Poeta invitado a la XII Semana Internacional de la Poesía de Caracas

 

Método fácil y rápido para ser poeta

(Cuatro fragmentos)

 

Jaime Jaramillo Escobar

 

DIGNIDAD DEL POETA

El arte es amoral por definición, pero hay un arte moral de exaltación, destinado a educar; así como hay otro arte inmoral, o contra–moral, y estos conceptos son relativos dentro de la ética y la estética. Por lo general, la obra es reflejo del artista, quien a lo largo de su vida puede sufrir cambios contrapuestos. El artista a su vez refleja su época, y el lector mira todo desde la suya, de modo que el concepto de dignidad a que nos referiremos aquí no tiene nada qué ver con la moral. Son términos distintos.

Hay también códigos religiosos y políticos para regir y salvaguardar las sociedades, y algunos artistas se sitúan dentro de ellos, pero otros no, y éstos últimos consideran que las normas impuestas afectan todo lo que se tiene por dignidad del ser humano: su inteligencia, su razón, su voluntad y su libertad individual, para expresarlo sucintamente. Todos los problemas que apuntan a la conducta se entremezclan para que la gente se enrede y no pueda dar paso, pues la parálisis social conviene siempre a alguien. Por eso algunos artistas deciden rupturas en busca de independencia para su creación, de la cual se espera que abrirá caminos para otros.

De modo que la dignidad de que se trata en este capítulo no es de tipo social sino individual, y se impone desde el individuo hacia la comunidad. Es, por tanto, una dignidad de orden espiritual, no convencional.

Lo que se juzga en el artista es su obra, y ésta en relación con lo humano. Así que todo tiene cabida en el arte, y cuando hay censuras no se aplican a la obra en sí, sino que la censura es para el pueblo, para que no esté al alcance de todos lo que se reservan unos pocos, porque para esos pocos es que fue hecho el mundo, y los demás son espectadores, algo incómodos.

Existen tres criterios, que se aplican a casos distintos: el primero, en la parte subdesarrollada del mundo, niega todo concepto de dignidad. ¿Cuál dignidad?, se pregunta, y concluye que no existe nada que responda a esa idea elitista y excluyente del pasado. El segundo propone que el artista es responsable ante la comunidad, puesto que pretende influir en ella, y que su persona y su obra deben ser consecuentes con el propósito de una sociedad ordenada y en paz. Según el tercero, el artista se expresa a sí mismo sin ninguna otra consideración, gústele al que le gustare y pase lo que pase, porque él está en su negocio. Se trata del individualismo egoísta, elevado a norma general. De los últimos dos criterios han quedado obras notables. Del primero, todavía no.

La palabra dignidad hace reír a los que no la tienen y se niegan a considerarla aun como posibilidad. Sin embargo todos los pueblos la sustentan en el entendimiento de un origen divino. Dignidad es tener conciencia del propio valor como ser civilizado y culto, y que esa condición sea respetable y respetada. Si se repasa la obra de Gonzalo Arango se verá que insistió mucho en esa idea de dignidad humana –hombre libre entre hombres libres– que él veía amenazada.

Los poetas mismos (como el emperador del Japón) abdicaron de su divinidad. Pero la divinidad es irrenunciable. El que abdica se convierte en el único despojado, ya que la categoría divina sigue presente en todos los demás. Sólo el que renuncia a la investidura divina se convierte en cerdo. Pero no se asusten: el cerdo también es divino (con salsa dulce).

El poeta y el sacerdote son los llamados a luchar por la dignidad humana, que otros hombres pisotean, porque el poema y la oración tienen el mismo origen: ambos son plegaria.

En la contradicción de las ideas políticas el concepto de dignidad aparece confuso y calculado para confundir. Si el poeta se deja confundir, portará como los demás una antorcha apagada. De muchas cosas está hecha la dignidad, y una de ellas es de Verdad. Pero no sabemos qué es la Verdad, porque cuando al fin la encontramos resulta que está desnuda, y por estar desnuda no podemos mirarla.

Sólo el que defienda la dignidad de ser poeta podrá escribir buenos versos. Mirar el mundo desde lo alto para poder tener una visión de conjunto. “No basta con saber escribir buenos poemas –advierte Evtushenko–; es necesario también ser capaz de defenderlos”.

Se dice por estas latitudes que todos los hombres son iguales en la indignidad, que no existe ni ha existido nunca en el ser humano algo que pueda nombrarse con el término dignidad, y que esa palabra no es más que una herencia burguesa, de procedencia aristocrática, falsa y carente de significación. Me temo que ese es el argumento de aquellos que intentan rebajar al hombre para convertirlo en carne de cañón, siervo y esclavo por igual.

El que en su condición de hombre empieza por despreciarse, no se merece, y mucho menos podrá enseñar a otros superación y espiritualidad. Porque aquél que no se cree digno de sí envilece a toda la humanidad.

Durante mucho tiempo el poeta se ha escondido, aunque sea detrás de un seudónimo, o con una careta de funcionario. Cada profesional pone en la puerta su letrero, pero el poeta no sabe qué poner, ni qué decir. Que los poetas no sean modestos, ni tímidos, ni fáciles, ni sencillos.

Hay, pues, un concepto que llamamos dignidad, el cual nos impulsa a la superación. Sin él nos hundimos en la indignidad. El concepto de dignidad del ser humano se ha borrado por completo en Colombia para esta época. Si algo hay qué rescatar, eso sería lo fundamental. Es el poeta, como visionario, el llamado a ese empeño, si es que ser poeta tiene algún sentido y puede alcanzar algún mérito.


NOTAS

1. Todo gran poeta tiene su mundo aparte. FEDERICO GARCÍA LORCA
2. (Jesús)... se codeó con rameras y con poetas, y hasta con gente peor. JORGE LUIS BORGES (Historia Universal de la Infamia)
3. Los poetas son desconocidos por los que caminan a su ruina. RAFAEL ALBERTI
4. El poeta está hasta la coronilla. FELIX DE ATHAYDE
5. Antes denuncia nuestras miserias el poeta que el moralista. LEÓN FELIPE
6. Habéis olvidado lo que el poeta muerto dijo. VIRGINIA WOOLF
7. Cantamos para darnos valor en la oscuridad. JEAN COCTEAU
8. La sociedad perdona con frecuencia al criminal, pero no perdona nunca al soñador. OSCAR WILDE
9. El Mariscal sabía que un poeta, o un profeta, podían ser peligrosos como un ejército. Y había resuelto que el poeta muriera. Era su único tributo a la poesía, y era sincero. G. K. CHESTERTON
10. Podemos confiar en nuestros científicos para que nos ayuden a encontrar el camino a través de la distancia cercana; pero, para el más largo trecho del futuro habremos de depender de los poetas. Tendremos que aprender a interrogarlos más estrechamente y a escucharlos con más cuidado. Un poeta es, después de todo, una especie de científico, pero dedicado a una ciencia cualitativa, en la que nada es mensurable. LEWIS THOMAS




OCIO Y POESÍA

Aunque existen poetas escritores, el escritor y el poeta son dos seres distintos. Un escritor es una mula. Por eso puede ponerse a determinada hora frente a una hoja de papel, como una mula con su forraje. Pero el poeta es un ángel. No indico si bueno o malo. El problema de las categorías es otro asunto.

Cuando ejerzo de escritor soy mula, con todas las consecuencias, puesto que el escritor escribe por encargo, por compromiso, por negocio, etc. Es como si un demonio me agarrara y me dijera: tienes que hacer esto. (Investigar, analizar, concluir, redactar). Sólo con el tiempo libre brotan las alas del poeta –en verso o en prosa– en la contemplación y el éxtasis. Pero son alas tenues y se rompen al contacto de la más mínima carga. Le pones una carga al poeta: lo aplastas. La mula del escritor resiste. Por lo tanto es mejor ser escritor. Pero es más bella la poesía.

El primer manifiesto nadaísta fue contra el trabajo. Porque se trataba de un manifiesto redactado por poetas. Si tienes que trabajar todo el día y toda la semana y todo el año, la poesía huirá de ti porque no la mereces. Te has convertido en esclavo. Es de la esencia de la poesía ser libre. Y por eso resulta escasa. Ya no existe libertad en el mundo. Será un reducto en los poetas. A ellos les corresponde mantener la llama. Por si acaso algún lejano día...

Ovidio (nos dice la historia) nunca deseó ser nada más que un poeta y vivió hasta los cincuenta años como un caballero ocioso. Anacreonte llegó hasta los ochenta y cinco años cantando y bailando. Simónides de Ceos hizo su profesión de la composición de poesías. El poeta que llega a cumplir horario de trabajo deja en el vestier, junto con el sombrero, su condición de poeta. Y es que el poeta tiene que pensar, y no se puede pensar en una fábrica. Las fábricas son para hacer. No para pensar. La gente que puede vivir sin pensar encuentra su acomodo en una fábrica. Pero el hombre que está vivo y despierto y que piensa es un hombre en su esplendor y por respeto a sí mismo y a su esplendor debe limitarse a brillar. Como hoy en día se corta todo lo que sobresale, los poetas se convierten en enanas blancas y brillan hacia su interior. O se convierten en agujeros negros para no ser vistos.

El poeta que trabaja va dejando poco a poco de ser poeta y se convierte en trabajador. Pierde la sensibilidad, la sutileza, la percepción; pierde todas sus cualidades y atributos uno tras otro y queda convertido en miembro social. Alguien se permitirá ponerle la mano en el hombro, o le dará palmaditas en la espalda. Ah, que no llegue ese día para el poeta, porque ese es el día de su muerte. Aunque el entierro se demore, andará el resto de su vida convertido en sarcófago de sí mismo, de su propio muerto que es.


NOTAS

1. Los griegos consideraron el ocio como la más noble actividad y la primera condición de todo progreso intelectual y cultural. INDRO NONTANELLI
2. El día es más importante que uno. A veces, podemos apreciarlo. MARK van DOREN
3. ¿Acaso fue creado el hombre para trabajar? ¿No es, por ventura, el hombre, el rey de la creación? FERNANDO GONZÁLEZ
4. El hecho de que no sepamos qué hacer no significa que no tengamos nada qué hacer. CARLO COCCIOLI
5. Es un viejo principio de “técnico” el hacer creer que trabajo es igual a vida, y con esa lógica han engañado largo tiempo. JEAN-FRANCOIS STEINER (Treblinka)
6. En una sociedad que se desarrolle armoniosamente, el trabajo está llamado a desaparecer. BERNARD THOMAS (Planeta)
7. El mucho trabajar carece de objeto. Los doctos y los ignorantes lo saben. WALT WHITMAN
8. El trabajo es el refugio de la gente que no tiene absolutamente nada qué hacer. OSCAR WILDE
9. Trabaja como si el trabajo sirviera para algo. (Dice Krisna a Arjuna)
10. El trabajo no es culpa de un edén ya perdido / sino el único medio de llegarlo a gozar. JOSÉ SANTOS CHOCANO
11. Entre todas las diversiones, el trabajo es la que menos cansa. (Paradoja hippie)
12. Cambiar las cosas de lugar es el trabajo del hombre. ALBERT CAMUS




RELIGIÓN Y MISTICISMO

Todas las religiones han producido textos literarios de la mayor belleza, a causa de la espiritualidad; pero la espiritualidad también se da sin religión (hay pueblos espirituales por naturaleza) y el misticismo no limita a definiciones previas la idea de Dios. Hay también grados en lo místico, y lo religioso es una categoría diferente, de orden comunitario y ritual. Lo místico se aparta de lo religioso en la contemplación solitaria. Lo religioso es de orden práctico. Lo místico es sublime.

Cuando dos religiones guerrean entre sí, no lo hacen por la idea de Dios, que les es común, sino que lo hacen por territorios e intereses de poder económico (las religiones son poderes terrenales) y ponen a su respectivo Dios por testigo de su hazaña. Dios no necesita ser defendido. Además, si Dios tiene que defenderse de algo, será únicamente de los hombres. Dios es el mayor invento humano. Nos peleamos por él, como por cualquier otra cosa que hayamos inventado.

En los verdaderos poetas (sin excluir a los llamados malditos) hay siempre un fondo místico de compenetración con la Naturaleza, que puede expresarse como admiración del Universo ante su magnitud y belleza. Anonadados por su origen desconocido, le adoramos y le llamamos Dios. Adorar significa reconocer y respetar, y ensalzar en nuestro entendimiento. Si la vida son los ojos con que el Universo se observa a sí mismo, puede decirse que somos ojos de Dios y por lo tanto nuestra misión es contemplativa. Lo guerrero es un instinto primitivo, ojos que luchan contra ojos. La evolución supera ese instinto, impreso en nuestro primer cerebro reptílico, y crea la comunidad de ojos “para alabar y glorificar al Señor”, de acuerdo con el lenguaje figurado con el cual se expresa una idea, bella en su formulación poética, pero generalmente mal entendida en los niveles inferiores de la cultura.

Los pueblos guerreros utilizan las insignias religiosas como emblemas de batalla, porque carecen de espiritualidad, condición ésta última que se hermana con la paz. La poesía de combate es útil como arma psicológica en un momento dado. Pasada la contienda, esa poesía desaparece entre los desechos de la guerra. La verdadera poesía es de carácter espiritual. Si la Divinidad es terrible, no hay otra cosa con qué aplacarla. Todo esto dicho de modo figurado, que es el lenguaje de la poesía. El poeta, como iniciado, adquiere una dignidad especial, interior y de orden moral, necesaria para preservar sus potencias. Decir poeta místico resulta redundante. Todo gran poeta lo es.

No se confunda misticismo con beatitud. El beato adora y su posición es humilde. El místico ama, y el que ama está inflamado y orgulloso de amar. El beato se conforma; el místico exige.

Lo místico no es crístico. Es unción universal. No se adscribe a una religión; es idea. El místico está más cerca de la filosofía y de la ciencia que de la religión organizada. Es religioso sin Dios. El místico es ateo. Ateo, como Dios.

Si los poetas no están capacitados para considerar la idea de Dios, entonces tal idea no se podría exponer. Dios aparece por primera vez en la poesía. Fueron los poetas los creadores de la idea de Dios. Después se la apropiaron sacerdotes, filósofos y líderes. El poeta es teólogo por esencia y por definición. Si quiero hablar de Dios no busco a un teólogo; busco a un poeta. Los teólogos tienen a Dios por oficio y profesión. Pero Dios nunca habla con los teólogos, porque les tiene miedo. Dios sólo habla con los poetas. Hablaba con Francisco, pero no con el Papa. Dios siempre se ha negado a hablar con el Papa.


NOTAS

1. El que tiene a Dios por dentro / arde pero no se quema. SALVO RUIZ
2. Una religión que muere como verdad, sigue viviendo aun por mucho tiempo como sentimiento. FERNANDO GONZÁLEZ
3. La divinidad es la proyección de nuestro ideal al infinito. WILHELM STEKEL
4. No has visto a Dios porque te lo imaginabas de otro modo. ANDRÉ GIDE
5. Todo lo que se dice de Dios es falso respecto de El en un sentido literal. El lenguaje simbólico respecto de Dios es la única manera verdadera de hablar de Dios. PAUL TILLICH
6. La más subida alabanza de Dios está en la negación del ateo, que encuentra la Creación bastante perfecta para pasarse sin creador. MARCEL PROUST
7. La ortodoxia católica abre manga ancha a cada individuo para que conforme su idea de Dios. EDUARDO MENDOZA VARELA
8. Numenio de Apamea creyó que había tres dioses: un dios superior independiente de la materia, uno intermedio y uno inferior que es el Universo. LUIGI PARETI
9. Según la doctrina sufí, es Dios mismo quien invoca, Dios mismo quien es invocado (se invoca a Sí Mismo) y Dios mismo quien es la invocación. El misterio de la salvación consiste en que este acto divino debe pasar a través del hombre. WILLIAM STODDART (El Sufismo)
10. Vi a mi Señor con el ojo del corazón. Le dije: ¿Quién eres Tú? Me respondió: Tú. MANSUR AL-HALLAY
11. El conocimiento de Dios no podrá obtenerse mediante su búsqueda, pero sólo quienes lo buscan lo encuentran. ABU YAZID AL-BISTAMI
12. En este extraño laberinto que es la vida misma, contemplándola –en lo posible– en su dimensión universal, el único que permanece ausente es Dios; a menos que identifiquemos la divinidad con la totalidad viviente de lo que es. ANDRÉS HOLGUÍN (La pregunta por el hombre)




ACLARACIÓN SOBRE “LITERATURA URBANA”

No ha existido nunca otra literatura que la urbana. La literatura es urbana por definición.

De algo que pueda considerarse como literatura oímos hablar por primera vez en la Edad del Bronce, y no hay que olvidar que la escritura no se inventó para escribir, sino simplemente para satisfacer las demandas prácticas de los negocios y de la religión. En modo alguno como medio para la literatura, salvo en China.

La biblioteca más antigua que ha llegado hasta nosotros, la de Asurbanipal en Nínive, estaba compuesta de tabletas, las cuales se alineaban en estantes, exactamente igual a nuestras colecciones de libros y vídeos. Como estaban escritas en cuneiforme, mostraban cierto parecido con una cinta grabada vista al microscopio. Muchas de aquellas tabletas tenían ya en aquel tiempo hasta dos mil años de antigüedad.

El texto más remoto que se conoce corresponde a un personaje familiar: el antediluviano Lamec, hijo de Matusalén y padre de Uta-Napishtim, el famoso Noé de la Biblia. Lamec es el primer poeta de que se tenga noticia. Existe un fragmento de un poema suyo, sumamente interesante por su antigüedad, por su autenticidad y por su declaración:



Escuchad mi voz, vosotras, mujeres de Lamec,
escuchad mis palabras;
porque he matado a un hombre por mi herida,
a un joven por mi daño.



Las villas mesopotámicas eran muy distintas del concepto egipcio para una capital, pero aún así no fue sino hasta que un grupo humano se hubo reunido en conglomerado, con características urbanas, cuando se inició lo que pasado cierto tiempo podría considerarse como literatura de ese pueblo.


Los primeros poemas verdaderamente importantes, en Babilonia y en Egipto, son poemas al dios Sol y al río Nilo, en cuyas aguas el sol se refleja, como una barca de oro.

Pero la literatura que se inicia en las nuevas ciudades no trata el tema de la ciudad, sino el tema de los campos. Los hombres permanecen ligados a la Naturaleza y a los primeros dioses naturales, de ellos dependen en el abrigo de sus recientes muros, y la ciudad misma no comienza a aparecer en la literatura hasta mucho tiempo después, cuando la vida ha alcanzado cierto grado de sofisticación y los poetas han perdido contacto con el campo. Porque los poetas han sido con demasiada frecuencia palaciegos y oportunistas.

En la Profecía de Nefertiti, el Faraón hace llamar a alguien, “que me diga algunas bellas palabras, escuchando las cuales mi majestad pueda solazarse”. Y allí estaba el poeta al pie del trono, con el sistro en la mano.

Aparte de eso, los primeros poemas antiguos que se conocen con relación a la ciudad son aquellos de Sumer y de Ur que lamentan su destrucción. Y probablemente los últimos serán también de esa misma clase.

La historia de unos pueblos que desplazan a otros, esa es la historia universal. En esa lucha los poetas han resultado gananciosos, pues sus versos es lo único que recoge la historia cuando todo lo demás ha sido estallado. Es de presumir, por lo tanto, que en el valle de Josafat, aquél día, Dios ponga punto final a sus caprichos creativos con un gran recital de poesía. Y el Sol se ocultará por última vez con las palabras finales del coro de los poetas.

En la mezcla de esplendor cortesano, obscenidad y magia que encantó a Bagdad por la época de las Mil y una noches, tenemos ya las características principales de la literatura urbana, en la cual se demora la reminiscencia de los campos hasta nuestros días. A pesar de la tecnificación, la nostalgia del campo sigue apareciendo en la poesía norteamericana en una forma que denota sentimientos humanos ancestrales muy arraigados. “¿Qué haces?”, –pregunta Dios a uno de estos jóvenes poetas norteamericanos, y escucha divertido la respuesta: –“Señor, llueve. ¿Qué puedo hacer?”. Es ésta, evidentemente, la respuesta de un campesino.

Se particulariza una literatura como urbana cuando trata los temas de la ciudad por contraposición a los del campo, pero se olvida: primero, que los temas campesinos en la literatura son tratados siempre desde la ciudad. No ha existido nunca una literatura de procedencia rural; y segundo: que la gente de la ciudad, no solamente vino del campo, sino que todavía no ha terminado de llegar.

La expresión literatura urbana no tiene sentido, por cuanto no hay otra literatura a la cual oponerla. En gracia de discusión, como dicen con tanta gracia los que discuten, se aplica la denominación, hablando localmente, a esa literatura –incluida la poesía– que se ocupa de decirnos qué es lo que les ocurre en las ciudades a personas que por lo general proceden del campo o, en todo caso, que tienen inocultables orígenes campesinos. Digo “incluida la poesía”, porque la poesía no es literatura. La prueba está en que pudo ser hecha y conservada cuando no existía la escritura, y que pudo nacer en toda clase de sociedades, sin excepción, en una época anterior a la historia, o sea en los tiempos míticos. La literatura, en cambio, hemos visto que tiene origen en la ciudad.

Esa que llamamos literatura urbana nace con la antigua comedia griega, de la que son figuras típicas el parásito, el soldado fanfarrón, el esclavo intrigante, el rufián y prácticamente todos los personajes de la vida de la ciudad.

En Roma, esta clase de literatura nace con la sátira, unos doscientos años antes de Cristo, y si al mencionar la comedia griega omitimos injustamente el nombre de Aristófanes no podemos, con respecto a la sátira romana, omitir el de Lucilio.

Dejamos así en claro que la literatura urbana no es invento colombiano, como se viene afirmando desde hace ya bastantes años y como parecen creerlo para sí algunos poetas, sino que había florecido exuberantemente hace de ello veinticinco largos siglos.

Dar expresión al espíritu de su pueblo, con la mayor profundidad posible, ése ha sido siempre el reto para el artista y el poeta. Me han dicho ya que es imposible el intento de reflejar el espíritu de un pueblo carente de unidad, pero, precisamente, en la variedad está la unidad. Cuando en un pueblo la uniformidad es total, la búsqueda de las diferencias se desplaza al campo introspectivo. Por eso la poesía introspectiva surgió por primera vez entre los antiguos egipcios, cuya variedad de procedencia había sido avasallada por el rígido esquema del Estado faraónico, que era en casi todos los aspectos exactamente igual al de un país comunista.

Honduras, país que carece de literatura, es un ejemplo cercano que nos muestra de manera dramática cómo la literatura es el único depósito del alma de un pueblo. Finlandia, a partir del socialismo, es un país en el aire porque le quitaron su pasado, costumbres, folclor y literatura, y se quedó sin nada de qué agarrarse.

En esos momentos en que la fe vacila, en que todo vacila alrededor o dentro de nosotros, una página escrita puede ser otro punto de partida. Aunque sea para nada, debemos procurar nuestro brillo, sumándonos así a la inutilidad del Universo. Ser cuerpos opacos nos demeritaría hasta la vergüenza del ser, la suprema indignidad de no brillar, de no producir el destello del espíritu. Si el mundo existe para nada, seamos dignos de esa nada por medio de un esfuerzo de trascendencia, no por estar condenado al fracaso menos bello y menos noble, sino precisamente por eso más noble y más bello.

Hay un poema de Rojas Herazo, Responso por la muerte de un burócrata, que quiero destacar como sobresaliente ejemplo de lo urbano en la poesía colombiana. La descripción puede ser parte importante en un poema, pero el poema no puede quedarse en la descripción. Rojas Herazo, a través de una descripción muy sabia y muy poética, penetra hasta más allá de más allá, o sea hasta el centro de la piedra. Aquél burócrata, perseguido por su nómina, conmueve porque refleja en la vida urbana un triste destino para el hombre, ése que quizá somos nosotros mismos, pero esta vez por lo menos no deseamos reconocernos. Sería un golpe demasiado duro.

Entre lo que es y lo que se cree que debiera ser, el poeta naufraga en la duda. Y es porque no ha aprendido a pensar por sí mismo, sino que espera órdenes de Bogotá. No hay que esperar órdenes de nadie. La función del poeta es dar las órdenes.

En la Grecia antigua se escribía en verso para atraer la atención, y ahora se escribe en verso para ahuyentar la atención. El público es el mismo, pero los poetas no son los mismos. La poesía, al apartarse de los temas populares y hacerse introspectiva o truculenta, huyó de su público. De modo que no echemos culpas sobre las gentes. En lugar de eso, volvamos a escribir para el público.

Es curioso que la sociedad sostiene millares de mendigos, pero no está interesada en sostener a unos cuantos poetas. ¿Será porque los mendigos son auténticos y la mayor parte de los poetas son falsos?

Las grandes obras del pasado fueron compuestas colectivamente por pueblos que emplearon cientos de años en dar forma a un libro, y nosotros no permitimos que nadie toque nuestros textos, como si fuéramos a permanecer para siempre abrazados a ellos.

Los escritores de gran turmequé se burlan de los escritores de pipiripao, y los escritores de pipiripao se burlan de los escritores de gran turmequé. Mientras ellos se burlan los unos de los otros, un pueblo sufre y trabaja y se esfuerza por cambiar el mundo donde viven y se insultan los escritores de pipiripao con los escritores de gran turmequé. Pero claro que los escritores de gran turmequé tenemos todo el derecho de insultar a los escritores de pipiripao, porque los escritores de pipiripao no tienen gran turmequé.

Carlos Drummond de Andrade dedica a Manuel Bandeira su poema Política Literaria:

El poeta municipal
discute con el poeta provincial
cuál de ellos es capaz de batir al poeta nacional.

Mientras tanto, el poeta nacional
saca oro de la nariz.

Hace diez mil años que el hombre cultiva la marihuana y la poesía. ¿Se acabará la poesía?


NOTAS

1. No hay rivalidades en literatura, porque cada escritor no puede competir en serio sino consigo mismo, con los niveles que se fije y las aptitudes que posea. Nadie quiere –ni puede– escribir lo que escribe el otro. Todo lo sabemos entre todos. Todo lo escribimos entre todos. JOSÉ EMILIO PACHECO.
2. No es de extrañar que los griegos tengan dioses envidiosos, estando ellos llenos de envidia. MARY RENAULT.
3. Siempre hay hombres que se comparan con la grandeza y la odian, no por lo que ésta es, sino por lo que son ellos. Y hasta pueden llegar a envidiar a los muertos. MARY RENAULT.
4. El hombre se irrita secretamente en su corazón cuando oye elogiar los actos hermosos del prójimo. Pero vale más siempre despertar envidia que piedad. PÍNDARO.
5. El que no es envidiado, no es digno de serlo. ESQUILO.
6. Cuanto más alta es la fortuna, más excita la envidia. PÍNDARO.
7. Ese poquito de odio que sentimos todos contra autores de obras perfectas. FEDERICO GARCÍA LORCA.
8. Uno se hace aborrecer tanto con las buenas como con las malas acciones. MAQUIAVELO.
9. Porque odiar es en la vida / un cierto modo de amar. MANUEL BENÍTEZ CARRASCO.
10. Con los más hermosos sentimientos se hace la peor literatura. ANDRÉ GIDE.
11. He aprendido letras para mi uso privado. (Trimalción, en Satiricón de PETRONIO).
12. ¿Si el oso se come al miserable humano, no debe con mayor motivo el pobre ser humano comerse al oso? (Habinnas, en Satiricón de PETRONIO).





Jaime Jaramillo Escobar. Método fácil y rápido para ser poeta. Caracas: Ediciones La Casa de la Poesía, Colección Papeles de la Casa, 2005.
Esta edición será presentada el viernes 07 de octubre en el marco de la XII Semana Internacional de la Poesía 2005.


Jaime Jaramillo Escobar. (Colombia, 1932). Poeta Nadaísta. Coordinador del Taller de Poesía en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín desde 1985. Su obra publicada: Los poemas de la ofensa (1968), Extracto de poesía (1982), Sombrero de ahogado (1984), Poemas de tierra caliente (1985), X-504 poeta (1986), Selecta (antología) (1987), Alheña y Azúmbar (1989), Poemas principales (2000), Alta voz (2001). En ensayo: Cincuenta años de atraso en poesía (1960), Método fácil y rápido para ser poeta (1999, 2005). Premio Cassius Clay, Premio Eduardo Cote Lamus y Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia.



fotografía: cortesía Fundación Casa de la Poesía Pérez Bonalde.

Home