El puente
El primer puente
apenas una piedra
que superaba el río
en la crecida.
O bien un árbol seco.
Luego
fueron piedras y piedras
yuxtapuestas,
nació el esbelto arco.
Más tarde, recios puentes,
los de acero,
los que son largos como caminos.
Ya los ríos que llevan a los hombres,
los hermosos lagos
y los brazos de mar
no fueron más
agua que nos separa.
No sabe el árbol
No sabe el árbol
que este es un nuevo año.
Igual que ayer
la savia corre
como el río que persiste fugitivo.
Y el caballo que sueltan por la noche
se pasea entre las yerbas
como siempre, mastica distraído.
No sabe que es la fiesta de año nuevo.
Ellos ignoran
los minutos, los siglos, los milenios.
Los ha inventado el hombre porque teme
al tiempo sin riberas.
Microscopio
Había una red
de filamentos tenues,
había puntos oscuros,
laberintos, manchas de tinta,
entrecruzadas líneas,
maravillas
que nadie había pensado.
Sólo cuando llegaste
nos diste nuevos ojos:
entonces
vino a crecer lo mínimo escondido
y encontramos paisajes,
ríos, árboles entrelazados,
perdidos en la célula,
dormidos en ocultos tejidos.
Y era
tan grande esto, pequeño e ignorado,
como el mundo de antes
que veíamos con ojos naturales.
VI: Estancamiento
El tiburón ha cambiado poquísimo
en el
curso de trescientos millones de años…
porque nace bien provisto para la lucha.
Jacques-Ives Cousteau
Frederic Dumas
En miles de milenios,
cuántos peces
ha devorado el tiburón.
No más nace
y ya apresta
las ávidas mandíbulas,
los dientes triangulares.
Y siempre, casi siempre,
cuántos miles de veces,
resulta victorioso.
Mas, por otra parte,
en miles de milenios,
no ha cambiado nada
el tiburón. . .
Escribir
A mi amiga Elizabeth Schön, poeta,
compañera en el dolor y en el goce de escribir.
¿Habla a mí ser el agua de las nubes,
el agua que yo soy en ellas viaja?
¿Qué me une hondamente a la raíz,
a los árboles multiformes,
a los pájaros cerca de mi ventana
que escucho rumorear entre las ramas?
Algo tengo en común
con el plumaje de las aves,
con el venado y su brillante piel,
con la erguida palmera y la raníta
modesta que alegra mis noches sin ser vista.
Algo tengo en común,
viene de lejos. . .
Pero sólo yo tengo
el pensar como pienso,
el escribir mis versos
para todos los seres
que corren, nadan, vuelan
o quietos permanecen.
Carlos Augusto León. (Caracas,
1911-1997). Poeta, ensayista, articulista, profesor universitario. Doctor
en Ciencias Físicas y Matemáticas. Entre sus poemarios
publicados se pueden mencionar: Los pasos vivientes (1940),
Canto de mi país en esta guerra (1944), La niña
de la calavera y otros poemas (1948), Canto a Corea (1949),
Canto a la paz (1950), Yo te agradezco, amor (1957),
Sobrevivo (1967), Tratado del recuerdo y del olvido
(1969), Torre de amor (1970), Los ojos abiertos (1971),
Venezuela (1973), Naturaleza secreta (1975), Los
círculos concéntricos (1981), Juegos del yo;
poemas 1984-89 (1989). Entre sus ensayos destaca Las piedras
mágicas. Hacia una interpretación de J. A. Ramos Sucre
(1945). Obtuvo entre otras distinciones el Premio Nacional de Literatura
(1948) y el Premio Municipal de Literatura tanto en poesía (1947)
como en ensayo (1945).