Navajas sobre la mesa

(selección de poemas)

 

María Ramírez Delgado

 

 

Asísteme

El moriche escucha las confesiones misericordioso.


Mis abuelas rezongan agrias como la muerte. Mi oficio es recoger sobre las sábanas los trozos que han dejado durante las noches, los envuelvo y los guardo al fondo del tinajero.

Han sabido bordar en sus hijos las torturas, mis abuelas que han guardado en sus corazones violetas de hierro, ya no tienen cuadernos en blanco.

Como inclementes ostras dormidas entre los manglares, espero verlas amanecer.

 










Tajos

En mi casa hay un pasamanos cubierto de hojillas.


Algunos bajan cuidadosos las escaleras, evitando caerse y entrar en la necesidad de tocarlo, pero todos lo han deseado alguna vez.

No le temo al pasamanos, lo saludo cortés, le ofrezco mis caricias, tengo la determinación de tocarlo. Y el dolor regresa.

Él me ama desinteresado, se alimenta de las lágrimas de mis brazos con extraña satisfacción. Es cuando puedo escarbar, encontrar diferentes mundos delgadísimos al fondo de mi carne.

Y descansar.

 











Cremarse

Las reposadas marcas del cigarrillo sobre la palma de la mano permanecen mudas.


Entre los dedos se puede sostener un árbol ardiendo. Las cenizas, esos gusanos anaranjados, esperan agonizantes sobre la mesa la desnuda quietud de la respiración, para volar convertidas en palometas hostiles.

Repararse inofensiva y dolorosa cauterizando la locura, una caricia escandalosa.

Dos horas de espera, tres tazas de café, veinte ampollas perfectas, circulares.

 










Adiós al parque

¿Aún estará jugando en el jardín?


Volver al parque, donde la frente se ensucia en óleo y aceite, donde mis padres colocan agua sobre los lagos secos y bautizan con besos las escaras de los viejos.

Soltaré mis trenzas, escurrirá el miedo. Y desde el columpio, cargada de sobras, arrojo la pelota que no volverá.

 










 

Navajas sobre la mesa

Vamos a poner dos navajas sobre la mesa.


Míralas y no permitas que el reflejo se te meta por los ojos, creerían que tienen derecho a enseñar la manera de herirnos o se inmiscuyen en como lacerarnos en el placer.

Cada una tiene dos pastillas en el corazón para devorarlas celosamente con el desayuno y antes de volver a la cama los domingos, edifican la costumbre atroz, desinteresada, de caminar como visiones.

Dos navajas hechas de tierra, olorosas a polen, la hermosura asustada tratando de escapar del cuerpo.







Poemas de Quemaduras en el número 15


 

María Ramírez Delgado. (Los Teques, Venezuela, 1974). Poeta, narradora, dramaturga, orfebre, diseñadora de joyas. Ha publicado Éramos malos y otros textos agrios. Narrativa (2002), En el barro de Lesbos. Haikus (2002) y Quemaduras. Poemas (2004), Navajas sobre la mesa (2009). Los textos que aquí se presentan están tomados de este último libro.

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