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Rossana
Miranda
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Siempre me sorprendió la presencia de Roma en algunos de los poemas de Victor “El Chino” Valera Mora. A través de sus versos, este poeta contemporáneo, que creció entre la tranquilidad de la diminuta Valera (estado Trujillo, Venezuela) y la aridez de San Juan de los Morros (estado Guárico, Venezuela), describe con sorprendente propiedad y cotidiana familiaridad la capital italiana. En su poesía, Roma es agitada y alegre, llena de bares y templos del consumo. Es música y vino, arte y superficialidad. El Chino se pasea por Trastévere, habla de Dante, coquetea con la seducción femenina y combate la lluvia y el frío del inverno romano. Está en su casa. Y conoce a la perfección la ciudad. La diferencia entre la representación poética y la realidad es casi imperceptible. Las imágenes de sus versos son como fotografías de lo que cualquier transeúnte de Roma puede observar por las calles romanas. Incluso hoy en día, casi 40 años después de que el poeta escribiera sus textos europeos. En la primera edición de Antología poética (Caracas: Fundarte, 1987), curada por Gabriel Jiménez Emán, El Chino es descrito como una criatura nómada, entregada conscientemente a la bohemia y al desarraigo existencial. La voz de Valera Mora pasea ligera por Roma pero no es indiferente. Aunque no deja de ser un lugar de tránsito, como todos los espacios por los que pasó, el poeta logra tocar y representar el alma de la ciudad. Esa profunda esencia de la urbe que permanece intacta con el paso del tiempo. La poesía de El Chino es un espejo en el que se refleja Roma: sus habitantes son reflexivos y el debate político y cultural es el plato principal de cada mesa; la Iglesia es criticada pero de igual modo la ciudad convive con la sombra pesada y disturbadora del Vaticano en su seno. Pero, ¿qué hacía el poeta en la ciudad europea? ¿Qué lo llevó a Roma y por qué respiraba la ciudad con tanta familiaridad? De los venezolanos, en Italia han sido publicados por la editorial Ponte Sisto solamente Eugenio Montejo y Rafael Cadenas. La embajada de Venezuela ha tratado de difundir los versos “políticos” de Luis Alberto Crespo en presentaciones y lecturas organizadas en la sede del Istituto Italo-Latinoamericano de Roma, con tanto de ron, chocolate y carga de revolución bolivariana pero sin obtener ningún éxito. La razón detrás del conocimiento de la obra poética de El Chino era personal, de carácter familiar: el hermano del poeta vive en Roma. Si bien, la poesía de El Chino Valera Mora ha sido traducida y publicada en inglés, francés e, incluso, coreano y chino, su nombre es totalmente anónimo en Italia. Una gran paradoja ya que los libros “Canción de la noche y el crepúsculo” y “Descubrimiento y caída de Europa” fueron escritos en tierras italianas. Son textos europeos marcados por el canto y la narración. Una poesía que contiene muchas similitudes con la “Beat Generation” norteamericana, que aun goza de gran receptividad en Italia. La poesia de El Chino está llena de imágenes hechas de humor fino e incisivo. Sus versos tienen una alta dosis de ironía y su lenguaje poético cotidiano tiene un efecto inmediato de identificacion en el lector. En los poemas de El Chino, la idea del país está separada de las ideologías, la mujer es una criatura terrestre, a la par, presente, humana y temporal; el erotismo es un acto diario y natural, y la actitud aguerrida y violentamente valiente es la única fórmula posible para ganarle la batalla al miedo. Cada día, sin fin. La creación literaria del Chino en sus visitas romanas es amplia y rica. Figuran “Chiavetta mia”, un texto en dos versiones, una italiana y la otra, en español; escrito en Roma en 1972, en donde el corazón del poeta sufre los duros inviernos del Lazio. En la revista yaracuyana Rendija (número 6, noviembre 1974), fueron publicados los textos ‘Tarantelas Napolitanas’ en un especial titulado ‘Última teoría poética de Victor Valera Mora’, comentada entre otros por Ludovico Silva. En “70 poemas stalinistas”, escrito durante 1979 en Roma, hay ecuaciones matemáticas, nombres propios de licores y de mujeres, figuras mitológicas, inviernos y deshomenajes. En la poesía de El Chino, Roma aparece como epicentro de discusiones, confrotaciones y debates ideológicos. Italia es un país que debe convivir con las contradicciones del discurso de los simpatizantes de la izquierda europea, conocida en la actualidad con el término “radical chic”. Ni siquiera más allá de las fronteras de la propia patria, El Chino abandona el compromiso político y la crítica. En sus poemas se presenta esa Roma que vivió durante un largo período el efecto de los efervescentes años sesenta y setenta, y daba espacio a los famosos becarios sudamericanos que creían que “la cuestión de nuestros pueblos se ve más clara desde Europa”. Es el poema “Cantares romanos”: Entonces estaba yo/en un bar alemán del centro de Roma/...con una becaria venezolana cuando de pronto/ se me vino de necedades con aquello/ de que “la cuestión de nuestros pueblos se ve más clara desde Europa”/ pero sus ojos eran dos culos de botella/ y entonces los últimos tragos/ los tomé lejos solo en Trastévere”. La poesía libera. Es herida y cura. Nos salva.
Leer a El Chino Valera Mora sirve para quitarse esos "dos culos
de botella" que nos hacen prepotentes y, desde esa condición
crítica al mismo tiempo que humilde, intentar mirar al país,
a los afectos y a la propia existencia en su justa dimensión.
otros textos de la autora en los números 2 , 3-4 , 31 Rossana Miranda. (Caracas, 1982). Licenciada en Comunicación Social (Universidad Central de Venezuela, UCV, 2005). Ha publicado “Trilogía de la juventud urbana”, narrativa, (Fundarte, 2004) y “Hugo Chávez. Il caudillo pop”, ensayo-biografía, (Marsilio, 2007). Es responsable de la sección Internacional de la revista mensual Formiche (www.formiche.net) y frecuenta un master en Sociología de la Comunicación en la Universidad La Sapienza de Roma. Colabora con revistas y periódicos venezolanos e italianos.
fotografía: http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:She-wolf_suckles_Romulus_and_Remus.jpg |