Ráfagas del establo
ráfagas del tumulto y del no saber
¿Dónde el centro perfecto
del escalón que eleva?
¿Dónde el punto invisible, posesivo
que recoge y no suelta?
El abismo nos recibe
y hacia adentro vamos
sin romper su oscuridad
de ave agorera, destinataria
Y en qué lugar nos deja
¿sobre el terraplén de la primaria sangre oficiosa?
A lo lejos
en lo más alto de los picachos y las ciudades
un canto, un liderazgo
una ladera, van hacia algo
o hacia un todo fin
de una directriz constante
firme en el tiempo
Es cuando las hierbas se reducen
y la tierra se apelmaza en ave-lava de austeridad
El pie está, se dobla y tiembla
reconoce donde el piso se precipita
o desaparece
<>
Una cruz llama
y el estallido asoma
entre el aire estable de las aldeas
El corazón entonces
entra en la palabra tuya
que aguarda
la encarnada trinitaria del primero y último sueño
<>
Nunca detenemos la nube, la fragancia, las hojas
Únicamente el caos dirige ignorando
dónde colgar los múltiples puntos
que lleva consigo
y que no son
fieras, ruanas, hombres
lanzando el hacha
para aumentar el ímpetu de lo voraz
El alma mantiene los lados del rostro
el ángulo del cuerpo
El caos no defiende el albergue
tiene la libertad de seguir, perderse
El alma está en su círculo
aún
mucho más allá de la sed del poderoso preparado
para extirpar la menor larva de la tierra
<>
Llega el instante de tocar la piedra, el horizonte
y preguntarnos
¿qué es el vacío?
Es cuando escuchamos el escurridizo chasquido de las
espumas
sin más insinuación
que el ritmo del trueno al desaparecer
quedando en el alma
la forma silenciosa de lo entrañable, inseparable
No se miran puntos oblicuos ni lejanos
menos están las elegías privilegiadas de la errancia
En seguida, se abrocha la tarde
y entra la negrura
de oscuro trueque templado
¿Dónde está el vacío?
¿bajo la piel, el trono, el amor?
Regresa de inmediato la innata lisura honda, callada
donde el corazón con sus bordes y fronteras
vislumbra el apoyo intocable
de lo congénito, total
Elizabeth Schön. (Caracas, 1921)
Voz mayor de la poesía venezolana, obtuvo el Premio Nacional
de Literatura.
Es también dramaturga y ensayista.
Ráfagas del establo. Caracas:
Editorial Diosa Blanca, 2002.
nota: aunque el pie de imprenta es
de 2002, el libro fue editado en 2004 y presentado en Caracas el pasado
mes de octubre.