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Ernesto Suárez |
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Podría ser mejor como pregunta: ¿y el lugar del poeta? He tenido la suerte de hallarme cerca de Rafael Cadenas en un manojo de ocasiones. Pocas, es cierto, para lo que quisiera. Estar junto a Cadenas. La primera vez sucedió hace ya más de diez años en la isla desde la que ahora escribo, Tenerife, al otro lado del océano. La suerte se había aliado con nosotros y nos permitió contar en una actividad literaria con la presencia conjunta de Rafael y de Eugenio, Eugenio Montejo. Claro que por aquel entonces yo no era consciente de la excepcionalidad deque suponían aquellas presencias. Para mí, como lector habitual de poesía, eran ya “autores queridos”, mas sólo eso. Qué equivocado andaba. Con todo, también he de reconocer que pronto en mí comenzaron las dudas, particularmente cuando, al comentar a un amigo venezolano la pronta llegada de los poetas a la isla, expresó una formidable admiración por ellos, para mí absolutamente desconocida hasta ese momento (varías veces lo oí repetir “el poeta Cadenas”, casi como una letanía mientras su mirada se abstraía). Sí, sus libros de poesía eran notables, los de ambos, pero eso que denominamos valor literario iba a quedar para siempre engrandecido por la trama de querencias que mi mente y emoción construyó, tras compartir con ellos aquellas jornadas insulares. Todo eso se hizo para mí por fin evidente un instante preciso que guardo como tesoro en la memoria. Cadenas, quien durante las horas e incluso los días previos se había mostrado taciturno y ensimismado, se acercó lentamente, con timidez, hasta la mesa del salón de actos del Ateneo de la ciudad de La Laguna para impartir una de las mejores disertaciones sobre poesía que he de escuchar jamás. Al hablar de poesía y vida se alzó sobre un auditorio para el que era prácticamente un desconocido y se alzó también sobre sí mismo, desplegando una grandeza de espíritu, mente y corazón de la que nunca he vuelto a gozar. Bueno, exagero, debo reconocer que volví a sentir todo aquello unos años más tarde, de nuevo otra vez gracias a la voz y presencia de Rafael. Habían transcurrido siete años y yo me encontraba entre el público del Consolidado. Era octubre de 2005 en la Semana de la Poesía de Caracas. Pensé que aquel hombre llevaba siete años hablando sin descanso de la verdad de la poesía y que tal esfuerzo (hablar de la verdad de la poesía es hablar de la verdad y la esencia humana) sólo estaba al alcance de unos pocos elegidos, aquellos que habían vuelto de sus propios límites y miedos, aquellos francos y serenos, aunque en apariencia se escudaran tras un pequeño bolso colocado entre el mundo y su pecho. Hay un párrafo de la introducción a su ensayo Realidad y Literatura que me conmueve cada vez que lo leo. Escribe Cadenas: “Sólo conocemos una realidad: el ser humano sufriente, incapaz de vivir con plenitud, incapaz de lanzar por la borda los problemas autocreados, incapaz de ponerle fin al dolor; el ser humano víctima de su propia psique, de sus opiniones, sus ideas, sus prejuicios; el ser humano ahogado por el miedo”. No es fácil aventurarse hasta la afirmación de ese territorio doliente, no es fácil. Se requiere valentía, plena conciencia y un hondo amor. Allí se halla al poeta. ¿Cuál es el lugar del poeta entonces? Es el lugar de su voz; es el lugar del rigor y la fraternidad humana de su palabra; es el lugar de la palabra entera; es el lugar de. Rafael Cadenas. Ese espacio inefable se encarna con la presencia de Rafael, se sincroniza a la vida. Así ha sido para mí cada una de las veces que he compartido con el poeta Cadenas.
Ernesto Suárez. (Santa Cruz de Tenerife, 1963). Poeta, ensayista y promotor cultural. Doctor en Psicología Social, profesor titular de la Universidad de La Laguna. Sus poemarios editados: Espumas de carrusel (1982) y Ocho tankas oscuros (1996), El relato del cartógrafo (1997, también editado por la editorial Mucuglifo en Mérida, Venezuela). Las playas –Cuadernos poéticos 1982-2002 (2002) reúne parte de su trabajo poético precedente.Poemas suyos han aparecido en revistas y páginas literarias de España, Venezuela, Cuba y El Salvador. Poemas suyos en el cautivo n. 16
fotografía: maria antonieta flores. |