El olvido

 

 

Luigi Anselmi

 

EL OLVIDO


Aunque escribiéramos con sangre fresca
daría igual: coagularía en seguida.
Todo lo que escribimos,
y, sobre todo,
todo aquello que luego nos publican,
está muerto.

(Decapitar flores,
crucificar mariposas…
es una forma ciertamente extraña
de conservar la belleza)

Un día no lejano
los versos aprendidos
a la luz del insomnio
serán desalojados
del castillo inseguro
de la memoria,
desterrados a algún lugar extraño
del que ya no hay retorno;
a un país remoto, inaccesible
donde rostros y nombres y lugares y fechas
se amontonan mezclados
como en viejos cuadernos escolares
cerrados para siempre,
porque el olvido, amigo, el olvido
– devorador incluso de dioses inmortales –
es una inmensa casa de acogida
que no dejará a nadie a la intemperie…





1

Has llegado a una edad
desde donde contemplas
sin ilusión los años
que los dioses,
caprichosos y oscuros,
quieran aún concederte.

Son como esos regalos
que, a menudo,
te ha traído algún amigo de sus viajes:
exóticos objetos extrañamente hermosos
que aceptas sonriente
mas sin el entusiasmo de cuando aún eras joven
y todo te asombraba todavía,
porque ya no te queda ni un rincón,
ni un solo sitio libre
en esta casa angosta,
rebosante
de tanta cosa inútil
que es la vida.





2

La vida es una playa diminuta,
una playa acurrucada
a la orilla del olvido.
Y la marea sube imperceptible...
Como un péndulo eterno
van y vienen las olas
a raer,
a arrancar
con sus frágiles uñas
de espuma invencible
las palabras,
esos signos delebles
como huellas ligeras de gaviota
sobre la arena húmeda...





3

Saciar el hambre de vida...
Pero ¿cómo?

Igual que un jugador a quien de pronto
Sonríe la fortuna,
Eufóricas, las ramas
Regalaron sus riquezas inmensas.
Ahora mendigan.

Insensible
A la desolación que le rodea
El invierno
Reina absoluto.

¡Qué vulnerable el pájaro temblando
sobre la ruinas
de su fortaleza abolida!

El día es una delgada
Lámina de luz
Entre dos trozos
De pan negro.

Como una gotera silenciosa
El alba
Tampoco hoy
Podrá llenar la alberca
De la ventana

 





4

¿Morir?
No temo a la muerte,
creo,
aunque tampoco tengo prisa.
Mientras nos duren los amigos;
mientras en la botella
quede aún algo de vino
o aguardiente;
mientras la primavera
se obstine en su milagro
devolviendo
a las ramas inertes
el pulso de las flores
y los pájaros;
a las calles sombrías
el latido
de las adolescentes;
al pecho la alegría
y el deseo,
tal vez valga la pena
todavía
seguir viviendo.





5

Cada día que pasa es otra página
de previsible azul
en el libro aburrido del verano.
Junto a las fuentes mudas
languidece la hierba
y el sol, testigo inerme
de esa larga agonía,
único náufrago
en un desierto inmenso,
busca penosamente sus orillas
oscuras y lejanas.


Inalcanzables
como un cruel espejismo
o una banda astuta de ladrones
las sombras sigilosas se refugian
en su guarida inaccesible,
y el sol, enloquecido, intenta en vano
humedecer sus labios febriles en la hiedra,
espuma verde,
derramándose lenta de las tapias,
altas jarras ya viejas, rebosantes
de una extraña cerveza...





6

DICIEMBRE.

Igual que en una jungla húmeda y fría
nos vamos adentrando en el invierno
por sombríos senderos
cenagosos.

Un cazador astuto
que cambia sin cesar
el sitio de sus trampas
nos acecha implacable:

Cada día caemos sin remedio
en la vieja emboscada
de la noche.





7

Las despensas de Ceres
rebosan todavía
Y no han osado aún las vetustas arañas
de Catulo
hacer su nido ocioso en tu bolsillo.
En los largos altares de Dionisio
los vasos arden
como cirios de cristal
que una y otra vez
vuelven a encenderse
ante la mirada complacida del dios.

Miras atrás: los años han pasado
como un ejército invencible
arrollándolo todo: los recuerdos, los sueños, la esperanza...
sobreviviste al romanticismo,
el infarto, la cirrosis precoz, el matrimonio
y otra media docena de males emboscados
nel mezzo del cammin de nostra vita...
Y si ya tienes casa y coche y un par de hijos;
si tienes internet y has descolgado
los viejos cuadros de la pared para que quepa
la pantalla gigante de la tele,
¿qué más puedes pedir?
¿Tal vez deseo,
La verdadera, la única
Sal de la Vida?
(aparte de la puerta, claro está).
Es tan escaso ya, a ciertas edades...

El hielo va fundiéndose cada vez más de prisa
con esa verborrea incontenible
de cura charlatán,
y corrompe implacable
el corazón transparente
de la ginebra,
mientras el último cigarro busca un sitio
donde morir también
entre tanto cadáver y ceniza...





Luigi Anselmi. Nació en Bilbao en 1954, donde reside actualmente. Vivió algún tiempo en Inglaterra. Ha trabajado dando clases de inglés y euskera. También ha hecho algunas traducciones. Ha publicado ocho libros de poemas, tres en castellano: Cuando arde el agua, 1988, Una botella al mar, 1995, A la orilla del tiempo, 1998; y cinco en euskera: Zoo ilogikoa, 1985, Desiriko alegiak, 1988, Bacchabunda, 1ª edic. 1992; 2ª edic. 1994, Gure ametsen gerizan, 2000 y Gau ertzekoak, 2004, todos ellos con la editorial Pamiela de Pamplona. Sus poemas han aparecido también en algunas revistas (Pamiela, Zurgai, Txistu y Tamboliñ, Idatz&Mintz, Milenrama...) o recogidos en antologías [XX. mendeko poesia kaierak –Susa, 2002– y GALEUSCA Antoloxía poética / Poesia antologia / Antología poética (1990-2003), Editorial Pamiela (Pamplona), 2004].

 



 

fotografía: cortesía del autor

 

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