La hermética maravillada

(selección de poemas)

María Calcaño

 

El hallazgo

Hoy me lo he hallado
en el camino
y cosas tan buenas me ha contado
que vengo embriagada
como un vino...

Cuando se es campesina
y se presenta el amor
no se puede decir nada.
Ya mi voz está menguada
por una garra divina
de temblor.
Y por nada diera
este hondo rubor
que me lame como una hoguera,
lengua de destino, brujería de amor.

Hoy me lo he hallado
en el camino:
me probó con gusto como a los frutos sanos,
y yo no hice otra cosa
que quedar temblorosa,
deshojada como una rosa
en sus manos.

De Alas Fatales, 1935








Fiereza

Cuando me llama él
me sabe a miel
el nombre.
Y hasta la pena
me sabe a flor,
a cosa buena perdida...

Hondo y arraigado
llevo en sagrado
signo su cariño
y un pensamiento fiero
me filtra su lejano
gozo venenoso:
porque hasta su nombre
fuera mío solo,
quisiera matar ese hombre!

De Alas Fatales, 1935









Poema del destino fundamental

Es amor.

Es lo que no me deja morir.
¿Quién ve en mis grandes delirios
temibles celadas,
carne, desatinos?

Por mis muslos claros
la tierra cumple su destino.
Corre la delicia.
Se padece el gozo.
Y es como espejo
de agua deslumbrada sobre un altar antiguo,
este regazo mío
colmado de niños
en la pleamar del mundo.

¡Qué feliz soy
dentro de la alegría universal!

Envejeciendo junto a los árboles
me dispersaré
sin perder este júbilo.


De Entre la luna y los hombres, 1961









Canción para soñar la pradera de un hijo

Hombre que me deseas,
líbrame de este largo arrebato de anillos.
En este espacio blanco
hay un niño crecido de tu boca a mis ángeles.

Apágame el sentido
de un zarpazo de lunas.
Mi tierra echará flor
en los surcos de espanto que me dejen tus besos.

Sólo así:
ausente y maravillada
y desprevenida como el mundo.

Como rama con fruta.
Mi ancho grito
apagado en canción.
Forjada en copo suave
como para tumbarme sobre orquídeas y lirios.
¡Un niño! Sin asombros.
Como niños le crecen a las ciudades.

Mi beso ya no tiene pleamares.
Y ya no sé dónde estoy...

De Entre la luna y los hombres, 1961









A precio de ángel mi blancura

Soy todavía hermosa.
Y quiero.
Suelta por los campos
como las hojas.

Y no soy libre.
Pero es fresca mi boca,
siempre extendida
junto a mi brazo desnudo.

Pero esos caminos
que alzan a la vida mi destino de amor,
cuando a precio de ángel
mi carne blanquísima.

Ahora estoy rica.
Y ando orgullosa, y corro...,
como un muchacho cuando alcanza un nido.

Con este verso
y esta flor que he ganado.

De Entre la luna y los hombres, 1961









Cuando me abrazo a ti,
te nutre mi devoción
por las culebras.
Vestida con tus manos
como por nadie más, sólo te pediría venturas,
para vivir conmigo.

Reclamo de los días
entre mis propios senos.

Casa de fabricantes y abuelos.

La mañana cede
como fina madera gratísima.

De La hermética maravillada (1938) (Poesía inédita)

 






Los venezolanos sabíamos poco o nada de María Calcaño hasta hace unos veinte unos. Nacida en Maracaibo (1906), su obra poética fue silenciada por más de medio siglo por cause doble: silenciada, en primer lugar, y como buena parte de la producción literaria de provincia, por la imposibilidad de acceder a los incipientes circuitos de difusión y distribución de los bienes culturales con los cuales contaba la nación a inicios del siglo XX. Acorralada y desconocida, además, porque su poesía tocaba fibras sensibles de la moral en uso, en una ciudad que se ha distinguido a lo largo de su historia por alimentar un persistente y agüerrido conservatismo.

La lectura de su obra es, pues, reciente, y tal lectura no sólo acabó por darle carácter a esa obra, carácter que posiblemente haya limitado y empobrecido el abordaje de su poesía como un todo; sino que del mismo modo, y apoyándose en el espíritu erótico que campea por sus versos, terminó por inventar al personaje mismo.


Cósimo Mandrillo. “Prólogo” (fragmento), María Calcaño. (2008) Obra poética completa. .................Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana. 315 p.

 

 

María Calcaño. (Maracaibo, Venezuela, 1906-1956). Publicó: Alas fatales (1935), Cuentos sin patria (1940), Canciones que oyeron mis últimas muñecas (1956), Entre la luna y los hombres (1961, póstumo). Cósimo Mandrillo ha hecho una labor fundamental en la difusión de su obra a partir de la década de los ochenta del pasado siglo.

 
 

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