|
||
Arte poética V |
||
Santos López |
V Creo sinceramente que para hablar del poder de la palabra en relación con la poesía, se hace necesaria una referencia a la voz, a la saliva y a la intuición. La palabra es un cascarón vacío. El Verbo es el espíritu encarnado en la palabra. No estoy diciendo nada original. La voz es la réplica de un hálito original, amarillo, una especie de chispa divina que recibimos y proviene de lo más profundo. La palabra termina siendo nuestro más inmediato ancestro. Ella es un vínculo que sostiene al hombre no sólo con la naturaleza, sino también con lo sobrenatural. El poder de la palabra consiste en activar ciertos ejes y núcleos dentro de la escritura del poema. Los verbos son claves en esta activación. Por ejemplo, en mi poema "Cenote madre", la activación la hago sobre lo que considero es su centro receptivo, su núcleo: "Dime". Este verbo, activado casi imperativamente, atrae luego las demás palabras en torno a sí, en torno a la idea, de manera recurrente. En el castellano, las vocales y consonantes tienen igual valor; así la idea es más frágil, se evapora más fácilmente. Vocales y consonantes: alma y cuerpo de nuestra lengua. El lazo puro con lo oculto -lo muerto- es el vínculo impecable que tienen las palabras para mantenerse juntas. Cuando por necesidad del corazón las palabras son dichas, nacen empapadas de saliva, se vuelve objetos o amuletos que pueden realizar una acción. Al hablar oramos. La tradición nos enseña que un hombre puede esquivar el lanzamiento de una flecha, pero no el de una palabra o una oración.
fotografía: Iván González |