Releer, diez años después, las palabras que el poeta escribió para la segunda edición de Algunas palabras revela de manera más contundente su fidelidad al camino que le ha impuesto la poesía. |
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Eugenio Montejo |
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Hace 19 años, en junio de 1976, apareció la primera edición de este libro bajo el noble sello de Monte Avila Editores. Más que de un libro propiamente, se trata de una colección de poemas, la tercera por mí publicada. Cruzaba entonces el arco solar, tan estremecedor, de la media vida. Dos décadas más tarde, me acerco ahora a sus páginas para revisar la presente reedición del poemario. En estos poemas puedo identificar con nitidez parte de mi existencia, por más que el tiempo haya corrido y yo sea ahora filialmente otro. Al releerlos siento que el tono que los unifica, su íntimo acento, resulta más natural que el de mis poemas precedentes. No me refiero a logros, claro está, sino a la ansiada correspondencia de nuestra voz con el tiempo y lugar en que vivimos. Visto así, Algunas palabras es un poemario que señala camino a otros que he podido escribir después. Cualesquiera sean los logros y fallas que lo conforman, creo que sus versos dependen menos de los efectos que del sentimiento de acercarnos a nuestra verdad, o a lo que por ella uno se represente. No albergan sus páginas demasiadas rupturas formales ni tampoco reiteran adrede los consagrados modos de la antigua retórica. Me proponía entonces tomar distancia por igual de los experimentalismos vanguardistas que saturaron la primera mitad de nuestro siglo, como de una deliberada reivindicación clasicista, sin ningún fundamento en nuestros días. Buscaba apenas algunas palabras en las que pudiese reconocerme, en las que me sintiera próximo del habla de nuestras gentes y de nuestro paisaje. Las ocasionales referencias a otras culturas, a otras geografías que figuran en el libro, se insertan en la misma búsqueda y de algún modo la complementan. Si no las rehuí expresamente fue porque no me guiaba una preocupación de talante localista. Trataba entonces, y estos poemas creo que en conjunto así lo reflejan, de llevar las palabras por mi propio camino, a sabiendas de que ese camino se comenzaba a hacer con ellas mismas. Con todo, no quisiera singularizar demasiado este poemario, pues siempre he creído que el trabajo cumplido a lo largo de los años forma una continuidad indisoluble, que sólo se aprecia cabalmente cuando se confrontan los poemas posteriores de un autor con los que antes hubiere publicado. No era un buen año para publicar poesía entre nosotros aquel distraído 1976, tan ofuscado por el espejismo de la súbita bonanza económica. El título puesto a esta obra, además, tal vez resultaba demasiado sobrio, poco resaltante para el gusto del momento. Salvo un par de recensiones, su publicación pasó aquí casi inadvertida. Más suerte tuvo fuera. En México la revista Vuelta, que andaba en sus iniciales números, seleccionó del recién impreso volumen dos poemas, «Los árboles» y «Pueblo en el polvo», y los reprodujo en una sección que llevaba por título Keepsakc. Fue aquel un guiño generoso y fraterno, tanto más estimable cuanto que provenía de la lúcida publicación dirigida por Octavio Paz, un guiño capaz de alentarme con la misma secreta voz que el primero de estos poemas atribuye a la arboleda.
Tomado de: Montejo, Eugenio. Algunas palabras. Maracay: La liebre libre, 1995. |