La vara mágica

(selección de poemas)

Ida Gramcko

 

Paisaje al fondo de un espejo

Estaba exhausta del paisaje eterno:
el mar, una cigarra, una columna,
yo, asomada a las aguas del espejo.
(La cornucopia era una crencha rubia).
Mirándome la frente y el pañuelo
en ascención a las pupilas húmedas
por la trémula escala de los dedos;
mirándome en la luna,
en el claro de luna del espejo.
A su charco avancé, clara y desnuda.
Alrededor hallé el paisaje eterno:
el mar, una cigarra, una columna…
Oí la voz del mar en el silencio;
la voz de la cigarra en la penumbra;
enlacé la columna con mi cuerpo
y al fondo del espejo vi una ruta,
los árboles y el cielo.
Era un jardín no visitado nunca.
Vi estatuas maceradas cuyos senos
caían a la yerba como frutas,
vi fugaces destellos
de fuentes moribundas,
y una flor columpiada por el viento
volaba en el cristal ajada y mustia.
Oí la voz del mar en el silencio:
El jardín se derrumba...
Sé amarán las estatuas, los espectros
de mármol que se ocultan
a la sombra de un pino o en el denso
caracol de una gruta.
Se amarán las estatuas y sus besos
serán huecos sonidos en la tumba
de sus cuerpos sin vida, de los miembros
que en lápida marmórea los sepultan.
Caerá el amor sobre la piedra, muerto.—
Y me habló la cigarra en la penumbra:
—La salvación es el viviente gesto
que se alza de tu ser como una lluvia.
¡Riegue tu surtidor el campo yermo!
El jardín se derrumba…
Te preparan las hojas blando lecho.
¡Abandona la rígida columna!
Cruza el radiante y virginal sendero,
toca la misteriosa cerradura.—
Me encaminé al espejo,
llamé a las puertas de cristal; rotunda
pronuncié mi palabra de consuelo.
El mar sonó a lo lejos... mas ninguna •
voz respondió a mi acento.
Volví a tocar.. . llamé al amor de nuevo;
pero las puertas continuaron mudas.
Ni resonancia ni eco
callaron mi pregunta.
Y llamé largo tiempo...
Y me enlacé al espejo con angustia.
Hubo tormento
y lucha
hasta que un brusco y singular estruendo
llenó la mansa alcoba de iracundia.
Vi descender, agónico, el espejo
y le tendí mis dedos como brújula.
Pero el naufragio se cumplió. Fragmentos
de paisajes clavados en. mis uñas
miré y aún miro en el temblor sangriento
de mis manos convulsas:
un hilo de agua, un pedestal desierto
en que una estatua levantó su espuma,
y una flor azotada por el viento
que en una arista de cristal se mustia.
Mientras el mar suspira en el silencio
y llora la cigarra en la penumbra.







La mariposa disecada

Eras en el jardín, sobre los ramos,
ensueño real que aprisionara un niño
en un cesto de mimbre que su mano
agitaba por sendas y macizos.
Hoy eres cromo rígido del campo,
Un paisaje minúsculo en un nicho.
Ataúd de cristal vela tus párpados
-oro y azul- dormidos.
Los lirios están lejos, y los pájaros.
Las mariposas viven en los lirios.
Mueven el ala pura en el espacio
como en un dedo pálido un anillo.
Y tú estás sola, inmóvil, en un marco,
como el retrato de un velero antiguo.
Alas de sol. Antenas de amaranto.
Rosa caída en aluvión marchito.
La red del hombre vio cómo tu raudo
corazón se embriagaba en un pistilo
y te clavó, con estilete amargo,
en la cama de un viejo pergamino.
Ángel de terciopelo, castigado
a la pared, a la quietud, al vidrio.

 







El espantapájaros

Nunca amaste los pájaros. Es cierto.
Ni a los niños que huyeron de tu sombra
¡crucifijo del hombre contra el cielo!
Se deshizo la ronda
en el jardín; volaron los insectos;
después, las mariposas…
Sólo quedó, en la soledad, tu espectro,
y un niño sólo en la pradera sola,
inválido y sediento.
Lejos de ti, volaron las palomas,
y la ronda infantil en otro huerto
levantó sus columpios, sus coronas…
Sólo permanecieron los almendros
abriendo sus corolas
glaciales como témpanos.
¡No podían volar! Y las bellotas,
los manzanos en flor y el limonero.
Pasaban, fugitivas, las alondras.
¡Pudiste detenerlas en su vuelo!
Pasaron golondrinas y gaviotas,
y mirlos y jilgueros,
y enamoradas tórtolas...
Y maduró tu fruto en el silencio;
en el silencio, sonrosadas pomas,
labios mudos, se abrieron.
Pero hoy el viento sacudió las hojas,
dispersó las semillas y los pétalos
y el pezón de los árboles se agota
en exhausto racimo amarillento.
¡No veles ya! Se marchitó la fronda.
¡Despídete del cerco!
En una alegre emanación sonora,
la .infancia, en ronda florecida, ha vuelto.
Los pájaros celebran su victoria
picoteando tus restos;
tu pecho de aserrín, tu sien de estopa,
la hilacha sin color de tus cabellos.
Te sostiene una estaca melancólica
como al retrato de un payaso muerto.
¡0h trágica derrota;
oh racimo de harapos verdinegros,
oh maniquí del campo que sollozas
mirando el alto nido y el alero,
hermano del fantasma, de la escoba,
del ciprés y del cuervo!
Hermano mío... ¡llora!
Llora conmigo sobre el campo yermo.
Y aprende a amar los pájaros... ¡Que te oigan
cantar los niños y te escuche el viento!
Como un ángel caído al que perdona
la mano celestial, sube hasta el cielo.
¡Que se levante un ala milagrosa
en cada uno de tus hombros, quiero!
¡Que emprendas en tu muerte, que es tu aurora,
el viaje azul al paraíso eterno
en donde un niño solitario toma
gajos de luz que no consume el tiempo
a un árbol sin otoño y sin carcoma!
El niño aquél, inválido y sediento.





La vara mágica. México: Editorial Orbe, 1948.


Ida Gramcko. (1924-1994). Poeta, dramaturga, ensayista, reportera. Publicó los poemarios Umbral (1942), Cámara de cristal (1944), Contra el desnudo corazón del cielo (1944), La vara mágica (1948), Poemas (1952), Poemas de una psicótica (1964), Lo máximo murmura (1965), Sol y soledades (1966), Este canto rodado (1967, prosa y poesía), Salmos (1968), 0 grados Norte Franco (1969), Los estetas, los mendigos, los héroes: poemas, 1958 (1970), Sonetos del origen (1972), La andanza y el hallazgo. Antología (1972), Quehaceres, conocimientos, compañías (1973), Salto Angel (1985), Obras escogidas (1988), Treno (1993). Premio "José Rafael Pocaterra" en Poesía (1961), Premio Municipal de Poesía (1962), Premio Nacional de Literatura en 1977.

En Facebook hay un grupo dedicado a su obra y vida.



fotografía: El Universal, 11-10-1994. p. 4-2.

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