Menciono el alba con mi perro
que, en el patio de la casa,
perseguía mariposas tornasoladas, rojas, azules,
como alucinaciones.
Pero las mariposas negras
permanecían prendidas a los techos,
inmóviles por muchos días,
hasta el advenimiento de las lluvias.
Había entonces oscuridad en mi corazón,
y veía las puertas viejas,
las escoriaciones de los muros,
y en las revistas que leía mi padre,
veía relámpagos sobre ovejas
desbandadas entre rocas.
Eran viejas historias de lejanas tierras de olivares.
Ah, pero en la renegrida cocina se encendía la leña,
y se enrojecían en las paredes los brillantes grumos de hollín.
El gato miraba algo, allá entre los crisantemos,
fijamente, hasta que un trueno oscurecía las montañas.
Así mi edad reconocía las tinieblas.
De Por arte de sol, 1958
fotografía: s.t. maría
antonieta flores