UN
PASO MÁS: |
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María Antonieta Flores |
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Ida
Gramcko nació el 09 de Octubre de 1924 y falleció el 02
de Mayo de 1994. Se cumplen diez años de su muerte, diez años
lentos para el olvido. Paulatinamente, se podría afirmar que se
ha ido despertado un nuevo interés en su obra, interés truncado
por la falta de ediciones recientes que ponga otra vez su encendido verbo
en manos de los nuevos y de los ya viejos lectores.
Su obra poética, teatral y ensayística constituye un monumento al lenguaje poético, a la metáfora, a la pasión por la palabra. Premio Nacional de Literatura en 1977, obtuvo previamente el Premio "José Rafael Pocaterra" en Poesía (1961), el Premio Municipal de Poesía (1962) y el Premio Municipal de Poesía (1972). En 1942 publica su primer poemario Umbral. Este año se cumplen no sólo diez años de su muerte sino 60 años de haberse publicado Cámara de cristal (1944) y 40 años de Poemas de una psicótica (1964), obra única y singular en el panorama de nuestra poesía. Otros de sus poemarios que merecen mencionarse son La vara mágica (1948), Poemas (1952) su más celebrada obra, Salmos (1968), Sonetos del origen (1972). Su último poemario publicado fue Treno (1993). Cada poema que brotó de Ida Gramcko testimonia una vivencia poética trascendente, urdidora y reveladora de otras realidades, testimonio de un ascenso inacabable, dinámico y terrible en su exigencia. Escribió en sus Sonetos del Origen: "¿Tanto se puede ser raíz? ¿No abruma / originar sin tregua?..." Versos como éstos sólo se pueden escribir desde el anodadamiento que se experimenta frente a la oscura luminosidad del acto creador, frente a su misterio. Y, ¿qué es lo que dejó la poeta en su palabra? ¿Cuál es el secreto del poema gramckiano?
La lectura sólo permite vislumbrar, asir por un instante lo inasible. No deja de interrogarme ese poema único en su multiplicidad, poema que se inscribió lentamente en la vida de Ida. Y, en la distancia más la comprendo, más me la encuentro. En el poema queda el poeta, allí, desnudo y revelado para que uno se pregunte por la vida habitada por el poema, por la imperiosa y necesaria exigencia de escribir, por la orden secreta de hacer el poema una y otra vez.
Toda vivencia poética toca el límite de lo incomunicable por ser única en la sangre de quien la experimenta, por sobrepasar toda palabra: lo poético está más allá de las palabras y de la vida. Y desde esa incomunicabilidad, desde la ajenitud que se nos impone, no deja de rozar la vivencia que de lo poético hizo carne y tejido en Ida Gramcko. Dífícil tejido el de su palabra, fascinante en su misterio, rotundamente revelador cuando nos atrapa. El poeta teje, teje en espera del regreso, teje y desteje su palabra, teje hasta que sus dedos sangran, hasta que muere, hasta que él mismo se hace palabra. Y así fue. Ida Gramcko, en la plenitud, se hizo definitiva palabra en la permanencia del poema. |