70 años de presencia eterna: 24 de junio de 1935 al 24 de junio de 2005

Carlos Gardel

 

 

María Antonieta Flores

 

Epífitas

CARLOS GARDEL

María Antonieta Flores

 

Nuestro, está en nosotros.

Y, ciertamente, canta mejor que nunca.

Su voz y su presencia encarnan un amasijo de sentimientos e ideas, no sólo propias del latinoamericano sino del hombre de este siglo.

Fracasado, solitario, de regreso y sin regresos. La copa bebida hasta el final.

Triunfador y jugador. El mano a mano, la dignidad.

Viril, en el llanto reconoce el fracaso, la pérdida es ganancia de dignidad. La fatalidad obliga a seguir y a reconocerse únicamente en la carencia: "Si arrastré por este mundo la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser". Dejar de ser. Ir disolviéndose en el tiempo. A merced de la destrucción que poco a poco socava, sin impedir que la vida se cumpla en toda su magnificencia y en toda su terribilidad.

Uno de los primeros mitos del siglo XX.

Cada canción fue reescrita en su voz para darle sentido y permanencia, para que sus historias y sus temas pudieran regresar a la materia informe de los sueños y las angustias. Y de allí, tomarnos.

Su voz es la forma, el cuenco que contiene y recoge el sentir colectivo. Íntima y expuesta, puede decir: "ahora triste en la pendiente, solitario y ya vencido, yo me quiero confesar".

Pero, hay más razones que las grabaciones y las películas, para que se haya constituido en mito. "Pero nadie comprendía que si todo yo lo daba en cada vuelta dejaba pedazos de corazón". La entrega a la fama, la amistad y la fiesta con su contraparte de soledad, aquella sonrisa, su sonrisa que complementa el canto trágico: "Ahora, cuesta abajo en mi rodada las ilusiones pasadas yo no las puedo arrancar".

Y el cigarrillo que ritualmente se mantiene prendido allá en La Chacarita: melancólico fuego vital, símbolo de fuerza, poder, seducción y desencanto.
En su vida se cumplen con gran fuerza los rastros de los antiguos mitos y esto coloca ante lo inexplicable. Héroe herido por la mortalidad, el fuego lo transforma en inmortal. Desde sus orígenes tintados de misterio e ilegitimidad, pasando por sus inicios, su viaje a Europa, prueba donde demuestra su valor bajo el ambiguo juego del getleman y el compadrito, hasta su regreso nunca completo, pues andariego no se detiene en un sitio fijo. Sólo atado a una mujer -la madre- con una novia casi desconocida, abre el espacio de su leyenda negra donde la homosexualidad se enfrenta a la imagen de Don Juan y amante heterosexual apetecible e insaciable, de su leyenda dorada. Pero, ciertamente, solo y errante. De todos y de nadie. Inasible.
Héroe cuyo regreso se cumple definitivo en la muerte y bajo las condiciones de fuego, juventud, pleno triunfo, para cristalizarse eterno y errar todavía vivo en los espacios imaginarios de la esperanza y el deseo.

Porque Gardel es sobre todo la encarnación del deseo, inacabable y siempre insatisfecho.


Y, es la materialización de quien con ligereza desenvuelta y distinción sobrelleva la tragedia y el dolor del existir.

Rendirse a la posibilidad de ser depositario de fuertes imágenes arquetipales, incluso opuestas, hace que su voz y su presencia impregne todavía los aires de este fin de siglo. Ser tanto el ideal del amante galante como la figura del derrotado existencial en movimiento hermético, mercurial, es lo que le ha dado mayor pemanencia y pertenencia.

Y escuchándolo, "Bajo el ala del sombrero cuántas veces empozada una lágrima asomada yo no pude contener" sólo queda decir que no hubo ni hay una voz, de las muchas con las que fui creciendo, que me comprendiera y me sostuviera más.

 

imagen: Hermenegildo Sabat. Tomada del catálogo de la exposición: Pinturas de la serie "Gardel" de Hermenegildo Sabat. 15 de octubre al 04 de noviembre de 1987. Sala "Convergences" de la Alianza Francesa. Caracas.


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