El baño
Turco
El viejo maestro
pasea sus ochenta años
en los aposentos de la sensualidad.
El deseo,
apenas recuerdo
en pasos dormidos.
Pero
un nuevo aliento
sostiene el pincel
que por cuatro años
terca y pacientemente
dibujó
la desnudez
de estas formas.
Todo le susurra
sudor
vapores del agua
azahares
pétalos
de embriaguez
en las oquedades.
Voces perdidas en sus deseos
se prolongan en la humedad.
Su mirada acaricia la espalda
que será ajena
en otros ojos.
Lección
“Describe el viento, ya de tierra, ya del mar.
Describe una lluvia”.
La tarea, maestro, es fatiga y lentitud.
¿Cuánta vida debo entregar
para quien
indiferente
mira
como quien pasa una página?
¿Por qué me obligas
a esta callada persistencia
en medio del ruido?
¿No basta
con mirar
el viento, la tierra, el mar
la lluvia?
Caujaro
Cordia alba
fue el bautizo
de un nombre ajeno
porque
Caujaro
sólo eres
cuando
mi memoria
pone en la lengua
la huella pegajosa
de tu carne
Aprestos para un viaje
Que tus ojos
sean fieles
al asombro.
Que tu respiración
contenga
el nuevo aire
de la ciudad
desconocida.
Que tus pasos
no se cansen
para volver
a casa.
Que el lecho
te recuerde
un cuerpo
esta
sangre
esperándote.
A un padre
¿Puede tu dolor dolerme?
Cambiemos
tu cuerpo por el mío.
Tu hambre será hijo mal concebido,
tu sueño invadirá mis ojos
y no habrá reposo
para este sufrir
heredado
que vivo en vida ajena.
La tarea es ardua,
lo sé.
Sobre mi espalda habré de cargarte.
Saldremos de la ciudad arrasada,
las llamas
son perros que ladran
las piedras,
ruidos de navajas.
Te llevo
a buen puerto
aunque ya
no me mires
y mis lágrimas
sean
vanas
para despedirte.
Dices tu primer nombre
Dices tu primer nombre
lo dices
completo.
Sin el padre
que no te vio nacer.
Tampoco morir.
Sólo
el idioma de tu madre
escribió en tu piel
lo vasto perdido en cactus,
torrentes de sal en la boca,
sedes apagadas con más sed.
Por ella la memoria,
el silencio con el que medías el paso del sol,
la hora de cenar
la cuenta exacta de las últimas horas.
Das tu nombre
la lengua no hace eco
para traducirte.
Más alto, piden.
Más fuerte dices
tu nombre,
pero nadie
nadie
te escucha.
Fragmentos
Cada año
se incendia
en nuestras manos.
De este fuego
vida
abrasada.
***
Tú me salvas
cuando el ángel
de lo terrible
de lo hermoso
(lección de Rilke)
pasa
y se aleja.
***
El inclemente
no espera nada
de la piel muda
que le oponemos
Los poemas seleccionados pertenecen a
los libros Aquí ya no pintan bodegones y Ceremonias
del decir, ambos inéditos.
Moraima Guanipa (Maracaibo, 1961). Periodista, poeta
y docente de la Universidad Central de Venezuela, con Maestría
en Literatura Venezolana. Periodista especializada en Información
Cultural, trabajó en El Impulso y coordinó las
páginas culturales de El Universal. Ha publicado ensayos
sobre cultura, arte y comunicación en revistas especializadas y
arbitradas. Es autora del libro Hechura de silencio. Una aproximación
al Ars Poética de Rafael Cadenas (2002) y su trabajo poético
ha sido publicado en los libros La jaula de la sibila (2002),
Bogares (1998), y las plaquettes Voces de Sequía y
Ser de agua.
fotografía: cortesía de la autora
|