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Epífitas VIDA REDUCIDA Y CASTIGO María Antonieta Flores
Una historia común, corriente, con intervención de lo fantástico para revelar la moraleja implícita en el cuento y que se estructura a partir de la repetición de una misma situación salvo que en la segunda ronda presenta una variable: si la primera vez, la mujer toma la iniciativa; en la segunda, la proposición matrimonial proviene del hombre. La estrategia femenina de cortejo rompe el esquema tradicional en el cual se enmarca la historia. Al tomar la iniciativa, en este contexto asume una actitud masculina, pero dentro de las coordenadas de la historia puede interpretarse como expresión de su desesperada ambición. Marcolina es un personaje plano, tieso, sólo se define por un solo rasgo: su intención de casarse. Posee una única exigencia: un hombre físicamente bello. En este personaje encarna el estereotipo de la mujer que aguarda su príncipe azul (por ello no es casual que el hombre ideal aparezca a caballo) y se queda tiesa porque es castigada por la superficialidad, pero sobre todo por la mentira producto de su banalidad y ambición. Aspira a lo exterior y a lo material. No es una mujer mala, sólo es una pobre mujer víctima de un esquema existencial reductivo. Como símbolo de una vida reducida a un solo propósito, emerge la ventana como observatorio, como único espacio de relación con la vida y el mundo exterior. No hay nada detrás de la ventana, sólo una mujer que aguarda por su deseo. Marcolina no tiene vida interior ni relación con el otro. La ventana funciona como espejo y su actitud y discurso revelan su narcisismo extremo e infantil, que termina destruyéndola. Narración ubicada en un pueblo y en el tiempo pasado, las ilustraciones reafirman esta percepción. Pero, La viuda que se quedó tiesa no puede ser leída como un cuadro costumbrista ni como una historia ajena, pues refiere a una actitud que ha resurgido en los últimos años, dejando atrás las transformaciones cristalizadas en los años sesenta y setenta: la búsqueda del esposo ideal como vía de realización para lo femenino y para que no se dude de su actualidad, cuestiona el culto a la apariencia, tan firmemente arraigado en los últimos treinta años. El comienzo adelanta el final. En fin, el título ya señala el desenlace, al estilo de las narraciones tradicionales. Esto es indicio de que lo más importante no es la historia, sino cómo se cuenta. Salvador Garmendia se mueve cómodo en los espacios del cuento infantil tradicional.El desenlace demuestra que la repetición se deriva de la primera secuencia, así que no son dos episodios los que estructuran el cuento, sino la variación para un final ejemplarizante. Por otra parte, la repetición más propia de lo poético que de la prosa, marca ritmo y contribuye a la musicalidad que da más sabor a una historia para el alma infantil. La viuda que se quedó tiesa sería a la luz del concepto de las leyendas urbanas, una leyenda pueblerina que se reproduce, con variantes, en lo urbano. De ahí su actualidad. Destaca el humor sutil, agudo, propio del habla y de la narrativa de Salvador Garmendia, su alto y tan depurado discurso de lo sencillo. |