El ojo del silencio
XV
Entre las llamas del infierno
saludando y diciendo adiós
yo me desangro gota a gota:
la puta que me sirve de enfermera
fumando un cigarrillo al borde de mi cama
cuenta que te cuenta los minutos que me faltan o me sobran:
un dos un dos soldadito de plomo ogro enano
caballo ciego en mitad del cuarto de cristal
espejo que se derrumba aparatosamente
empujado por el grito del silencio
y
por fin
punto
en este extremo de la sala
Los silencios
Pero la poesía no
sólo el doloroso caer de la lluvia
un poco de alcohol
el verbo inerme
Sombras mutismo miedo
tiempo para un poco de alcohol
pero de la poesía nada nada hoy
que llovizna tan cruel y el hombre tiembla
Hay quienes acuden pese al mal tiempo a su trabajo
se ve a las prostitutas hacer señas a los transeúntes sigilosos
alguien enciende un cigarrillo contra el viento:
Fuego particular que a nadie da calor
que a ninguno ilumina
Despedida
Es hermoso el viajero
su seguro ademán
el gesto viril con que te dice adiós
mientras te ve bajar
hacia tu propia soledad
tú también de viaje
tú también viril en el gesto de quedarte
un cigarrillo entre los labios
como si no pasara nada
Palabras para mi amigo muerto
Dime por qué tu corazón como una selva
diminuta
espera bajo tierra los imposibles pájaros
Vicente Aleixandre
Una voz para cantar dormido
un verso sobre el cual repose
el que murió temprano
sin que la poesía pudiera
hacer una casa a la medida de su corazón
Una voz que corra como un beso de agua
sobre los labios resecos
de los que ven a la muerte merodear
y están cansados
muy cansados
para por lo menos intentar espantarla con un gesto
Sea mi verso
el cuchillo de luz que en una noche oscura
empuñe el más débil de los hombres
a fin de atravesar con bien
el callejón de la tristeza:
Una voz
el eco de una voz
la palabra del hombre
Para Julio Daniel Chaparro (1962–1991)
Pirómana
Soy el hombre muy solo
aquel que enciende fuego
en un rincón del cuarto
y se aleja a la esquina contraria
a observarlo en cuclillas
Hace frío es la noche
las ascuas de mi hoguera
son apenas una tibia ceniza
La sombra se levanta amenazante
la enfrento con el brillo de mis ojos
Soy el hombre muy solo
a la orilla tan mala de lo umbrío:
Voy a prender un fuego que me abrase
y a la noche y al miedo y a la muerte
A Raúl Gómez Jattin (1945–
1997)
Herencias
Abuelo
algunas veces
llegaba tarde a casa
con ganas de mandarlo todo al diablo
Quizás habría bebido unos tragos de más
pero el abuelo ebrio
era tan sólo un hombre en su sillón
un hombre como éste que hoy fuma en la penumbra
mientras que por su rostro
desciende
lentamente
la pincelada amarga del dolor
Planta de apartamento
Un poco de verde nunca está de más
dijeron mis amigos
y te dejaron en una esquina de la sala
(donde le da bien el sol
aseguraron)
marchándose como habían venido
sin avisar
sin dar explicaciones...
Quedaste allí
Embarazada
Incómoda
sin tan siquiera poder preguntar por mi nombre
para entrar en confianza
para entrar en calor...
Al rato te olvidé
como se olvida todo en esta vida
y pasaron así los días y los días
tú recibiendo el sol en la ventana
y yo
la sola sombra del silencio
la pena capital de no recordar nada luminoso
sentado en una silla
justo como una planta que alguien hubiese dejado abandonada
en un apartamento...
Contras
Toco madera de repente
por si la noche
por si el silencio
por si la enfermedad y aquello que se pudre
y por si el desamor y lo que cae
y por si el frío y la intemperie,
toco madera...
Suenan mis golpes
Suenan
los días y
las noches
toco madera
toco la hueca calavera de la nada
toco madera como el que escribe un verso
como el que llama dos veces
tres
como el que llama eternamente
como el que llama
como el que escribe un verso
Ordenanza
Viento
bárreme el corazón
que está de negro
que está enfermo
y rabioso y
delirando
Afuera basuritas
hojas secas
afuera
afuera
ayer
o
aguja
Viento
bárreme el corazón
que cómo duele
que está sordo y
sombrío y
silencioso
Viento
Aviva
la llama del hogar
sopla
sobre mi verbo de la mala
quítame allá esas pajas
y éstas
y éstas
Cara y sello
Para mi hijo Pablo Arturo
Hablar de solitarios
ya no tiene presentación alguna
un solitario en estos días
no es más que un tipo de mal gusto
un resentido
un pobre pusilánime
Y
sin embargo
hoy voy de la mano de mi hijo,
aventajado alumno
que aprende de mis ásperos modales
el abecedario de la soledad:
Me duele desde ya
ese brillo en sus ojos,
y descubro también
que él se duele,
sin comprender muy bien,
el que albergo en los míos
Quizás
por todo eso
y sin decir palabra
sobreviene un apretón de manos mutuo
como a sabiendas de estar a punto de cruzar,
cuidando uno del otro,
el peligroso callejón de la tristeza...
Rafael Del Castillo.
(Tunja, Colombia, 1962). Escritor, editor, promotor cultural. Licenciado
en Español y Literatura por la Universidad Pedagógica Nacional.
Fundador y director de la revista de poesía Ulrika y del Festival
Internacional de Poesía de Bogotá que se realiza todos los
años, desde 1992. Ha publicado los poemarios: Canción
Desnuda (Fundación Simón y Lola Guberek, Bogotá,
1985), El ojo del silencio (Cuadernos de Poesía Ulrika,
Bogotá, 1985), Entre la oscuridad y la palabra (Cooperativa
Editorial Magisterio, Bogotá, 1991), Animal de Baldío
(Cooperativa Editorial Magisterio, Bogotá, 1999), Animal de
Baldío (Antología, www.literaturadigital.com, Costa
Rica, 2000), Pirómana. Breve Antología (Editorial
Eclepsidra,Caracas, 2002). Ensayos y poemas suyos han aparecido en diversas
publicaciones de Argentina, Colombia, Costa Rica, Brasil, España,
Estados Unidos, México, Perú , Ecuador y Venezuela.
fotografía: María Vázquez Valdez,
2006.
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