Rafael Cadenas

 

Wolfgang Ratz

 

 

Como -probablemente- la inmensa mayoría de los lectores de poesía en Austria, yo no conocía a un solo poeta venezolano cuando llegué por primera vez a Caracas (ignorancia que en Europa central desafortunadamente se extiende a buena parte de la creación lírica del área hispana, con excepción de los “muertos ilustres“).

Fue en la Semana de la poesía del 2004. Mi ignorancia se convirtó en asombro al poder escuchar y tratar a tantos creadores reunidos. Además me contagié del entusiasmo de los oyentes que contrastó con la indiferencia frente a la poesía a la que me había acostumbrado en nuestras latitudes. Viví algo como un sueño o una fiebre feliz.

Entre las múltiples voces pronto llegué a distinguir y admirar la voz de Rafael Cadenas. Encontré en su obra quizás no la respuesta a mis preguntas, pero preguntas que no me había hecho o que no me había hecho con la profundidad y la precisión necesarias.

En sus versos -que inmediatamente asocié con sensaciones y actitudes halladas en mis lecturas de Kafka- descubrí que un pensamiento puede tomar una forma poética, una sola, la exacta, sin que la forma distraiga en lo más mínimo de su contenido. Todo lo contrario: en su caso, la música como en sordina, la palabra que parece buscar la boca que la pronunció, el aliento que le dio vida, me llevan hasta el corazón mismo del poema, hacia esta lucidez oscura que no me permite “consumir” sus poemas como me ocurre a veces con otros autores, menos concentrados, menos desnudos.

Desnudez - para mí una imagen que resume un aspecto importante de los versos de Rafael Cadenas. Y eso en varios sentidos: tanto en el de un lenguaje desprovisto de adornos y paradójicamente enriquecido por su reducción, como en la experiencia síquica, existencial de alguien que vive «a boca de jarro» por carecer de piel protectora como dice Cadenas en el poema El monstruo.

Otra imagen que su personalidad y su obra evocan en mí es la de una palabra que nace en el silencio. Cuando conocí a Rafael Cadenas me pareció un hombre callado, casi tímido. Más tarde en las conversaciones tuve ocasión de corregir esta primera impresión. Conocí su sentido de humor y su calidez. Sin embargo quien toma tan en serio la palabra y sus significados muchas veces la construye a partir de su ausencia y sigo creyendo que en la obra de Cadenas el silencio debe ser una de las fuentes de energía que sostienen el verso.

Me parece fundamental lo que piensa y dice Cadenas acerca del papel del individuo y más particularmente del poeta en la sociedad. Es evidente que no cree en las respuestas prefabricadas ni en sus fabricantes. Y aún más: desconfía de las respuestas porque niegan el misterio. A esto se añade un cuestionamiento del “Yo” como instancia indivisible y absoluta. Teniendo en cuenta su escepticismo en cuanto a lo que alguien puede “saber”, “conocer”, “poseer” es obvio que no cree en consignas ni banderas como brújulas para guiar el camino del poeta.

“El poeta moderno habla desde la inseguridad.” ¿Inseguridad? Admitirla no está de moda, nunca lo ha estado. Y quien la admite atenta contra nuestro deseo de tener certeza. Entonces, ¿cuál es el papel del poeta? Y responde Cadenas: “Los poetas no convencen. Tampoco vencen. Su papel es otro, ajeno al poder: ser contraste.” (de: Anotaciones)

Ser contraste. Me aterran estas palabras sencillas, tan difíciles de llevar a la realidad. Ser contraste cuando quiero formar parte, ser acogido, abrazado. Ser contraste, aunque signifique soledad o fracaso. ¿No es esta la actitud más radical?

 

 

Wolfgang Ratz. Austriaco nacido en Bilbao, España en 1959. Poeta, traductor, pintor, dramaturgo, compositor. Autor de los poemarios Zimt und metall (2002) y El idioma de las hormigas (edición bilingüe. Caracas, Vitrales de Alejandría, 2004).

Poemas suyos en el cautivo n. 42 y otros textos suyos en el cautivo n. 10 y en el cautivo n. 14.

fotografía: maría antonieta flores

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