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María Auxiliadora Álvarez |
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La amplia resonancia sobre la concesión del prestigioso premio literario de la Feria de Guadalajara a Rafael Cadenas resulta muy ajena a una persona de naturaleza tan introspectiva como lo es nuestro gran y querido poeta. Pureza y humildad serán mas bien cualidades poco familiares en el sonoro ámbito de las premiaciones. Sin embargo, esta celebración apenas deja traslucir el hondo regocijo del mundo literario por tan justo reconocimiento. Respeto y devoción inspiran por igual la obra y la persona de Rafael Cadenas. Hablo primero de su persona porque de allí nace el venero de su palabra y de su pensamiento. Gentil y amoroso del mundo, la atención de Rafael Cadenas no responde a los sonidos de las superficies: ni ser, ni idea, ni lenguaje. Atiende sí, a toda concentración, como quien escudriña con la mirada el transfondo del agua. Una hondura que también borra las imágenes del yo para que prive una totalidad sin anécdotas: ni héroes, ni santos, ni villanos. Al modo de los pensadores orientales, Rafael Cadenas cultiva un intelecto espiritualizado por naturaleza, y refinado en la distancia de todo exceso o aparatosidad, toda forma de poder o de violencia (incluso gestual). Abierto y receptivo desde la más suave forma de auto-inadvertencia, pocas palabras dirá Rafael Cadenas en voz audible, pero siempre precisas y siempre esenciales. Otro, a sus oídos, no quisiera interrumpir tan alerta densidad: sabia en el silencio y sabia en el sonido. Su incisión exterior transitará todavía entre cristales marinos, incluyendo sus cuidadosas expresiones del humor y la amistad. Hablo siempre de su persona, contenedor y continente de la gran poesía que nos hereda; de su intensa penetración humana y solidaria, crítica y política; de su enseñanza profunda (definitiva y definidora desde los emblemáticos poemas Fracaso y Derrota); de su bondad que nunca lanza el primer juicio; y de su (son)risa siempre al acecho de la mayor sutilidad. Difícil es pensar en Rafael sin pensar en Milena, su feliz inseparable: la mañana de la tarde y los pájaros de la mañana; sin pensar en Paula, heredera de los pájaros; y toda la bella familia. Querer a Rafael Cadenas es un gran honor
para el espíritu. Su presencia es un regalo de lucidez y de bondad.
Y su existencia una lección sobre la indispensable actividad del
silencio (y su integridad) en la recepción de un modo de nombrar
el mundo sin rozarlo.
María Auxiliadora Álvarez. (Caracas, 1956) Poeta. Magister y Doctora en Literatura ( University of Illinois at Urbana-Champaign, USA). Ha publicado La raíz del cedro (Suriname, 1978), Cuerpo (1985), Ca(z)a (1990), Inmóvil (1996), Pompeya (México, 2003), El eterno aprendiz. Resplandor (2006). Premio de Pôesía del Concejo Municipal de Cali, Colombia (1974), Premio Fundarte de Poesía, Caracas (1990), Premio María Pía Gratton Internacional Award, USA (1999). Poemas suyos en el cautivo n. 28
fotografía: maría antonieta flores |