|
||
|
||
M Cinta Montagut |
||
|
Para hablar de la relación entre ambos conceptos tenemos necesariamente que partir de la definición de lo femenino y consecuentemente hablar de la mujer en cuanto a ser ontológico y físico y analizar la visión que de la misma se ha dado a lo largo de la historia a través de la poesía y de la literatura. Lo que tenemos en la literatura, y en la cultura en general, son imágenes de la mujer más que retratos fidedignos de mujeres auténticas, con personalidad, carácter real, y voz propia y una imagen es siempre una representación aparente. Esa imagen la tenemos a través del tamiz de la cultura o de la filosofía o de la religión occidentales que a lo largo del tiempo han ido configurando el imaginario simbólico colectivo. La mujer ha sido siempre definida por otros hasta tal punto que su identidad e incluso su existencia ha quedado enmascarada en el lenguaje bajo la aparente neutralidad y universalidad del masculino genérico. Ya Anaxágoras decía que la determinación del sexo procede del padre: los niños del testículo derecho, el más caliente y las niñas del izquierdo, el más frío. El macho,caliente y seco se asocia al fuego y al valor positivo;lo femenino es frío y húmedo asociado al agua y al valor negativo. Asi piensan Empédocles, Hipócrates y Aristóteles que va más allá al decir que el exceso de lo femenino en la generación de un nuevo ser da origen a un monstruo. Los griegos establecen un patrón mediante el cual jerarquizar y explicar la pluralidad no jerárquica del mundo. Dejando aparte todas las discusiones habidas en el seno de la iglesia católica sobre si la mujer tenía alma o no, la filosofía acaba consagrando, y el pensamiento en general recogiendo, una serie de oposiciones binarias que configuran la imagen de la mujer. Esas dicotomías son, entre otras, caliente/frío; superior/inferior; actividad/pasividad; cultura/naturaleza, etc. Si nos acercamos más hacia nuestro siglo nos encontraremos con Hegel que en su obra Principios de filosofía del derecho dice: "la diferencia entre el hombre y la mujer es la que hay entre el animal y la planta; el animal corresponde más al carácter del hombre, la planta más al de la mujer que está más cercana al tranquilo desarrollo que tiene como principio de la unidad indeterminada de la sensación." La mujer entonces, se identifica con lo más próximo a una naturaleza elemental por lo que agua y tierra son vistos como femeninos. Y el mundo de los sentidos, la sensualidad no elaborada por el pensamiento racional va ligada indefectiblemente a la mujer. La dicotomía hegeliana entre naturaleza y cultura lleva a pensar que la mujer está ligada a la esfera de lo natural y no al mundo del logos que se relaciona con el pensamiento masculino. El pensamiento se ha constituido a lo largo de la historia en una confrontación uno/otro que organiza los sexos en una relación de poder. La asociación de la mujer con la naturaleza no es más que para considerarla materia para ser domesticada como lo ha sido a través de los siglos la propia naturaleza: los ríos, las especies animales, etc. Esta asociación la sustrae de una manera lógica del orden natural y simbólico. La llegada del pensamiento psicoanalítico supuso la incorporación al pensamiento occidental de la idea de que la mujer se define como un ser al que le falta algo, es decir, un ser incompleto. Introduce también la idea de que los seres humanos son una suma de aspectos femeninos y masculinos. Jung habla de animus/anima; imagen/concepto, donde la imagen es el aspecto femenino y el concepto el aspecto masculino originado por el intercambio social. La dicotomía privado/público surge de forma natural de este pensamiento y se traduce simbólicamente en representaciones como jardín o laberinto que encontramos en la literatura para referirse a la mujer. Para Shopenhauer son las mujeres una escala intermedia entre los animales y lo específicamente humano. La mujer es algo así como el ser que se impone como especie al varón y que es, además, la perpetuación de la vida que en último extremo es el mal. Los estereotipos culturales que configuran el ser mujer son: naturaleza (agua, tierra, planta); la naturaleza entendida como refugio; confinamiento (el territorio de lo privado les pertenece), pasividad, sensualidad, alogicidad, irracionalidad, intuición, etc. etc. Todo ello comporta un proceso de reificación constante. ¿Y la poesía? ¿Y los poetas, cómo han visto a la mujer a lo largo de los siglos? De muchos modos pero siempre coincidiendo con esa reificación de la que hablaba, siempre sin rostro, sin ser personal. 1.- La mujer como objeto de deseo, como
carne al fin y al cabo. 2.-La mujer como tierra, como naturaleza 3.-Como un templo o una ciudad 4.- Como algo abyecto Ante todas estas visiones de la mujer que responden a estereotipos culturales de difícil ruptura, las mujeres que escriben hacen oir su voz y nos muestran sus caminos personales. Para ocupar su lugar en el mundo ha sido de vital importancia el corpus teórico que el feminismo contemporáneo ha brindado al pensamiento. Hélène Cixous en su célebre
escrito La balsa de la medusa dice: La misma autora afirma que una mujer habla de su cuerpo para dar espacio a lo que ha sido culturalmente reprimido y marginado, la experiencia corpórea, sexuada, erótica de lo femenino. La mujer se define como un sujeto excéntrico y múltiple respecto de lo que la cultura ha pretendido y pretende hacer de nosotras al obligarnos a interiorizar una imagen masculina de nuestra identidad de mujeres. Por tanto, la enunciación como discurso que plantee la posibilidad de deseo por parte de un objeto es, en palabras de Analisa Mirizio, por definición transgresora. Judit Butler afirma que las mujeres pertenecen a una cultura que se funda sobre la representación de la mujer como espectáculo, cuerpo a observar, objeto del deseo. Hay que apropiarse del cuerpo y del lenguaje para definir su especificidad. Toda escritura poética de mujer es la muestra de una historia personal que tiene su origen en una lucha por ir más allá de la negación de la dependencia que el orden simbólico vigente impone y perpetúa. Concha García lo expresa en uno de sus poemas “Nuevas palabras para viejos contenidos”. Cristina Peri Rossi lo expresa de la siguiente manera:
Y Alejandra Pizarnik: Y cuando es de noche (Extracción de la piedra de la locura) En la personificación metafórica “palabras mutiladas” encontramos un elemento corporal que expresa la violencia del elemento simbólico que es la palabra. La palabra poética en la obra
de las mujeres aparece con mucha frecuencia con connotaciones dolorosas. Susana Thenon nos dice: Me niego a ser poseída El vocabulario empleado es bastante elocuente : jaula, rota, absorbida. Juana Castro en su poema María encadenada, poetiza la apertura de agujeros en las orejas para llevar pendientes a una niña: Llora pequeña El amor en la poesía escrita por mujeres es infinidad de veces violencia y la soledad y el aislamiento se viven de una manera profunda de configurar la vida. Concha García nos dice: Una vez concluido el día asegura
el rito El sentimiento de soledad aparece metonímicamente enunciado en objetos cotidianos como la falda o la cerradura. Terminaré esta intervención con un poema de Juana Castro que resume, a mi modo de ver, el sentir de las mujeres que escriben. DESTIERRO No ser de esta tierra es el destino de toda mujer que no acepta ser negada.
Septiembre 2005 Conferencia leída en el Foro La Poesía y lo Femenino el 06 de Octubre en el marco de la XII Semana Internacional de la Poesía de Caracas 2005.
fotografía: Cortesía Casa de la Poesía Pérez Bonalde.
|