El llamado de Dios

(fragmento)

Maricruz Patiño

 

En la certeza de que la única palabra que explica al
hombre es Dios mismo convertido en Palabra (Heb. 1.1);
el Verbo hecho carne (Jn.1,14).



La presente selección reúne las voces de muchas poetas hispanoamericanas cuya línea autoral ha alcanzado el tono de la poesía mística. Como en toda indagación, la materia de estudio ha rebasado la expectativa de la investigación, resultando con ello un tanto precipitado elaborar un discurso más riguroso en torno a la poesía místico-religiosa escrita por mujeres en lengua española; y agrego el término religiosa porque inevitablemente la experiencia de lo sagrado es tal que exige ser transmitida; por eso el lenguaje, de por sí limitado para expresar lo extraordinario, aparece siempre violentado al intentar describir dicha revelación con el único idioma que conoce: el de la tradición religiosa a la que pertenece aquel o aquella que la ha vivido.

A nosotras, la tradición de la poesía mística en lengua castellana nos llega a través del medioevo español, como un fenómeno específicamente cristiano. Es por ello que la mayor parte de la poesía mística en Hispanoamérica está impregnada de la simbología propia de la religión católica. Sin embargo, el estudio comparado de las religiones pone de manifiesto que en casi todas se presentan semejanzas en ciertas experiencias de unión con la divinidad; de esta manera, se entremezclan también en nuestra tradición los ecos de los dioses yorubas y de otros cultos traídos del África, sobre todo en el Caribe y aquellos países donde hubo esclavos negros, así como las visiones y cantos chamánicos de la américa indígena —y sumado a esto la herencia más contundente de todas: la greco-árabe-judeocristiana, soterrada en la hispanidad—. Con el tiempo y debido a la incesante búsqueda del hombre por encontrar nuevas certezas, vemos que en el transcurso de la modernidad se van sumando otras visiones producto de la asimilación o contacto con filosofías orientales, como el hinduismo y el budismo, que han llamado la atención de algunas escritoras y también de no pocos pensadores en occidente.

Por otro lado, es importante tomar en cuenta que tradicionalmente la religiosidad ha sido una cualidad propia de mujeres, un atributo natural e incluso una fuente de gratificación afectiva y reconocimiento social. El ámbito femenino, como bien dice Marcela Lagarde, reducido en la sociedad patriarcal a la domesticidad, aunado a las enseñanzas transmitidas de madres a hijas en el seno de la familia, permiten que éstas desarrollen una mentalidad mágico-religiosa en mayor medida que los hombres. El importantísimo papel de las mujeres en la transmisión de las diversas concepciones del mundo, hace que desde niñas ellas participen en cantos y curaciones, ritos y celebraciones, rezos e invocaciones, por lo que su contacto con lo oculto, lo misterioso o lo divino es directo, permanente. La cultura de las mujeres ha estado siempre impregnada de religión, ya que ha sido ésta la edificadora intelectual de sus múltiples cautiverios. No debe pues, sorprendernos, que la gran mayoría de los poemas encontrados redunden en la iconografía clásica: la rosa, la cierva, la cruz, los ángeles, las potencias del alma, Cristo, las presencias intangibles, etc. Lo que sí es notorio es que las poetas que heredaron la lengua castellana conservan en general ese tono intimista del diálogo amoroso, donde la razón se rinde ante el saber del corazón ardiente de la que quiere ser amada, de la que desea entregarse, para por fin ser libre de la carga de sí misma: ser en el Otro, fundirse en la llama del entendimiento, arder ante el Amado no mortal, trascendente y sublime; y quien en la sosegada noche, en la inefable y eterna morada, realiza al fin la vía unitiva —es decir, las bodas entre Dios y el alma.

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Ahora bien, un fenómeno como la mística debe ser considerado como un contra movimiento elemental, como una transgresión primero ante a la escolástica que dentro del mundo medieval cristiano representó precisamente una amenaza frente a la inmediatez de la vida religiosa, suplantando la experiencia vivencial a fuerza de teología y dogmas, y posteriormente contra toda rigidez intelectual que pretenda desestimar el saber de la experiencia, pues la sonrisa de la inteligencia ante lo científico es la desproporción entre la verdad y la vida.

En ese estado de distanciamiento que intensifica la vida interior, el individuo puede salir de todas sus prisiones, logra trascender la cárcel del yo, como sucede al ser humano comúnmente en el orgasmo y es, tal vez por esa contigüidad de sentido, que el lenguaje místico está también impregnado de un erotismo —sublime y no carnal, pero erotismo al fin—. La mística no es como pensaba Freud, una especie de histerismo: es, como bien apunta Simone Weill, una desviación voluntaria, cuando no involuntaria, de la única energía vital que poseemos, una sublimación contundente que sólo puede realizarse en el ámbito de la renuncia y de la entrega: la visión de la rosa es el corazón que se abre hasta su último centro.




Poetas venezolanas incluidas en la muestra: Sor María de los Ángeles, Mercedes de Pérez Freites, Luz Machado, Ana Enriqueta Terán, Olga Kochen, Jean Aristiguieta, Ida Gramcko, Hanni Ossott.




Saavedra, Aurora Marya (†),Maricruz Patiño y Leticia Luna. (2004). Trilogía poérica de mujeres en Hispanoamérica (pícaras, místicas y rebeldes). México: Ediciones La Cuadrilla de la Langosta. 3 tomos.

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