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Edgardo
Rodríguez Juliá |
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En su cuadro La columna
rota, de 1944, Frida Kahlo pintó un lienzo más inquietante
y perturbador que las fotos surrealistas de Weston y Alvarez Bravo. Ella
aparece semidesnuda —una sábana le cubre las partes pudendas—,
mortificada hasta la tortura por esos clavos imposibles, pesadillescos,
que le han hincado la piel, pero muy superficialmente, con poca hondura,
y que retan las leyes de la gravedad, porque en la vigilia, en la realidad,
deberían caerse. Esta dolorosa, cuya estirpe iconográfica
se remonta al truculento pietismo mexicano, desafora su martirio en ese
gran clavo —¡enorme!— que la hinca sobre el desnudo
seno izquierdo. Su pecho y vientre están metidos en un arnés-corset
ortopédico, por lo visto fabricado con una tela muy fuerte, de
las que se usaban en esa década para todo tipo de fajas. A primera
vista, el efecto es parecido al que tenemos ante el desnudo vendado de
Alvarez Bravo: la imagen nos altera profundamente, sentimos visceralmente
que las apretadas tiras del corset parecen de hierro. Luego de mirar con
detenimiento, nos damos cuenta de que éstas han sido tensadas con
hebillas corredizas, y se nos alivia ese sentimiento de tortura inescapable
que produce la imagen en un primer momento.
Tomado de Cámara Secreta. (Ensayos apócrifos y relatos verosímiles de la fotografía erótica). Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana. 1994. pp. 68-69
Edgardo Rodríguez Juliá. (Puerto Rico, 1946). Narrador, cronista, ensayista. Catedrático de la Universidad de Puerto Rico. Autor de las novelas La renuncia del héroe Baltazar y La noche oscura del Niño Avilés.
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