CELEBRACIÓN A IDA GRAMCKO (1924-1994)

A diez años de su muerte

Elizabeth Schön

Alfredo Silva Estrada

José Napoleón Oropeza

 

     La continuidad humana de Ida donde mejor se puede reconocer es en su obra. A partir del Umbral, el primer premio que recibió cuando tenía trece años, tú puedes ver su proceso de penetración en el lenguaje. No hay ruptura. Hay cambios, pero rupturas no las hay. Yo no lo creo en el poeta que te dice una cosa y después actúa de otra manera, ni creo tampoco que el poeta deba escoger un estilo, una escuela. Ida tenía esa actitud de buscar en su lenguaje una verdad suya. Ella en eso era intachable. En la obra de Ida encuentras desde lo femenino, hasta el tema de los cementerios judíos. “La forma singular es la infinita”, es la más grande definición de Ida Gramcko como poeta. “¿Existo? No. Vivo”. ¿Por qué te dice ella eso ? ¿ Y qué es el poema sino poner el tiempo como una permanencia?
     En los últimos años ocultó su ternura, pero yo también comprendo que se hizo dura porque era frágil. Esa fue su defensa para resistir al medio que la asediaba. Fue muy maltratada después de su enfermedad. Ella sí vivió una etapa de angustia muy fuerte de allí empezó a transformarse, pero sin dejar de ser Ida. Ida vivió su vida a su manera, pero la vivió. Esa falta de ética para juzgar a alguien fue lo que a ella la hirió. Eso hizo que muchos poetas se alejaran de ella, y lo que a mí me duele es que los seres humanos a veces seamos indiferentes ante los problemas de los otros. Porque yo no creo que ser poeta sea nada más que urgar dentro de sí.


Elizabeth Schön

 

 


     Si tuviera que ubicar la originalidad de Ida Gramcko -y ella ha sido original desde sus poemas precoces— diría que es la creadora de un nuevo barroco (sólo suyo) en la poesía latinoamericana:

     Barroco que tiene firme raigambre en el Siglo de Oro y atmósfera donde se transmuta el copioso material de nuestra geografía, -forma muy rigurosa que siempre ha rehuido todo paisajismo, todo recurso descriptivo, toda justificación anecdótica.
     Esta orfebre, esta artesano exuberante, este arquitecto del lenguaje, esta tejedora agilísima trenza y destrenza, entreteje conceptos, pensamientos, sentencias, definiciones primigenias, imágenes, metáforas, símbolos, integrando discursos insólitamente ritmados, construcciones únicas dentro del panorama de nuestra más alta poesía.
     Ritmo y plástica imbricados. El poder de lo visual es también excepcional en esta obra poética.
     (Un poema como CANTEJONDO, para dar nada más que un ejemplo sólo sería comparable a GUERNICA de Picasso —y ello, sin que medie ninguna semejanza).
     Y habría que señalar también la concisión en la riqueza, en la abundancia y en el zumo de la cornucopia: el Barroco no excluye, muy por lo contrario, necesita la síntesis para su catedral o su joya.
     La serie de poemas titulada EL MISMO YO, MAS CARACOL, muestra paradigmáticamente las huellas, las facetas imantadas, resultado del cincel de la síntesis en la forma barroca.
     A veces Ida nos da la impresión de que el torbellino de las palabras la arrastra, la domina en esa métrica embriaguez de consonancias, de asonancias, de aliteraciones, —rima y medida que se han tornado su segunda naturaleza, su respiración, su latido.
     Pero, en todo caso, el poema no deja de envolvernos en su triunfo, en su cadena de sorpresas, en su bloque de hechizo y lucidez, en su autenticidad rotunda, en su resplandor interior.
     La poesía de Ida Gramcko supone, fiel a su fundamentación conceptual, una violencia sobre la realidad, sobre las apariencias: irrupción abrupta, sacudimiento de lo real, ensanchamiento de mundos...

Alfredo Silva Estrada

 

     Ida Gramcko, nacida en 1924, estudiosa de la filosofía de Platón, pero también, de Soren Kierkegard y de Henri Bergson, de Nietzche y de Williams James, lecturas que proporcionarán a su espíritu fuego, color y estímulo en el trazo de un itinerario lleno de un tejido de metáforas yuxtapuestas, espejeante, que nos coloca frente a la primera experiencia alucinante en nuestra poesía, lo cual se observa no sólo en sus versos, sino en sus crónicas y ensayos profundos sobre las artes visuales, sobre la poesía, en sus piezas teatrales. Tal como sucede en algunos de sus versos, aborda, en la escritura dramática, el tema mítico. Permite entonces al lector el goce de un esplendor verbal nunca antes experimentado en nuestra poesía.
     La imagen se transforma, frente a nosotros, se hace, se deshace para dejamos, (…) la experiencia del goce del esplendor verbal. Pero, también, una experiencia mística, trasmitida en sensualidad frenética, no exenta de angustia y dolor.

José Napoleón Oropeza

 
 

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