De todo lo que
he hecho, de todo lo que he perdido,
de todo lo que he ganado sobresaltadamente,
en hierro amargo, en hojas, puedo ofrecer un poco.
Un sabor asustado,
un río que las plumas
de las quemantes águilas van cubriendo, un sulfúrico
retroceso de pétalos.
No me perdona ya la sal entera
ni el pan continuo, ni la pequeña iglesia devorada
por la lluvia marina, ni el carbón mordido
por la espuma secreta.
He buscado y hallado,
pesadamente,
bajo la tierra, entre los cuerpos temibles,
como un diente de pálida madera
llegando y yendo bajo el ácido duro,
junto a los materiales
de la agonía, entre luna y cuchillos,
muriendo de nocturno.
Ahora en medio
de la velocidad desestimada, al lado
de los muros sin hilos,
en el fondo cortado por los términos,
aquí estoy con aquello que pierde estrellas,
vegetalmente, solo.
De Tercera Residencia, 1947
SUMARIO
Estoy contento
con tantos deberes
que me impuse, en mi vida
se amasaron extraños materiales:
tiernos fantasmas que me despeinaban,
categóricas manos minerales,
un viento sin razón que me agitaba,
la espina de unos besos lacerantes, la dura realidad
de mis hermanos,
mi deber imperioso de vigía,
mi inclinación a ser sólo yo mismo
en la debilidad de mis placeres,
por eso –agua en la piedra– fue mi vida
cantando entre la dicha y la dureza.
De Plenos poderes, 1962