Saint-Pont
Yo miraba pasar las bandadas de ciclistas gorjeando
cerca del murito gris con hierbajos lentos mínimos
peinados por el viento de mediodía
las muchachas de las granjas de las afueras de Vichy
iban temblorosas por los caminos
puntillados de copetonas codornices
el verano era llevado entre agujas
de oro por los erizos del patio
Adeline persistía en la música del Renacimiento
Dominique interrumpía el memorioso barroco
con el rumor amarillo del tractor
cortejado por perdices que dejaban atrás
un círculo tribal de cuervos ojerosos
las bandadas de ciclistas
las muchachas y las codornices
pasaban bajo la fronda de la mañana
tiempo de la golondrina adobando en el alero
tiempo del rastrillo sobre la paja del granero
tiempo de Gerard Manley Hopkins surgiendo
de un tráfago piadoso de paisajes manchados
tiempo del azadón anual removiendo
las raíces de la fiesta cuando los soles
y vientos de agosto llenan de vino
los botellones verdes de Saint-Pont.
Nudistas
Las bolas al aire, ellos jugaban a los bolos
sobre la playa; ellas, boca abajo
se dejaban acariciar el culo por Eolo;
mientras en lo alto de la pereza estival
del grupo emancipado
más allá de la caseta en zancos
del púdico y visionario salvavidas
como una aparición querubínica
ronroneando en los sueños
el secreto de un presagio
un aeroplano despliega una pancarta
anunciando las virtudes de una nueva crema
contra las quemaduras del diluvio de fuego
provocado por un castigo de rayos solares
demasiado perpendiculares en esta época.
El Poema
Las colas de las palabras tiemblan en el viento
encúmbralas un poquito
levántalas hacia arriba
más allá de vos mismo
el poema comienza a volar
dale hilo sin miedo cuando pida
y dejá que tu enrrolladora
gire sin parar su estrella
el poema se va
ahora esperá que toque el cielo.
Collage
Los tejados guardan un recuerdo quebrado
de su paso armado por las tardes.
El silencio de mi honda
de hules infinitos
espantaba a los pájaros
en el espacio pascaliano.
Las tijeretas cortaban el cielo
en jirones de tela lapislázuli.
Los chichitotes venían del Otro Mundo de Escher
a posarse en los jocotes maduros
del Árbol Rojo de Mondrian.
Niño hacedor de collages
con pájaros muertos en esa edad
en que las cruces de los cementerios
son violines de Braque tocando al viento
una música de guadañas que silban
a ras de la hierba verde.
Cerco de Piedra
Cerco de piedra, muralla de china,
torre caída de mi medioevo infantil:
lagartijas que eran dragones,
hierbajos que eran inmensos bosques,
huecos que eran pasajes donde mi mano
tocaba el sueño afilado del unicornio
dormido bajo el sol rojo de las pitahayas.
Los Mendigos
aaaaaaaaaaaaaaaaaP. Breughel
Casi no tenemos cuerpo;
la lepra pudre hasta nuestros vendajes,
el alma se engusana como el vino malo.
Junto a las golondrinas
abandonamos los aleros de las ciudades
y sus calles torcidas de sol triste.
Ahí los mercaderes desde sus dorados tenderetes
y los perros bajo las altas ruedas de los carromatos
hurtaban más ágiles el pan y las monedas.
La peste poco visita los campos:
en cabañas o molinos vencidos por el viento
alzamos nuestro fuego de cuatro cenizas.
Las botas de un ahorcado,
el gorro rojo de un peregrino
vestimos para olvidar la helada.
Cojos, nuestros pies de madera
cruzan una colina y otra,
dormimos entre las piedras
bajo el aldabón de la luna.
Los fantasmas del bosque recogen
para nosotros las nueces del tiempo.
Los segadores de agosto
a la altura del trigo
levantan su merienda y sus cántaros
durante nuestra sed del mediodía.
Pentecostés o Nochebuena,
los monasterios tienen preludios de fogatas:
el carbón mísero de sus cenas
es nuestro desayuno por la mañana,
un monje o una mujer vestida de monje
nos reúnen al borde de un plato hondo y sin cielo;
las campanas del monasterio despiertan a los cuervos,
amontonados en la hierba gemimos:
sobre nuestras muletas de roble
picoteamos las migajas caídas del mundo.
Santiago Molina.
(Juigalpa, Nicaragua, 1958). Poeta. En 1982 obtuvo una beca para estudiar
literatura rusa en el Instituto Gorky (Moscú). Residió
casi veinte años en Francia donde se licenció en Literatura
Hispanoamericana en la Universidad Michel de Montaigne, donde también
obtuvo una maestría en Lingüística Española.
Actualmente reside en Jugalpa. Ha publicado Los dominios del aprendiz
(Managua: Centro Nicaragüense de Escritores, 2005, 203 p.) libro
donde recoge toda su poesía hasta la fecha. Tiene en prensa
el poemario Círculos de alfarero.
ilustración: Svetlana Bóndareva