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María
Antonieta Flores |
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En 1973, Ana María Rodas (1937) publica su primer poemario. Obra fundamental de la literatura guatemalteca (debiera serlo del habla hispana, al menos). Poemas de la izquierda erótica se constituye en una propuesta estética, ideológica y conyuntural que construye y da piso, fundamento, para las voces que se consolidan en los ochenta y para las que aún hoy persiguen una identidad lírica y existencial alcanzable sólo parcialmente ya que lo desconocido es del orden de lo humano. Poemas de la izquierda erótica es un texto que revela, en su momento, una actitud y un hacer que es imprescindible para comprender la poesía del siglo XXI. No la escrita por mujeres, sino la poesía simplemente. Sin las apuestas hechas en los sesenta y setenta, no se cruzaría la esquina de un siglo XXI poético marcado por la diversidad y la libertad de propuestas. Pero este poemario no nace sin linaje, lo anteceden voces de otras mujeres poetas que trazaron rumbo en un camino de siglos, pues de nada nuevo se está hablando sino de la búsqueda de la identidad a través de la mirada y la palabra. Por ello no se puede considerar antecedente de la poesía posterior sino parte de una cadena, ya que se está ante una propuesta madura y que se sustenta por sí sola como las de las venezolanas Miyó Vestrini y Lydda Franco Farías, para mencionar a dos contemporáneas escriturales de Rodas. Para el momento cuando se edita el poemario, Guatemala está en plena guerra civil, una guerra que duró 30 años, lo que permite comprender algunos de los tránsitos que atraviesa la palabra que recoge este poemario y sus elecciones en pro de la paz y el rechazo a la violencia como rasgo de lo ancestral patriarcal. Bajo los signos de su época, Rodas toma su palabra (Freire dixit) y construye una propuesta de un yo que se define al margen de las convenciones sociales y de lo correcto desde la mirada pequeño burguesa o, si se quiere huir del término, desde el establishment o el orden establecido o lo institucionalizado (que son todas cosas diferentes pero vinculadas). Poemas de la izquierda erótica triangula poesía, sexualidad e ideología para presentar un bildungsroman, ese término del alemán que mienta a la novela de formación o de educación. Se puede hablar de novela de formación en un poemario porque al margen de la fusión y convivencia de géneros, es posible establecer en muchos textos poéticos una narrativa que puede ser percibida como un viaje interior o como una historia personal o colectiva narrada fragmentariamente. Collage de cuadros seleccionados de un film interior sea quizás una buena imagen. Este poemario posee su propia narrativa que va desde el reconocerse sujeto dentro de unas coordenadass, transitar las experiencias, rechazar las actitudes o normas de la ideología que se sigue y llegar a un autorreconocimiento libre, dentro de lo imposible de la concepción de libertad, dentro del lugar que dibujan las normas establecidas. Igualmente, este libro puede leerse como un texto de vivencia heróica y por lo tanto solar. Se está ante una heroína que cruza su umbral al reconocerse mujer y con deseos sexuales y en pugna con el antagonista, el macho, se cumplen y superan una serie de pruebas –entre ellas la del amante o amado único-. Se vencen estas pruebas al rechazar la postura patriarcal y se regresa triunfante a la identidad de lo femenino. En este sentido, es una poesía más auténtica de lo femenino debido a que logra una reconciliación con su propio yo gracias a un viaje tanto exterior como físico. Es de destacar que en todo este proceso vivencial no hay asunción ni usurpación del rol masculino (lo que sería mantenerse dentro de las normas de lo patriarcal y de lo falocéntrico), que se preserva la ternura como marca no de género sino de lo femenino simbólico y arquetipal que integra igualmente lo materno, lo virginal, la prostituta y la hechicera. Se entrega, así, en estos poemas una concepción equilibrada de lo femenino que permite una ruptura más eficaz de los patrones. Desde la retórica del lenguaje directo y de la ironía, la autora logra su propósito –lejos del panfleto- de proponer una estética y una ética de una mujer que se margina de las presiones de su época y de las exigencias de la tradición, para alcanzar una identidad lo más cercana a lo auténtico interior. Pero, ¿cómo leer esto a la luz del siglo XXI? Primero, como el fracaso de un modelo y de una propuesta, declive que se consolida en los noventa cuando el matrimonio convencional, la condición de señora o de casada adquiere de nuevo –como en los cincuenta pero cruzada por la era postreagan, postsida y preterrorista del nuevo siglo- un status que hace sospechosa cualquier soltería o elección ajena a la vida de pareja consagrada por la costumbre o las leyes, y que se sostiene en su contraparte: la tolerancia. Cualquier elección sexual es válida. Discurso oficial que oculta un neoconservadurismo enarbolado con la sana cubierta de látex de un condón mental. Discursos que revelan las contradicciones sociales de esta época y lo que se calla o se silencia. Ideologías postmodernas del "vale todo" dentro de un discurso moralista y aleccionador. Si bien, a la luz de las elecciones y búsquedas de lo femenino actual, el libro mantiene su vigencia para algunos sectores, también representa un momento superado de lo femenino que huye de un postfemenismo construido a través de la negación del varón y de la negación de principios que sustentan lo femenino tal como lo planteó Anaïs Nin en sus diarios. Es decir, una propuesta queer, alienígena, cyber o simplemente mutante tanto de lo femenino como de lo masculino e, inclusive, de lo hermafrodita –los tres puntos tradicionales que el simbolismo propone-. Una nueva identidad que no favorece a ninguno de los sectores involucrados, pero éste es otro tema. Poemas de la izquierda erótica marca
un hito en el discurso de lo humano al intentar romper con la ley del
patriarcalismo y con el peso de la tradición. Asunto éste
que no era sorprendente en los setenta pero que paradójicamente,
todavía, después de más de treinta años
invita al redescubrimiento de otra manera de ser (Rosario Castellanos
dixit) porque en la vieja teoría de las ondas todo movimiento
tiene su punto alto y su caída, y las involuciones son inevitables
como parte no de la evolución biológica sino del desarrollo
de lo espiritual y de lo vivencial en cualquier ser humano.
fotografía: Ana María Rodas. Festival de Granada, Nicaragua 2006 |