fondo de tu calle
de este oscuro septiembre llegan
chillidos de gorriones tardíos
puntos de polvo de inmedibles
torres despedazadas
y un silencio de incompleta primavera.
¿Qué pasos qué caminares
de qué pies casi extranjeros se mueven
debajo de tantas sustancias
que las jornadas humanas entremezclan?
¿Cuántas plumas se juntan
en cada día de un gorrión?
¿Cuántos volátiles ladrillos y cristales
se hinchan quebrando
la vertical pesadez del poderío?
¿Cuántos silencios se expanden
a través del jugo floral
que los astros provocan desde el fuego?
Nadie conoce el espesor de la propia sombra:
nadie sabe la cifra última
de su eléctrico orgasmo:
nadie entiende el tamaño cambiante
de sus latidos o lágrimas:
nadie es dueño o poseedor o propietario
de sus zapatos ni de sus eructos
ni de su cáncer ni de sus monedas
ni de su hijo visceral ni de su estiércol.
Al término de tu calle
como en una estación nocturna
palabras detenidas se acumulan
y malusados papeles y libros deshechos
y falsos pergaminos y cartones corroídos
y botellas de extraviada saliva
y manchas malolientes de perros decepcionados
y pútridos vestidos que el invierno consumió.
Y más adentro en lo inferior
de las pisadas foráneas
cada golpe del puro pie reclama
un poco de dolor para la antigua enemiga
un algo de aire ciego
para los ojos sin carne de la añeja adversaria.
Porque ésta es la calle de todos los viajes
de todos los encuentros
de toda tu piel que de pronto regresa.
Porque los pasos no estarán
ni los zapatos de fatigada extranjería
ni la ceniza con sus huesos incontables.
En tu calle que este tiempo
de septiembre oscurece
los gorriones muertos
hacen ya florecer
las plumas nuevas.








Elegía 2005

Ayer estuvimos
entre las muelas rojas de la araña.
Hoy besamos con ancianos labios
un fulgor de ceniza que antes fue
?¿cuándo aquí o dónde allá??
un cuerpo carnal respirando desde el hueso.
¿Por qué aceptar las ácidas espumas
que nos queman?
¿Por qué renunciar al tránsito sin fuego
de tu imagen?
¿Por qué sin que nadie diera aviso
apareces así en medio de un silencio
de derrumbadas sábanas?
Hoy estamos
en la panza de la araña.
Hoy es imposible soplar en tus pulmones
el nombre escondido
que no pudo alejarte de la muerte.
¿Para qué hubo una breve cama
flotando o volando o arrastrándose
en aquel oscuro verano
donde los soles más azules devoraban
el mínimo sudor de tu clítoris abierto?
¿Para qué estas radiaciones
de una súbita memoria enterrada
en rincones de fiebre y gelatina
en relojes castrados por un furor inútil?
Hoy seremos descargados en un entrevero
de funciones y excrementos
de espesuras orgánicas
de sales putrefactas
de espasmos ennegrecidos como aquellos
que violaron tu esternón
y comieron de tus vértebras.
¿Para qué estos despojos
estas partículas de denso dolor correteando
como la sed incansable de la contravida?
¿Para qué los cárnicos gestos del deseo
el único gemido enraizado
en las silentes médulas de tu lengua?
Hoy quedaremos simplemente afuera:
goterones de baba y de flemas descompuestas
agudas deposiciones y manchas retorcidas
agrios coágulos de sustancia indescifrable:
¿así será el reino que habitemos?
Habrá que esperar con paciencia sombría:
regresaremos a buscarte
en el vientre de todas las arañas.









Nocturno en el distrito federal

a Raúl Bravo


Había un cráneo de aire
entre las fibras de la noche
unos huesos negros
como harapos colgantes
unas médulas ateridas
fuera de su cauce
unas grietas abriéndose
como gritos de triste bacteria aplastada.
Había una nebulosa de pesada grisura
un escándalo de silencio y gelatina
una escama de dolores resecos
unos muslos en abandono
al pie de todas las estatuas
unos labios no esperados buscando
saliva de luz en la tiniebla.








Saúl Ibargoyen. (Montevideo, 1930) Poeta, novelista, cuentista, traductor, periodista cultural, editor, coordinador de talleres de poesía. Sin desprenderse de sus raíces, mexicano por elección desde 2001. Ha viajado por unos 30 países de América Latina, Europa y Asia, a más de Estados Unidos y Canadá, en cumplimiento de diversas actividades en congresos, foros y seminarios de literatura y festivales de poesía. Su obra ha sido traducida al inglés, ruso, francés, polaco, portugués, bielorruso, alemán, esloveno, árabe e italiano, además de incluida (poemas, cuentos, ensayos) en varias antologías y muestras de la literatura uruguaya, mexicana y latinoamericana. Por su libro El escriba de pie recibió el Premio Nacional de Poesía “Carlos Pellicer” 2002, obra publicada. Obtuvo el primer premio en los XXXIV Juegos Florales de San Juan del Río, 2004, por su libro inédito ¿Palabras? Entre su obra poética publicada se pueden mencionar: El pájaro en el pantano, 1954; Un lugar en la tierra, 1960; Viento del mundo, 1971; Patria perdida, 1973; El sonido del tiempo, 1981; An early voice that moves the pebbles, 1981; Erótica mía: escribiré en tu espalda, 1982; Basura y más poemas, 1991; Versos de poco amor, 1996; Poeta en México City, 1996; Dispersions, 2002; El escriba de pie, 2003; Entreversos, 2004, Poeta semiautomático, 2006; Rojo es el silencio. Poesía reciente,2007.

En el cautivo n. 22 (junio 2006) aparecen una entrevista al autor y poemas de su autoría.

fotografía home: México DF, 2008. maría antonieta flores

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