PEZ ON LINE
Te miro (niebla en la recámara como en la noche
azogue),
desde la pelvis semejante a un paisaje lunar,
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaacuarto
menguante;
te miro ida y venida en la blancura inhóspita; blanco sobre
blanco al ojo le viene insoportable.
Duermes o finges dormir arrinconada en el decúbito
de tu almanaque mensual,
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaloca por teñir
de carmín ese páramo
de luna ebria (la novia tísica de los postumistas), con sus
fallas
y estrías las sábanas que lavanda te acogen.
Has llegado con ese horrible uniforme de policía fulero:
el subrayado es mío;
aaaaaaaaaaaacon tantos kilómetros
amarrados a ese peregrinaje
de horizonte barroco y cielo abierto,
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaque puntualmente almacenas
en tus zapatos.
Estás ahí cual la hiedra (es un bolero);
como una piedra,
una gema, acurrucada en la cama triste y vacía,
tu cuerpo;
aaaaaaaalo vi antes caer por el muslo
impecable que termina
en cinco dedos petardos de lascivia estridencia.
Lo había escuchado hace tiempo. En esos pies
pequeños
que hacen frágiles huellas,
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaase anuncia el
muérdago insomne
de una enrojecida querencia.
Allí tiene la pasión en la boca del
estómago, una culebrilla
nerviosa que nos abre todos sus abismos,
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaapara permitir
pasos
de gato a horas negras y amarillas.
Pero ya ven ustedes cómo me pierdo en mullidas
disquisiciones,
sin ton ni son, corazón;
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaate miro a soga corta,
como de costumbre,
y la respiración se me hace una tolvanera de oscuras vellosidades,
de picante olor a selva profunda, reptando
por ese trópico ámbar donde la espalda pierde el nombre.
Te miro largo y tendido y es tu dormir esponjoso,
a todo pulmón, inalcanzable.
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaUn dormir
apretujado,
como de abeja, creciendo de manera minuciosa, con malicia,
como de piedra:
aaaaaaaaaaaaaaatus pechos llenos de cielo
que a otro suelo de lengua, labios y dientes llenos conducen,
tus pezones en línea suben y bajan las estrellas.
Te miro sin ojos, al rojo vivo, en la cima de una
urticante
pimienta (otra sentencia):
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaacrea su cuello
de botella
inaugurando en la garganta incurable, las ruinas de un deseo
habilitado para encampanar la voz a lo más hondo.
FORMA EN TRÁNSITO DE UNA FÓRMULA IMPURA
Propicio a la poesía es el tiempo del olvido.
Me ha llegado en el mejor momento: avanzada la calvicie
y el miembro de preñar, el miembro de hacer venir,
a la espera de un examen de diabetes.
El resultado importa poco a mis años, equilibra
el corazón
una ruma de grageas. (Cuerpo ñoño, errante,
en el berenjenal del día por día, el cuerpo que se aleja).
Propicio al tiempo del poema es el encabalgamiento
polidireccional del sentimiento colectivo.
Salta, a la vista, una marea lujosa de intraducibles labios
del Leteo, devorando, a ininterrumpido ring ring,
las ilusiones del marketing guarda tu piel un torrente
febril de silicona, marcando a marcha tendida,
la periferia textil del abrazo: puro cigarro a mi olfato.
Propicio al tema del olvido es el tiempo de autófago
que el propio olvido ejercita.
Me acuesto Alexis y me levanto ¿quién soy?, de madrugada,
suplicando un sorbo mudo de leche compasiva,
en esa línea horaria en que los hombres se afeminan.
De pronto el amanecer llega, intonso, con sus bidones
y cencerro. Entonces, con sus grilletes y picaporte,
el amanecer borra y todo se pone rancio, color de hormiga
aaaaaaaaaaa enemigo.
-Aires y noticias ruidosas del tiempo presente.
ENTRE NINGÚN LUGAR Y EL ADIÓS
Lugar entre ningún lugar y el adiós es este,
donde se origina una ruidosa intersección de colores
en fuga, donde cruzan trenes aéreos hacia una remota
estación de la luna: eso parece; luna prenatal,
caracolera, similar a un derretido de queso.
En este lugar, que no es ningún lugar sino
un temblor,
brota un ramillete de ojos chequeando el movimiento norte
como el del sur (particularmente este último, que suena,
en cuerpo nuevo, con un lujoso estremecimiento
de caderas): movimiento gordo, movimiento húmedo
de prometer: meter, éter glorioso que avanza
(odorante), a conquistar azules geografías.
Hora: en este ahora que desborda su aquí descabezado,
contemplo el humo en que lentamente te conviertes
-eres ya historia patria-, porque así estaba escrito
la noche residual de los insomnes varones, amontonados
en la capilla del alma inaprensible.
De mañanita: hombres y mujeres en cueros
Dios los trajo al mundo, en un lugar muy lugar
del cual no guardo memoria, repite la noria
su invencible costumbre.
En este lugar, desplegado a minuto en su inexistencia,
una maraña se abre mi cabeza en dos pedazos
hambrientos, traspasando, de un hemisferio
a otro, la horrorosa masa de sentidos: sudoraciones,
agrios fluidos de ingles y entrepiernas me hacen
torpe la boca; desarmonizan la madeja verbal
que retinta en los labios, la comisura del deseo.