Antes de la explosión

Samuel Trigueros

 

Más lejos

Decir decir decirlo todo
en partes
en pequeños bloques
en largas tiradas de sonidos o de tinta

lanzar un tenso cable hacia la nada
o hacia las esferas

pedirle a Withman prestada
esa araña que lanza filamento
para envolver al mundo al menos los pesares
en sedosos verbos
en el capullo de los párrafos

decirlo todo a plena vos
sin atender los vetos
los decretos
la coartada
la mordaza
sacarlo todo desde el fondo del magma
hasta la superficie y más
más lejos de la piel rosada de los labios
de la testa
hacia el aire activo que camufla bestias
transparentes muros
cianóticas miradas del cíclope

no claudicar
armar por dentro un cubo
una esfera
una pirámide llena de significados
apuntando hacia el vacío externo
puesto que adentro sólo
al menos solo
hay un cadáver soñando con la vida
hay sombras caninas de azafrán o copal
esencias indistintas elevadas
en penachos de humo
en grandes frases
o en minúsculas aparentemente grandes frases
en espejismos bondadosos para expulsar la realidad
de la realidad
en fin
preconizar
alzar un credo un nicho un altar
unas hermosas nubes radiadas
y en medio la gran palabra
METALENGUAJE
para burlarse
para hacerlos volar con solo la nostalgia del metano
horadar los cráneos y los pechos
hacer girar el barreno de silencio
entrar en la materia bofa a colocar un gran cartucho
una candela de palabras sin prestigio
romas
de tanto ir y venir de boca en boca
sin las aristas asesinas de otras
las de ellos
para encender la mecha hasta decirlo todo
en partes o en pequeños bloques
mejor en grandes explosiones
cuyo origen es apenas
una historia sencilla
personal
que indescriptiblemente
toca las esferas.








Antes de la explosión

He pensado en la excitación del gas
he imaginado los lentos remolinos que se hinchan en secreto
antes de la explosión,
he visto el instantáneo girar inútil de cabezas
la onda expansiva y su bofetada de vidrio,
los cuerpos partidos, desmembrados
sin instrumento,
sólo por el cálido aire convertido en arma;
y he pensado
en la transparencia de la vida y de la muerte,
en la frágil condición de fiera que tiene la existencia
y en la dificultad de atraparla en la redoma transitoria de la piel
llena de inestable sangre,
colmada de horas y días confabulados en la terrible
manifestación de lo que fue y no vuelve.

Entonces
otra vez he vuelto a recordar a Robert Fulton,
a Conrad y Zósimo Zara dormidos en la colina;
y he pensado que un cementerio burgués
es igual a un vertedero en la retina de los pobres;
y que el jardín del pobre es lo mismo que un basurero
en la ceguera de los potentados.

He llevado a la colina una corona
hecha con el perfume con que la belleza
hiere, mortal, la iniquidad;
y he pregonado que muerta la injusticia
se acaba la necesidad.

El gas gira y se expande.
El gas tiene la misma seducción del abismo,
el mismo extraño magnetismo que luego,
convertido en noticia,
publica los restos de la vida, la increíble
constatación de la eternidad
reducida a unos cuantos trozos amoratados
esparcidos para la fría pupila del forense.

El gas tiene la elocuencia de un dios tranquilo
en cuyo seno descansa el estro de la sombra y del subsuelo.

Antes de la explosión
canta una vieja canción de cuna
y cuenta los pesares
en la pesadilla del pobre y dice que aún
el que tiene sus dedos cuajados de oro
alguna vez escarba en su nariz y encuentra
primicias del sepulcro entre las heces del llanto.

Así
he aprendido a diafanizar mi pecho
aceptando la suma de todos los errores,
soportando el destello brutal de las virtudes.
He compartido el pan soso del humillado
y he bebido
el vino amargo de la desesperación.

Alguien que supo mis carencias
Perdió su alma al confundirlas con miseria.

Entre la inmensa turba enemiga
mantengo a salvo mi cáliz compartido
y en secreto me nombro sobreviviente de mí mismo.
He domesticado la poderosa seducción
de llaves y conjuros
y me he quedado quieto adentro de mí mismo
cuando la desconfianza arrecia y arde mi corazón
como un auto desmantelado en medio de la noche.

Ahora, dentro de poco, han de arrebatarme
los mismos corceles
de gas mortal que se llevaron a Elías
y vivieron sus últimos momentos
entre flores silvestres
en un campo baldío de suburbio.

La distensión de su carne
y el resplandor de sus huesos
hicieron germinar el pasto de la humildad.

Y voy tranquilo, pues he visto al amor
hacer castillos en el aire negro del consuelo,
balo el palio
de las constelaciones impasibles.









Bar

Ajetreo natural:
comprar el aserrín, barrer el piso,
echar creolina en el meadero,
preparar boquitas, alistar las mesas,
revisar la bombilla oscilante,
apilar las bebidas para que se enfríen,
pagar facturas y hacer otro pedido;
permutar un borracho por otro,
un vómito por otro,
un enigma por otro en las conversaciones espasmódicas:

Vocación:
una mano que cambia interminable
la galaxia de la luz quemada, que toma el plato de la sal,
lo lleva a la cocina y lo devuelve
intacto,
con la misma sombra y desamparo.

La música cabalga sobre el corazón.
Piernas frías se abren
y abrazan aberturas y obeliscos:
piel de la soledad,
negocio tácito, efímera pasión.

Hermanas del alcohol, las luces
cumplen su misión:
anunciación del vértigo.
Ciento cuarenta compases venéreos
entre el azul y el rojo:
tiempo líquido enervante,
senos pequeñísimos de barrio.

Saltan astillas del espejo, un perro ladra,
atrás vienen los gendarmes;
mesas de vidrio erizadas,
vértigo,
nada,
NADA.

El cubilete está en el aire y más abajo,
quietos por fin,
los dados marcan las seis de la mañana.









Ofrenda

Este silencio es tuyo, aunque no lo sepas.
Estamos en una habitación hinchada de palabras:
los invitados cuentan pequeñas nimiedades
con las que van llenando
huecos vacíos en sus almas:
relatan las proezas de sus hijos,
comentan
los caprichosos episodios de la política local,
las guerras televisadas y el alza de los precios.
Y las miradas hacen una telaraña
de seducciones y sospechas.
Los vasos chocan -de ron colmados-,
lanzan chispas al aire de felicidad barata;
y en medio de todo ello,
bajo todas las palabras,
este silencio mío, pleno de ansiedades,
cruza como un cable de aire electrizado
hacia el centro de tu alma.

Nadie lo sabe
o solo yo (ingenuo) pienso que no lo sabe nadie
y que es la dulce flor inmaterial
en cuyo aroma flotas como en un lenguaje
recién inaugurado:
corona de misterio, nasa
para la profundidad de tus abrazos,
diente de león en lentitud soñando
caer en las colinas suaves de tus senos.

Las horas pasan.
Suena la abotagada campana del cansancio,
se apaga el brío de los invitados:
son guerreros caídos de cuyas bocas manan
ternezas e improperios,
llantos gratuitos,
promesas de fidelidad fraterna,
proyectos de resucitar la patria,
babas,
babas
a las dos de la mañana.

Queda después la delicada lasitud
de tu cuerpo como después de un largo viaje,
la fina comunión con que a través de todos los instantes
hicimos un capullo para el alba; queda
el ámbar somnoliento de tus ojos
y el dulce poderío
de lo que no dijeron las palabras.








El mañana

Dentro de mil años,
sí, dentro de millones de años te diré:
¿Sabes dónde estás?
Estás en mi corazón.
William Heinesen

 


Ahora me voy
y algo, temblando, queda
en el aire.

Pasarán sueños,
años;
el fuego volverá
a su sereno origen
al fondo del invierno.

Caerán
bloques de tragedia
al sitio antípoda
de nuestros corazones.

Alguna vez,
cuando todos se hayan ido
a conocer la fauna de la tundra,
a reinventar
la estructura de los aguijones,
a ejercitar el corazón y el albedrío,
un hálito del tiempo visitará tu alma.

Entonces,
inútil ha de ser, amor,
la amarga
sabiduría de los desengaños
y la insidiosa música de la esperanza:
en silencio,
separados,
sólo el llanto
nos ha de recordar, amor,
lo que dejé en el aire y ya
será irrecuperable.









In memoriam

Salí de la estación del polvo y he llegado
a la edad de mi silencio.
Las flores del amor cubrieron mi cabeza.
y algo de sombra, además, se hincó en mi pecho.
En los adioses descubrí una interminable rosa de ceniza
y en los abrazos un caleidoscopio de milagros.

Ah, si pudiese enumerar los cantos,
las lágrimas brillantes y ardorosas, las ciudades
y los pechos que me recibieron,
los templos interiores de mujer que en fuego visité.

Si me fuese dado el tiempo
para decir lo hermoso y lo terrible,
lo breve y, a la vez, cansado en que se resumió la vida;
y así, engañando un poco a los olvidos,
vivirla una vez más.

Pero el silencio es una pasta espesa dentro de mi boca
y las estrellas disminuyen su número en mis ojos.
Las puertas azules de mi casa han sido hurtadas
y el viento es mi paz y mi sudario.

Ojalá puedas leer mañana estas palabras
y en su dominio soñar con algo como una música lejana,
el roce de una mano,
el transitar fugaz de alguien que cruza en tu memoria
(tibio fantasma mío del amor de antaño),
lejos ya de toda carne y todo espacio.





 

Samuel Trigueros. (Honduras, 1967). Poeta, editor de textos, actor y director de teatro. Ha publicado los libros El trapecista de adobe y neón (poesía, relatos e ilustraciones, 1992), El visitante (cuento, 1992), Animal de ritos (2006) y Antes de la explosión (poesía, 2009). Sus poemas, relatos y ensayos aparecen en diversas páginas literarias, blogs y revistas literarias especializadas de Honduras y el extranjero. Premio Lira de Oro Olimpia Varela y Varela 1987, en poesía por el libro Todo es amor tras esta nostalgia y en ensayo por Borges; Mención de Honor para Poetas Jóvenes 1990, Revista Mairena, Puerto Rico, por el libro Amoroso signo; Premio Único de Cuento Súbito 1991, por el cuento breve Sin una palabra, Centro Editorial, S.P.S.; Premio Víctor Hugo de Poesía 2003, por Animal de ritos; tercer lugar Premio Hibueras de cuento 2006, por Una despedida; Premio Migraciones: mirando al sur 2009, AECID, con el cuento Me iré nunca. Antologado en Panorama crítico del cuento en Honduras y La palabra iluminada, ambos de Helen Umaña; Papel de oficio, La hora siguiente y Versofónica, del colectivo Paíspoesible; Poetas de Honduras, de VPRO Radio CD Onbeperkt houdbaar; La minificción en Honduras, de Víctor Manuel Ramos; La herida en el sol, de la Universidad Autónoma de México (UNAM), entre otras publicaciones. Se dedica a consultorías en temas educativos, y artísticos aplicados a los derechos humanos. Imparte talleres de literatura, plástica y teatro para niños y jóvenes especialmente. Ha escrito también guiones técnicos y literarios para teatro, radio y video (docu-ficción).

 

fotografía: cortesía del autor

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