Espejo del artista

(tres poemas)

 

Francisco de Asís Fernández

 

EL OLOR DE LA MUJER

Hay mujeres que huelen a mujer,
que sueltan un olor animal cuando abren sus poros,
así como una flor asesina abre sus pétalos gigantes
en un mundo oscuro y lluvioso.

Hay mujeres que sueltan el olor a mujer,
así como sueltan el miedo en la oscuridad
o inventan pensamientos.

Las mujeres que huelen a mujer no son de fantasía:
son ángeles con enormes alas morenas o blancas o negras,
que mueven sus alas y se convierten en criminales
de amantes enloquecidos que no tienen otro cielo a dónde ir.
Como una aparición entre sombras,
se le viene encima a uno el olor de la mujer,
como el latido secreto de la ciudad,
como los pasos de la mujer en unas zapatillas sin cordones.

Las mujeres que huelen a mujer
nunca te cierran la puerta en la cara como a un cobrador
y no te dejan viajar en el asiento trasero.

Son musas o poetas o pintoras que se suben a los tejados
para desnudar más su alma que su cuerpo,
para hacer danzas con ademanes e impulsos de dragonas irreconocibles.

El alma de esas mujeres tiene más luces que Nueva York
y más oscuridades que la noche,
y el Poeta necesita de ellas
como la vida necesita de la muerte.




Granada
Julio 9 de 2004







LAS CAZADORAS DE SUEÑOS

A Gloria

 



Las cazadoras de sueños
sueñan dormidas y sueñan despiertas
y el brillo de sus ojos lo conservan hasta el momento de morir.

Las cazadoras de sueños
siempre disparan a su propio corazón
y reviven a las fieras que llevan adentro.
Las mujeres cazadoras de sueños
cazan a su hombre creyendo en el milagro de la poesía,
montan a su hombre así como montan a un caballo
y agitan su corazón cuando galopan sobre lo bello y lo terrible
y cuando instalan en la misma cama el infierno y el paraíso.
Las mujeres, cazadoras de sueños,
son iguales a las mujeres de los Conquistadores,
que pueden llegar a la virtud primitiva de un Nuevo Mundo
y convertir su vida sexual en un ejercicio espiritual.
Las profundas meditaciones, de las mujeres cazadoras de sueños,
son sobre las irreflexiones de sus vidas,
porque el amor lo viven entre el hielo y la bruma
y siempre las deja sin elección como gacelas lisiadas
entre las cimas del Pamir y el fondo del mundo.
Las mujeres, cazadoras de sueños,
son gitanas que comen espadas y lanzan bocanadas de fuego,
están hechas de sentimiento y de fantasías, de música y ritmo,
son como la poesía lírica, una abstracción del pensamiento,
sus días atesoran versos plenos, desvarios y rimas truncas,
usan flores, hierbas, aceites, esencias, perfumes, ungüentos,
para que la vida crezca dentro de sus cuerpos,
con la belleza de los árboles en las selvas del Mombacho.




Granada
6 de agosto de2004







MI COMADRE MERCEDES INTERPRETABA MIS SUEÑOS

Mi Comadre Mercedes,
niñera de mi abuela y de mi padre,
interpretaba mis sueños todas las mañanas.

Y con una sabiduría mestiza de Granada
entresacaba reflexiones de la peineta de su pelo.

Ella está en las fotografías que hice contra el olvido.
Sus palabras salen de las gavetas de la memoria
y alguna vez tengo la oportunidad de identificar:
a un niño presa del pánico,
el rostro de alguien que dice que es capaz de asesinar,
murmuraciones humilladas,
lágrimas devotas fluyendo sobre los inmensos corredores
hada la capilla familiar dedicada a la Virgen de la Flor.

Entonces el mundo que vive dentro de mí
se agita entre la soledad y la incertidumbre.

Espectros de ausencias y carencias
vuelven a circular en mis insomnios,
esos rostros de la agonía sueltos en la libertad interior.

¿A qué profundidad baja el hombre, cuando duerme,
para encontrarse con sus sueño?
¿Es el alma la que baja a los sueños?

¿Por qué el material de trabajo de la vida del hombre
es la duda y la imaginación?
¿Con qué sustituye la realidad la muerte?
¿Es la otra vida una realidad exterior del yo?
¿Hay historia dentro de la muerte?
Y todavía sigo oyendo las reflexiones
de mi Comadre Mercedes:
El sueño y la muerte son plenitudes
y toda la plenitud es santidad.

La ausencia de todo es la riqueza de sí mismo.



Granada




Francisco de Asís Fernández. (Granada, Nicaragua, 1945). Poeta. Ha publicado A principio de cuentas (1968), La sangre constante (1974), En el cambio de estaciones (1981), Pasión de la memoria (1986), Friso de la poesía, el amor y la muerte (1997), Árbol de la vida (1998), Celebración de la inocencia (2001), Espejo del artista (2005). Creador y presidente del Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua) junto con la poeta Gloria Gabuardi, su esposa.

 



Los poemas aquí presentados son tomados de Espejo del artista (Manuaga, Ediciones del Centro Nicaragüense de Escritores, 2005)


fotografía: cortesía del Festival Internacional de Granada.

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