La poesía de Elizabeth Schön (1921) se vincula
con la tendencia esencialista del lenguaje y hay quienes han encontrado
en su obra una visión filosófica, pero su propuesta poética
no se restringe sólo a estos aspectos. La no existencia de los
contrarios ha sido un principio que marca su concepción lírica,
al igual que la circularidad como movimiento cósmico y verbal.
Conocí a Elizabeth en la década de los noventa y mantuvimos
un diálogo fecundo marcado por la amistad y la poesía.
Conversamos en su casa, una típica casa caraqueña de las
que quedan pocas, con un patio interior signado por las orquídeas.
En este diálogo ofrece su visión particular de una experiencia
y convivencia de más de cincuenta años con la Poesía.
- Elizabeth, ¿cómo crees tú
que el poeta puede contribuir con la libertad?
-El poeta puede contribuir amando, porque tú para manejar lo
real, lo real que te da la vida, tienes que amarlo y entonces trabajar
sobre eso. No puedes desligar el amor de tu proceso expresivo, de tu
lenguaje. Claro, tienes que tratar la parte positiva y la parte negativa
de la realidad misma que nos está dando el hombre.
- ¿Cómo se te ha manifestado esa
parte negativa de la realidad, aspecto donde la violencia y el poder
se expresan de manera tan destructiva?
- Desde que estaba muy niña, desde un día que vi a un
muchacho completamente amarrado a un poste de teléfono y le sangraban
las manos, un muchacho de doce, catorce años. No sé quién
era, si él había robado, si había hecho algo. En
ese momento, sentí un acercamiento hacia eso. Fue mi primer contacto
con la parte negativa de la vida. Lo complejo de la vida está
en que tanto el bien como el mal están constantemente caminando
juntos, no caminan separados. Si alguien lucha por una libertad, tiene
que ver qué es lo que le impide la libertad. Entonces, tanto
la libertad como la opresión van juntos, aunque en la realidad
tú puedes decir este lado es una parte y éste, de otra.
Para mí es muy bello ver como se desenvuelven los hechos existenciales
en la vida, bellos en el sentido de que yo pienso que las libertadas
han triunfado. La libertad nace cuando tú sales del vientre.
-Y esa libertad, ¿cómo se concreta
en la palabra poética?
Amando. Porque la libertad nunca puede ser sólo para ti, la libertad
tiene que ser para todos. Y el poeta cuando sólo habla para sí
es como quien se toma un jugo de naranja y olvida por completo la siembra
de donde nació esa naranja, ese fruto. La misma libertad te da
el hecho de amar más. Si estás restringida, sometida,
no puedes amar con una plenitud.
-¿Cómo se da esa relación
entre el amor y el poema?
-Una palabra no cabe en el poema, el amor la encuentra. El amor es una
fuerza generativa. El poema es una fuerza generativa combinado con la
sensibilidad, la emotividad, el recuerdo, las presencias. Todos esos
factores íntimos del poeta se unen para equilibrar. El poeta
sitúa la palabra donde tiene que estar por consistencia del amor.
El amor permite que el poeta encuentre el lugar que falta. Cuando al
poeta le falta el amor, el poema sale descarnado como si le faltara
un aliento.
-De alguna manera, estás proponiendo una
estética que gira en torno del amor, del eros como fuerza vital,
una estética del ágape. Es obvio que tu escritura poética
ha sido un ejercicio de amor, pero también ha sido un ejercicio
de rigor. ¿Cómo coexisten estas dos fuerzas?
-Por el mismo amor. El mismo amor te enseña a tener un equilibrio.
Al romperse el equilibrio, todo queda como un árbol caído.
Lo bello es que ese árbol crezca y mire hacia el cielo. Creo
que el amor en ese sentido es indispensable, porque por el amor tú
consigues un rigor. El rigor no está allá fuera solo.
El rigor es producto de un conocimiento, de un conocimiento donde van
implícitas la libertad, la razón y la intuición.
El rigor de un poeta se consigue a través del hombre y por la
palabra, por hacer que lo que él diga de la realidad tenga algún
espejo donde los hombres se puedan mirar, o encontrarse o no encontrarse.
-¿Cómo concibes el poema como espejo?
-Es lo que alumbra. Es un espejo donde los hombres se puedan mirar.
El espejo alumbra tu cara, la poesía alumbra al hombre para encontrarse
o para no encontrarse, porque cuando tú rechazas un libro por
X motivo, tú no te has encontrado en ese libro. Lo apartas, no
te convenció. ¿Por qué? Porque tu rigor, tu exigencia
se han ido elaborando en un sentido muy propio e imprescindible para
acatar o no acatar. Ese acatamiento no quita que mañana o pasado
tú puedas aceptarlo un poco más. Yo no creo en la rigideces.
A veces el poeta se hace un poco rígido y quizás es por
miedo.
-A partir de esto es inevitable preguntarte cuáles
han sido los espejos que te han alumbrado en la poesía: esos
libros, esos poemas, esas voces que te han alumbrado el rostro y que
han alumbrado tu palabra.
-Cuando tomo un libro de poemas, lo abro. Leo una frase o, quizás
sea demasiado rigurosa ahí , dos o tres o cuatro o cinco o seis,
pero si de repente yo logro ver su raíz me quedo con ella. Entonces,
me alumbro. Me llena de luz porque estoy viendo una raíz que
se extiende hacia la naturaleza, hacia la vida común, hacia el
objeto más pequeño, más mínimo. Ahí
está y alumbra todo, porque la palabra alumbra. La palabra, para
mí, es una claridad, pero no es la claridad del sol porque la
claridad del sol se va y viene, la claridad de la poesía siempre
está ahí. Y es bello cuando tú coges, por ejemplo,
a Ida Gramcko que te dice “el mismo yo mas caracol”: allí
hay un mundo tan largo que tú llegas a tocar lo más mínimo
de la arena. Por eso yo creo que la poesía tiene el poder de
alumbrarnos, pero con una luz donde participa el caracol, el yo, el
mismo yo, todo. No es una luz divisoria, es una luz unificadora, por
la raíz. Yo no concibo ningún poeta si no lo levanta una
raíz, bien sea el amor hacia lo más pequeño, bien
sea el amor al sexo, bien sea el amor al desgaste, porque tú
para escribir sobre el desgaste tienes que de alguna manera amarlo.
No puedes sentirlo de otra manera, no lo puedes sentir como algo fuera
de ti sino parte de la vida. Entonces, tú, para darlo tienes
que amarlo aunque sea doloroso porque cómo lo vas a dar. De otra
forma, te sale algo completamente seco.
- En todo esto, ¿qué papel cumple
el miedo?
- El miedo es un temor a no tocar... y a no dejarse alumbrar por lo
que está ahí.
-En lo último que has estado escribiendo,
¿ha estado el miedo presente?
-Está el miedo porque primeramente es la sensación de
no poder. Ya ahí te frena, porque crees que no vas a poder. Es
una lucha. Pero, el miedo es mucho más fuerte y tú no
lo eliminas. Vamos a suponer, que es mucho más sencillo. Este
cuarto. Cierro las puertas y lo dejo en la oscuridad... Tú, en
seguida lo que piensas: -Ay, me va a salir un fantasma. Y te asustas,
porque ni sabes cómo es el fantasma ni sabes lo que es lo oscuro.
Lo oscuro es lo lumínico, pero es lo oscuro por el miedo. Se
hace oscuro por el miedo, porque el miedo te impide ver la claridad
que trae el poema. Por ejemplo, Huidobro tiene momentos, tiene palabras,
tiene imágenes que te proponen lo oscuro, te proponen el desgaste,
te proponen el hundimiento. Pero, tú te encuentras que al lado
de todo eso hay una proposición de claridad.
El silencio es lo más fructífero del mundo.
-Me has comentado acerca de una sensación
de memoria tomada, borrada, que sientes actualmente por el momento que
se está viviendo, momento donde a veces se nos pide que tomemos
posiciones extremas. ¿Cuál sería tu papel como
poeta en estos momentos?
-Para mí, los extremos nunca han sido muy provechosos. El extremo
es cortar otro árbol y tú no tienes derecho a cortar.
Pero a veces, es necesario un extremo. Cuando hay un gobierno totalitario
y de extrema, eso cae por él mismo. Nunca se han sostenido. El
poeta debe de buscar siempre las raíces. A mí nunca se
me olvida que quién más me enseñó eso a
mí fue Lao Tsé cuando dijo que el estado era innombrable,
porque entonces tú te sientes con plena libertad de crear. La
raíz es innombrable. Al constituirse en una forma ya inmediatamente
implica lo Uno, tú eres el que va a formar ese Uno. No sé
si me explico. Cuando Tales de Mileto te dice que el agua es la esencia
del mundo, te da algo que es Uno.
-Pero, ¿también no lo recibes?
-Lo recibes pero en ese recibimiento te está impidiendo llegar
a lo innombrable. Eso Uno te forma tu propia concepción. La raíz
de tu percepción no es tuya sino de otro. Apunto a Lao Tsé
como algo que me deja libre para yo sentir casualmente que lo innombrable
puede ser cualquier cosa. Cuando se encuentra algo que es fundamental,
que es tu raíz, que es lo que te alumbra y tú lo pierdes,
uno se puede volver loco porque, desgraciadamente, no sabemos conformarnos
con la nada. Porque la nada es como un silencio, aunque yo creo que
el silencio es lo más fructífero del mundo.
-¿Cuál ha sido tu experiencia con
el silencio en la escritura?
-Un proceso. El silencio es como una semilla. Va interiormente preparándote
para tú recibir todo lo que te viene, porque a uno le viene,
a uno le llega. En ese llegar, da. No es un callar en el sentido correcto
del lenguaje. Del silencio surgen, amando al mundo, las mujeres de Reverón,
las playas de Reverón.
-Ante los acontecimientos del mundo que el poeta
contempla, ¿el silencio podría ser una etapa, un derecho
o es un pecado?
-Yo no creo que sea un pecado, en absoluto, ni es una etapa. Él
está y tú lo oyes de vez en cuando. Es como el alma, el
alma se oye porque ella se mueve dentro de ti. Él que no lo oye
es porque se ha aferrado a lo otro, casi siempre a lo negativo. Tú
cierras este cuarto y hay un silencio total y siempre ha estado ese
silencio ahí, lo que pasa es que los muebles, la perra, la palabra,
el habla, son como la ola.
-Pero, nuestra sociedad actual pareciera no entender
o no aceptar el silencio.
-Claro, es natural. De ese silencio nace el sonido y para darse necesita
la fuente que es el silencio. Por ejemplo, tú lanzas una piedra
y en ese momento la distancia que atraviesa fue hecha por un silencio
anterior a cuando tú la lanzaste. El silencio y la soledad son
fuentes incubadoras.
-¿Cómo ha sido tu experiencia con
la soledad?
-Desde muy niña, distinguí que el cielo era azul y como
yo nací en una familia muy religiosa, yo pensaba que el azul
era por la virgen, porque ése era la falda de la virgen. Entonces,
yo me sentía acogida. Yo lo veía distante pero no perdida
porque ahí estaba el manto del silencio como si lo pudiera tocar
con un dedo.
-Y esa religiosidad, ¿cómo se hace
poema?
-Amando. Porque el amor es el que provoca la transformación del
hecho en palabras. El amor participa de la imaginación, participa
cuando tú intuyes, cuando tú pronuncias... Es el amor
el que provoca, como si cogiera todas esas cosas y elementos y los unieras.
Por eso es que tú puedes pronunciar, puedes decir : “el
mismo yo, mas caracol”. Eso no sale así tan suavemente.
Claro que tú no percibes eso. Pero está ahí porque
en ti, hay amor; en ti, hay silencio; en ti, hay soledad. Y la soledad
no es un desamparo, es una riqueza.
-Todas esas coordenadas que forman el mapa de tu
escritura, incluyen también el desamparo.
-Como no... pero yo he ido viviendo. Hay desamparo porque perdí
lo más esencial que fue mi madre. A veces, en el caso mío,
eso no lo llena nadie. Yo siento que me lo puede llenar la muerte.
-Nos estás hablando de un ciclo que se cierra,
eso tiene que ver con el movimiento circular y abarcante que se observa
en tu escritura, movimiento que no deja nada afuera.
-Todo ese movimiento interior brota dentro de mí y lo doy. Lo
importante es que el otro descubra esa luz de la que yo hablo y que
yo la tengo como en la intuición, pero cuando la leo soy capaz
de ver la redondez y todas esas cosas, pero me digo: -¿Esa soy
yo? Entonces, me entra el miedo.
-¿La poesía conduce a vivir constantemente
con el miedo?
-Sí, constantemente. Porque te asustas. Por ejemplo, cuando escribí
La espada, yo jamás en la vida había pensado
escribir algo de la espada. Nunca. Porque para mí una espada
era una señal terrible, pero resulta que en el libro se me transforma
en la señal del equilibrio. Es la espada la manera de cortar
inteligentemente lo que no es positivo para los demás.
-¿Para ti la poesía tiene un sentido
más allá de lo estético?
La poesía no puede ser un adorno, una cosa bella. La poesía
tiene un contenido humano espantoso. Su problema es el hombre.
-¿Qué es lo que te ha dado la poesía
a ti, después de entregarle tantos años de tu vida, tanta
pasión?
-Haber podido descubrir ciertos aspectos de la vida y saber que ciertos
libros míos llegan al público y saber que son útiles.
La versión íntegra de esta conversación
fue publicada en Versos comunicantes II (poetas entrevistan a poetas
iberoamericanos). México: Alforja, 2005