Granada [Nicaragua] en la memoria.


Cuando la poesía importa.

 

Adriana Almada

 

Había viajado casi tres días cuando sobrevolamos los volcanes y el mítico lago. Desde el aire, buscaba con los ojos las islas y las islitas, buscaba Solentiname… Trataba de imaginar esas pequeñas comunidades despertando al evangelio, al arte, a la revolución, resistiendo a la rabia de Somoza. Desembarqué en Managua con un ejemplar viejo y maltratado de Nicaragua, tan violentamente dulce… Estos relatos de Cortázar, destinados a despertar solidaridad con el nuevo país que nacía en 1979, me parecieron ficción a poco de aterrizar. Toda la retórica revolucionaria, cargada de imágenes “preñadas de futuro”, quedaba disuelta en el cotidiano de una Managua siempre ausente, nombrada a partir de la falta, definida por las secuelas del terremoto, la guerra civil y la corrupción política.


Tomando un café en la terraza del Hotel Alhambra, la primera noche supe, supe profundamente, que el mío era apenas el paso de un viajero por la cinta corrediza del aeropuerto, una mirada que recorre, en un solo y único gesto, la superficie de la historia a través de su propio cuerpo. Aquí, en este mismo rincón de Granada, frente a la plaza principal, haciendo espejo con la casa materna de Ernesto Cardenal –donada luego a la iglesia-, tengo el privilegio de escuchar relatos personales, privados, íntimos, de hombres y mujeres que vivieron la revolución sandinista. La vivieron, sí, desde adentro y desde afuera; desde la clandestinidad y desde el exilio, desde la esperanza y desde la indignación. Puedo sentir la voz quebrada del miedo, la furia, pero también la melancolía, la decepción… la impotencia. Desde aquí busco, busco en la memoria y el sentimiento la sustancia de aquellos días. Pregunto, pregunto mucho. Me dolieron los huesos cuando camino a Masaya –el lugar de las artesanías que tanto elogiaba Cortázar- me figuré los combates, las emboscadas, los adolescentes obligados a seguir luchando contra la ex guardia nacional, aún después de tanto tiempo. Bajo el sol del mediodía, frente a una laguna célebre, hoy los turistas se toman fotos donde hace veinte años reventaban explosivos. Leo a Gioconda Belli y al leerla reconozco en sus relatos la piel de muchos personajes, sus ojos, la risa, todo eso que hace de una persona lo que es… Identifico los lugares.

Sin el Segundo Festival Internacional de Poesía de Granada creo que jamás hubiera llegado a Nicaragua, país al que conocía por las crónicas exaltadas de fines de los 70 y los primeros 80; por Cardenal y Rubén Darío, a quien la gente común, entre los nicas, llama “nuestro príncipe”. “No podés faltar a la más grande puesta en escena de la poesía del mundo en un escenario de América”, me habían dicho en México, meses antes, los escritores Francisco de Asís Fernández y Gloria Gabuardi, presidente y coordinadora del encuentro, respectivamente. Los poetas –casi un centenar y de variada procedencia- compartimos las mesas de lectura en los centros académicos y culturales, pero también en el espacio abierto de plazas y esquinas, en los atrios de las iglesias y en los pueblos. Justamente, uno de los momentos más intensos para mí fue la visita a Niquinohomo, cuna de Sandino. El ómnibus frenó al pie de la gran estatua del “general de hombres libres”, donde nos esperaban el alcalde, los concejales, el director de la escuela, los niños, la gente… Caminamos juntos hasta la iglesia, decorada con encajes y cintas, donde nos dieron la bienvenida con un repique de campanas. Leímos en la plaza, en un kiosko. Sentados en círculo, esperábamos nuestro turno para decir, cada uno, lo que tenía que decir. Un público diverso de niños, adultos, jóvenes y mayores, crecía, decrecía y volvía a crecer con las horas. Niquinohomo no es un lugar turístico. No tiene artesanías ni arquitectura que ofrecer. Sólo la historia de un hombre que hizo historia, y su gente. Regresamos conmovidos a Granada, silenciosos, diez poetas bajo el gris de la llovizna.

Granada era noticia. Entre huelgas de médicos y maestros, movilizaciones y pujas políticas, el festival de poesía era tema de tapa en los periódicos nacionales. Con Ernesto Cardenal, Claribel Alegría, Gioconda Belli, Daisy Zamora y Francisco de Asís Fernández en la mesa, la ceremonia de apertura reunió nombres significativos tanto de las letras como de la revolución sandinista. Al costado del escenario, frente al centro cultural llamado “Casa de los Tres Mundos”, se habilitó la Feria del Libro, donde la oferta editorial nicaragüense incluía títulos frescos como “El pergamino de la seducción”, de Gioconda Belli, publicado por el sello Anamá y “El siglo de la poesía en Nicaragua”, antología en tres tomos de Julio Valle-Castillo, que reúne la producción poética nica entre 1880 y 1980. Asimismo, los must de la literatura nacional junto a publicaciones de otros países, entre las cuales cito con admiración “Pícaras, místicas y rebeldes”, monumental antología de la poesía escrita por mujeres en América Latina, desde el siglo XVIII a nuestros días, realizada por las escritoras mexicanas Maricruz Patiño y Leticia Luna. Varias poetas paraguayas están incluidas, entre ellas Josefina Plá, Susy Delgado, Nila López y Amanda Pedrozo.

Lo que aquí cuento sucedió hace un par de meses y ya comienzan a desdibujarse escenas, momentos, voces… Hojeando en casa la antología de Valle-Castillo me detengo en José Coronel Urtecho, “a quien más gente haría bien en leer”, según decía Cortázar, y a quien se dedicó el festival, en el centenario de su nacimiento. Arquetipo del vanguardista en los años 30, don José fue amigo de Ernesto Cardenal, con quien publicó en 1949 una antología de la poesía norteamericana. En este sentido vale señalar que mientras los movimientos literarios en América del Sur recibían mayoritariamente influencia francesa, los poetas nicaragüenses se nutrían de la poesía norteamericana, tal el caso de Coronel Urtecho y del mismo Cardenal. Del primero transcribo “Oyendo el canto de las poponé y las ranas”: Poponé, poné, poné / poponé, poné, poné / Poponé, poné / poné… Cantan las poponé / Son las 6 de la tarde. Ya no se ve / Encenderé la luz / Tomaré / mi café. Fumaré / Leeré. Me acostaré / No sé si dormiré o si moriré / No sé si soy o he sido o si seré José / No sé si sé o no sé o si lo que sé lo sé / Poponé, poné / Poné… ¿Para qué? / ¿Para qué qué?”. Hubiera preferido “Discurso sobre Azorín para ser traducido en lengua nahual”, o “Pequeña Oda a Tío Coyote”, o “Retrato de la mujer de tu prójimo” o “Febrero en La Azucena”. Pero son largos y el espacio es corto.

Declaración. El Segundo Festival Internacional de Poesía se desarrolló durante la segunda semana de febrero. Mucha fiesta compartida y una declaración final, difundida internacionalmente. En ella los poetas proclamaronn “la poesía como un espacio de encuentro, diálogo y paz, desde el cual decimos no a las guerras, a los terrorismos, a la pobreza, a la opresión, la miseria y el hambre, no a quien oprime y somete, no a la tortura y a la xenofobia. No a las dictaduras. Decimos sí a la paz, a la vida, a la solidaridad, a la diversidad, al libre albedrío y al bienestar de los pueblos, sí a los derechos humanos y al respeto a los pueblos originarios de América […] Resolvemos crear una red poética de comunicación mediante la cual podamos dialogar e intercambiar nuestras obras y opiniones […] Ante la degradación del medioambiente, los poetas nos comprometemos a defender como bienes comunes de la humanidad nuestras culturas, la naturaleza, la diversidad de la vida, las faunas y floras y los diferentes ecosistemas del planeta”. El documento expresa la adhesión de los firmantes a la iniciativa, presentada ante la UNESCO, de declarar “patrimonio cultural y natural de la humanidad” a Granada y su entorno. La ciudad, fundada en 1524 por Francisco Hernández de Córdoba, se mantiene en su asentamiento primitivo y, a pesar de haber sido saqueada en varias oportunidades y casi destruida por el filibustero William Walker en 1856, conserva hasta hoy su valiosa arquitectura.

El festival fue convocado por la Presidencia de la República, la Alcaldía de Granada, el Ministerio de Relaciones Exteriores, instituciones a las que se sumaron otras dependencias del Estado, fundaciones independientes y asociaciones de escritores. La próxima edición rendirá homenaje al poeta Pablo Antonio Cuadra, “divulgador y promotor de vocaciones poéticas en las últimas cinco décadas del siglo XX”, según apunta Valle-Castillo en su antología.

 


Poetas participantes:
Participaron en el festival los argentinos Vicente Muleiro, Ana Wajszczuk y Luis Alberto Ambroggio; Bei Dao, de China; los chilenos Marcelo Rioseco y Javier Campos; Harold Alvarado Tenorio, de Colombia; Juan Carlos Orihuela, de Bolivia; Iván Oñate, de Ecuador; Javier Alvarado, Consuelo Tomas y David Robinson, de Panamá; Jessie Kleemann, de Groenlandia; Alex Pausides, Nelson Simón, Víctor Rodríguez Núñez y Milena Rodríguez, de Cuba; Rigoberto Paredes, Roberto Sosa, y Rubén Izaguirre Fiallos, de Honduras; Julieta Dobles, María Amanda Rivas, Norberto Salinas, Adriano Corrales, Rodolfo Dada, Osvaldo Sauma, Carlos Villalobos y Ana Antillón, de Costa Rica; Ricardo Lindo, Silvia Elena Regalado, Mario Noel Rodríguez y Otoniel Guevara, de El Salvador; Ana María Rodas, Alan Mills, Francisco Morales Santos, Otoniel Martínez y Juan Carlos Montero, de Guatemala; Renato Sandoval, de Perú; Adriana Almada, de Paraguay; Saúl Ibargoyen Islas y Luis Bravo, de Uruguay; Ana Castillo, poeta chicana; George Evans y Martín Espada, de Estados Unidos; John Deane, de Irlanda; Eva Bourke, de Alemania; Elena Liliana Popescu y Theodor Damian, de Rumania; y los mexicanos Juan Bañuelos, Leticia Luna, Maricruz Patiño, Thelma Nava, Coral Bracho, Lina Zerón, Raquel Huerta-Nava y Laura Hernández. De Venezuela estuvieron María Antonieta Flores y Arturo Gutiérrez; Félix León Batista y José Mármol, de República Dominicana; Mayrim Cruz Bernal, Lourdes Vázquez, Marcos Rodríguez Freze y Edgard López Ferrer, de Puerto Rico; Norbert Barbe, de Francia; Michel Mimmo, de Italia; Pía Tafdrup, de Dinamarca; Kristyna Rodowska, de Polonia; de Taiwán, Lee Kuei-Shien y Xu Huizhi; de España, Fernando Valverde, Álvaro Salvador, José Carlos Rosales, Miguel Angel Arcas y Benjamín Prado; de Suecia, Hernik Nilsson. Nicaragua tuvo amplia representación: Ernesto Cardenal, Claribel Alegría, Gioconda Belli, Daisy Zamora, Julio Valle-Castillo, Nicasio Urbina, Luis Rocha, Blanca Castellón, Edwin Yllescas, Christian Santos, Marianela Corriols, María Lourdes Centeno, Irving Cordero, María Estela Calderón, Horacio Peña, Donaldo Altamirano, Isis Pereira, Patricio Fanor Téllez Solís, Marta Leonor González, Karla Sánchez, Isolda Hurtado, Carola Brantome, Luz Marina Acosta, Manuel Martínez, María Esperanza Morales, Pedro Alfonso Morales, Marcia Ondina Mantilla y Francisco Ruiz Udiel.

 

fotografía: Entierro de la indiferencia y el olvido. Cortesía del Festival Internacional de Granada.

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