Lydia Dávila:
la libertad en un solo libro

Aleyda Quevedo Rojas

 

En la mejor y más depurada tradición de la poesía ecuatoriana, la más radical forma de la literatura, una mujer, un nombre, es ineludible: Lydia Dávila.

Poco difundida y reconocida en el Ecuador, es dueña de una altísima calidad literaria, donde confluyen pasión y conocimiento, en exactas cantidades.

Resulta que este pequeño país llamado Ecuador tiene referentes imprescindibles de poetas mujeres como: Dolores Veintimilla (Quito, 1829-1857); Zayda Letty Castillo (Guayaquil, 1890-1977); y Mary Corilé (Cuenca, 1901-1976). Junto a estos iconos de la literatura ecuatoriana, emerge Lydia Dávila, con una historia literaria distinta: de ella solo se conoce un solo libro, publicado en 1935; es un libro atípico y muy personal para la época; los registros literarios de su tiempo, así como los contemporáneos no tienen su nombre.

Se cree que nació en Quito, en las dos primeras décadas del siglo XX, quizá contemporánea de César Dávila Andrade que nació en 1918. Por los escasos datos que de Lydia Dávila existen, se podría decir que es una poeta rarísima que escribió un solo libro, que basta para colocarla a la altura de los mejores autores ecuatorianos.

La capacidad de su lenguaje, hace que en cada poema, sea posible atravesar lo sagrado y lo cotidiano, con un ritmo potente, desde el universo erótico-amoroso.

El erotismo de Labios en Llamas plagado de pureza y matices irreverentes me conmovieron, desde la primera lectura, y decidí buscar el único libro que esta mujer publicó en la Imprenta Ecuador, en Quito, en septiembre de 1935.

Así fue como llegué hasta la Biblioteca “Aurelio Espinosa Pólit”, y encontré Labios en Llamas, un libro de 52 poemas, cuyas hojas amarillentas y polvorosas han sido reencuadernadas con pastas duras para conservarlas mejor.

Mientras hojeo el libro, pienso en que solo esta biblioteca, fundada por jesuitas, (sabios, sanos y santos) guarda un ejemplar de esta joya literaria del más concentrado erotismo y la sensualidad más iconoclasta, que no termina de sorprenderme y encantarme.

Lydia Dávila, una mujer que le cantó sin temores al hombre amado, al cuerpo libre, a las drogas y a la parte sagrada y cristiana de una relación amorosa, en las primeras décadas del siglo XX, ahora, en el siglo 21, guarda su único libro editado en la biblioteca de los sabios jesuitas.

Creo que todos los libros son autobiográficos, en alguna medida, en alguna página o momento de la creación; y quiero creer mucho más en esto cuando pienso en Lydia Dávila, en su libertad, en su verdad.

Nietzsche decía que para ser veraz hay que ser libre.

Sí, para poder decir la verdad hay que ser enteramente libre, y para hablar de erotismo, y de deseo mucho más.

La libertad es un ejercicio que Dávila supo hacerlo con absoluto conocimiento técnico de la poesía y seguramente, muchas horas de trabajo, ahí está su único libro para confirmarlo.

Algunos acercamientos a quién fue Lydia Dávila, menciona que nació y vivió en Quito, que escribió Labios en Llamas a los 19 años de edad, y que se llamaba a sí misma “Satanás de Amor”.

Su poesía nos habla de una mujer que se conoce muy bien a sí misma. Una poeta que se reafirma como ser humano a partir de su nombre:

Es que en mis poemas estoy yo: Lydia, escribe al final de su poemario, como si quisiera dejar bien claro que lo más íntimo de su ser está escrito por siempre en sus versos en prosa.

Y el poema que abre el libro se titula: “Yo Lydia”, y en él se siente el tono de seguridad de la voz poética.

Yo, Lydia: soy la flor migratoria de unas cuantas romerías en camino./Yo, Lydia: soy el claro de luna que prendió inquietudes en tu sangre de gitanos amores.…/Yo, Lydia: soy la mujer más bella. Si tú me vieras…/

 





Aleyda Quevedo Rojas. (Quito, Ecuador, 1972). Poeta y periodista. Ha publicado los libros de poesía: Cambio en los climas del corazón, 1989, Editorial Universitaria, Ecuador. La actitud del fuego, 1994, Ediciones de los Lunes, Lima Perú. Algunas rosas verdes, 1996, Ediciones del Sistema Nacional de Bibliotecas, Ecuador. Espacio vacío, 2001, Ediciones de la Línea Imaginaria, Casa de la Cultura Ecuatoriana. Música oscura, 2004, Cuadernos de Caridemo, Almería, Junta de Andalucía-España, Soy mi cuerpo, 2006, Libresa. En 1996 su libro Algunas rosas verdes, recibió el Premio Nacional de Poesía “Jorge Carrera Andrade”. Ha representado al Ecuador en los más importantes Encuentros Internacionales de Poesía en Argentina, México, España, Colombia, Chile y Perú. Textos suyos traducidos al inglés aparecieron en las revistas norteamericanas: Hubbud, Calapooya, ambas de la Universidad de Oregon y EYE-RHYME., así como en diversas publicaciones de Colombia, Perú, México, Argentina y Ecuador, y en las recientes antologías de poesía: Presencia de Grecia en la Poesía Hispanoamericana, Ediciones LOM, Chile; Trilogía Poética de las Mujeres en Hispanoamérica: Pícaras, Místicas y Rebeldes, México; La voz de Eros, dos siglos de poesía erótica de mujeres ecuatorianas, TRAMA, Ecuador.


ilustración: reflejos. collage.

 

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