|  | XVI 
        Festival Internacional de Poesía de Bogotá  | |
| 
 | ||
| Jorge Gustavo Portella | ||
| 
 | 
| Lo primero que me 
        sorprendió al llegar a Bogotá fue la extensión de 
        su territorio, lo geométrico, lo sembrado. Cierto parecido con 
        Ciudad de México. Los llamativos campos de galpones que eran depósitos 
        para todo lo que necesitaba la ciudad y que ocupan gradualmente el espacio 
        de los sembradíos. Una ciudad que crece continuamente a causa de 
        nuestra pobreza tan americana, a causa de la violencia ejercida por los 
        grupos armados. Así la primera idea: el cambio; y la segunda llegaría 
        al día siguiente, cuando al inaugurar el Festival de Poesía 
        de Bogotá en un lentísimo pero muy agradable “Tren 
        de la poesía” con destino en Zipaquirá para conocer 
        la impresionante Catedral de Sal ubicada en un pequeño 
        municipio que seguramente desaparecerá en el organismo de una Bogotá 
        que no va a parar de crecer. Leer poemas en el tren, alguna breve entrevista 
        para televisión en sus pasillos. Unos aguardientes y la fascinación 
        de ver lugares nuevos, que parecen habernos esperado desde siempre.  Que la tierra era plana Pero a pesar de la belleza de algunos sitios de la ciudad, la pobreza, el frío del desamparo y el olvido aparecen cada cierto tiempo a la vista. La mismísima estación con sus cadáveres férreos guardaba un estado de abandono muy propio de nosotros, los americanos. Lo cual siempre me hace dudar de la labor de todo aquel que en este mundo escribe, aunque me reconforto con la idea de saber que es en el lenguaje donde se puede realizar el cambio de las estructuras sociales, donde debe iniciarse. pero los villanos aprendieron a temer su humo de llegar El hotel, situado en el centro de Bogotá, estaba muy bien atendido, es de agradecerse el carácter del colombiano, tan cercano y amable, algo que se extraña en Caracas. Hoteles, aeropuertos, estaciones de tren o metro, son espacios temporales propicios para la soledad, así que no suelo viajar solo, mi pareja siempre será quien coopere y me apoye en la ardua tarea de hacer visible aquello que en los últimos diez años intento edificar. Quien me acompañe en los pasillos de hotel donde quizás se pasee la sombra de algún minotauro. la que limpia llega Entre lecturas y la hermosa confrontación de los poetas –sobre todo los mexicanos a quienes estaba dedicado el Festival– conocí a Lizalde, el mismo que presidió el jurado del Premio Octavio Paz entregado a nuestro infinito Montejo, que hablaba muy bien de mí y mi Compendio… tanto en su programa de radio en México como a todos los participantes del Festival; Morábito tan sencillo y afable y su dulce mujer, el indescifrable Efraín Bartolomé y su simpática mujer; algún uruguayo; un pintor y escritor colombiano de quien me llevaría alguna obra; y hasta un venezolano: Ernesto Román –que tenemos un pequeño país con inmensas barreras, con nichos-. Leer en bibliotecas, centros culturales, en la Casa de Poesía Silva, en librerías y en el Chorro de Quevedo –donde se dice se fundó Bogotá-. Hablar de influencias y decoros, de Octavio Paz y nuestra tradición, que hay gente que cree que sólo se enfrenta a sus fantasmas cuando escribe, y se olvida de Homero, Borges, Sánchez Peláez y de todo espíritu colectivo. Pero apenas al salir: cruzarse en la calle con un adolescente borracho, que roben a un poeta, que cierren un colegio; y uno de nuevo se pregunta tantas cosas acerca de nuestro pasado y cómo pudimos haber sido mejores. que a tanta democracia le faltan votos Es necesario nombrar y agradecer a Rafael Del Castillo, Federico Díaz Granados y el grupo de jóvenes que les apoyaban en la organización del evento, a las instituciones. Pero a pesar de ellos y de que uno hace contactos, cierra algún libro, esquiva alguna celebración para finalizar una novela y a media noche –con la hermosa mujer a su costado– se sigue haciendo las terribles preguntas, ¿sirve de algo tanta poesía?, ¿un poema evita una muerte, frena una bala?, ¿la poesía puede detener una ciudad? O somos sólo sujetos que nos resistimos tercamente a desaparecer –como cualquier otro– entre tanta modernidad, tanta violencia. se pierde la memoria 
 Envío: (agonía de los trenes de América Latina) Que la tierra era plana pero los villanos aprendieron a temer su humo de llegar la que limpia llega se desconoce porqué yacen los tractores suenan turbulentas las campanas del teléfono y la gente se seca en viejas estaciones se pierde la memoria 
 
 Jorge Gustavo Portella. 
        (Lima, Perú 1973). Radicado en Venezuela desde la inancia. Licenciado 
        en Ciencias Sociales y Especialista en Publicidad egresado de la UCAB, 
        donde actualmente cursa la maestría en Historia de Las Américas. 
        Tiene publicados: Sin intención de oficio, (2000), Ciudad 
        sur (2002), Resquicios (2002), En tercera persona (2005), 
        Sin hábitos de pertenencia (2005), No repitas mi nombre 
        (2005), Compendio de Historia Natural (2006 y Sevilla, 2007), 
        En tercera persona (2006). Ganó el III Premio Letra Erecta 
        de Novela erótica 2005, con La Diosa es un pretexto (Alfadil, 
        2005), A corto plazo. Antología.(Miami, 2007) Fue finalista 
        en el Concurso de Novela Teresa de la Parra, (Alcaldía Mayor, 2002); 
        ganó el Premio Nacional de Poesía “Centenario del 
        Maestro Prieto” (2002) con el poemario ciudad sur; ganó 
        el Premio Nacional de Poesía Tomás Alfaro Calatrava del 
        Conac (1999) con el poemario cruel; recibió el Primer 
        premio en el Segundo Concurso Interuniversitario de Poesía de “Vox 
        Novula” (Julio 1999) con el poemario cómplice del 
        cual había sido finalista en su primera edición (Julio 1998) 
        con el poemario íntimo.  
 fotografías: cortesía del autor. Home: Día de la inauguración en la Catedral de Sal. En esta página: el poeta, extremo derecho, leyendo. En el centro de la mesa, Federico Díaz-Granados. | 
