Cantos cardinales

(selección)

 

 

Henán Zamora

 

 

EN ELLA
Los senos de mi mujer
son
dos hogazas de pan tibio
dos semillas de avellanas desnudas
miel cremosa de París

Dos lunas sedientas
son
para mis noches de taciturno vuelo

En ellos
me gusta quedarme rezagado
hasta escuchar
el profundo
primigenio compás de su cuerpo

Puedo luego dormir
dormir
no temo despertar





TRES A.M.
En el instante más solitario contemplo
siluetas que a nuestro hogar se asoman a través de las ventanas

Intento descifrar
quiero predecir
la justa cantidad de futuro
requerida por mi esposa mi hijo y yo
para levantarnos cada mañana

Miro lentamente las esquinas
quiero conservar intacta
la cercanía de estas paredes en torno nuestro
cada horizonte que sobre ellas hemos colgado
el cielo que por sus colores recibimos
ciertas hendiduras que día a día reparamos

Incorporado
camino despacio
soy sombra en la sombra
pero no tropiezo con las cosas de mi hijo
su espada su globo azul su bicicleta

Él duerme
mis preguntas no perturban aún su sueño

Repruebo los devaneos de mis pensamientos
en este instante tan difícil de aprehender
asido de esa hosca respiración de lo urbano

Ruedo desde un fracaso esférico
atravieso mis culpas
me reclamo domésticas tareas siempre postergadas
hasta escrutar
los gestos de conversación de una pareja
demorados ante el resplandor del último balcón en Caracas

Pienso en Pierre Menard, autor del Quijote

Prometo

Centímetro a centímetro segundo a segundo
pared con pared umbral tras umbral telaraña a telaraña
haré por siempre esta casa que somos
y esta ciudad




ELOGIO A UNA ESPOSA
Abierta al cielo
henchida de cristalina sangre
ofreces
fiereza y milagros de tu cuerpo

Es menester tratarte con cuidado
para no quebrar el prodigio de tus partes
amargo y alivio
a riesgo de ser herido por tus breves espinas

De ti aromas pócimas precaución
paredes de esta antigua casa
socorrido sortilegio de nuestros pechos y umbrales

Flor de sábila tu voz
esposa

Carne de sábila tu sexo
mujer

Verde sábila tu querencia
Jacqueline






NANA PARA MI HIJO
Duerme hijo acurrucado al ángel
compañero prendado de tus dedos
de pan y cebolla azúcar y sal
semillas de galaxias que despiertan
en cada cosa que en tus labios se recrea

Uno dos tres
la sombra de tu potro se aleja
cuatro cinco seis
mi fantasma te susurra una fábula
siete ocho nueve
alineas nuestro ayer en los cuadernos
uno junto al cero
diez
escuchamos en nuestra casa voces
ancestrales voces de nuestra casa

Duerme hijo duerme tus secretos
resguárdalos de mí y de tu madre
del miedo que hemos de colgar
no a no
en la punta de tus creyones
en puertas abiertas puertas cerradas migas ajenas
ruedas veloces columpios quietos
crisálidas de palabras

A e i
empuja el tren de tus verdes pensamientos
e i o
ilumina oraciones en la mesa que nos une
i o u
oficia el abrazo nuestro de cada día
y unge con tu sueño
las umbrías carreteras de mis manos

Duerme hijo duerme
acércate apacible a tus ventanas
contempla diciembre su estrella antigua
contempla nuestros terrosos cuerpos

Somos por Dios ciudad de ti




POÉTICA DEL PADRE
¿Cómo decirlo
según el modo atonal presente directo
con el que se obliga a un hombre
si sufro esta risible deformación en mi rostro
cuando experimento tu cercanía?

¿Cómo decirlo sin pervertir mi voz
parodiar tu creciente estatura
volverme niño en el intento y adulto en el fracaso?

¿Cómo decírtelo
y colocar sobre tu mesa el diario pan
sin el gorgojo de la culpa
el moho de mis duelos y renuncias
la dureza de mis contradicciones?

No me basta ya con acariciar tus pies mientras duermes
medirlos con el tamaño de mis manos
descifrar para ti el cosmos exorcizar fiebres
acompañarte en los caminos dibujar concéntricos horizontes
no me basta con enseñarte las alas de Samotracia
el árbol frondoso del caos
y la perenne oscuridad de la pregunta que interroga por el ser

Quiero decir
te amo hijo
como un alegre papagayo un carrito rojo un gurrufío
algún humilde ingenio artefacto piedra o grafía
quizás más efímero que este puño de barro que soy
quizás más incierto inútil tal vez casi nada
pero que resuene salvado y feliz
en tu nombre





ARQUEOLOGÍA DEL PRIMOGÉNITO
En esta ruinosa casa donde te escondí
crecer es desangrarse

Así resistimos la erosión
de amar o dolerse
(es lo mismo tu cuerpo lo declara)

Para no parecernos
roca he ido haciéndome
pero no aprendo
madre
tus entrañas me pertenecen

¿Podría acaso ser de otra manera
filo de arcaica tristeza?

Tal vez el perdón
ese milagro que tu vida ha querido dar a la mía

Pero no te merezco
nunca lo he hecho

Sé a quién invocas cuando duermes
y no hay luces en el túnel que enfrentas
mientras desesperadamente
intentas salvarme de mí





DE PIE AL FINAL DEL DÍA
De pie como corresponde a todos los machos de mi especie
desahogo mis vísceras de sal agua y cotidianidad
también por un instante las alivio de tanta palabra infértil
inquinas rencores malentendidos
fracasos al construir coherencia y comunión

Frente al urinario
escucho bramar orgullos ávidos de dirimirse en un partido
toda la ciudad es pulgar a tierra fiera y coliseo
recinto de maltrecha sanidad

Alguien se obliga a cantar un himno
mientras yo con certeza enfoco la mirada en un drenaje

La patria fluye (huye) de mí

Una voz candela me reprende
me exige estar de pie ante el canto del suelo que me dieron
pero sólo soy deshecho y oquedad

Erguido ante ningún centro
¿estoy?





Hernán Zamora. (Caracas, 1964). Arquitecto, egresado de la Universidad Simón Bolívar en 1988. Profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, desde 1998. Participó en el Taller de poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos entre 1998 y 1999. Con su primer poemario, Desde el espejo del baño (La liebre Libre, 2000) obtuvo el XIII Premio de Poesía Fernando Paz Castillo que otorga el CELARG. Es también autor de los poemarios La casa de las hormigas (El pez soluble, 2.000) y No somos nuestros (La nave va, 2002).

 

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