Di-stanza
en Roma |
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Rossana Miranda |
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“El arte contemporáneo
es un puente. Francesco Bonami, crítico de arte Para quienes viven en el exilio (incluso el voluntario), una de las señales del paso del tiempo son los cambios que avienen en la ciudad durante la propia ausencia. Pasan los años y, cuando se vuelve, el paisaje urbano no tiene piedad. El viejo bar cambió administración o, aun peor, se declaró en quiebra, el cine se transformó en un auditorium de encuentros evangelistas. Al norte, la esquina ahora es una calle privada con vigilancia 24 horas, se impone un nuevo centro comercial, un nuevo estacionamiento. Cambia el nombre de la estación del Metro, el nombre del parque en medio del smog, cambia todo. De golpe, eres un extranjero en tu propia patria. Igual ocurrió con el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber (Macsi), hoy rebautizado Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (Macc). El paso del tiempo y de la ausencia dejaron su huella en la fachada, de donde arracaron el nombre de su ex-directora y fundadora, Sofía Imber, pero aun se ven las sombras y se siente el legado. Desde mi primera visita hecha con los compañeros y la profesora de arte del liceo, siempre volví a la “galería del sótano” del proyecto residencial del Paque Central. Fundado en la segunda mitad de los años setenta, el Macsi fue siempre un espacio sin tiempo, acogedor e innovador. Más de 20 mil metros cuadrados, divididos en 13 salas para exponer 3.000 piezas. Me cautivaba en modo particular “La lección de esquí” de Joan Miró, que forma parte de la Colección permanente: Tiempo después descubrí que es uno de los pocos cuadros que aprecio del artista español. El tesoro artístico del ahora Macc, que cuenta con una de las raras esculturas del artista Pablo Picasso, es logro de Imber, uno de los motores de la cultura en Venezuela. Una colección valiosa y a la vanguardia que en 1999 sufrió un duro golpe con el inexplicable robo de “La Odalisca con pantalón rojo” de Henry Matisse. ¿En qué momento y cómo ocurrió el rapto?, ¿por qué hasta ahora no hay ningún indicio del paradero de la obra y de quiénes fueron los culpables? Maccsi, Macc, Maxxi. El Maccsi lamentablemente no sólo cambió nombre. Bien poco queda de las exposiciones de arte contemporáneo, envidia del resto de los museos de Latinoamérica. En la inauguración del Museo de Arte del Siglo 21 de Roma (Maxxi) se paseaban un galerista de Caracas y un joven arquitecto milanés preguntándose: ¿Cómo es que se llama ahora el museo de arte contemporáneo de Caracas? Con el nombre se fue también el carácter contemporáneo. En tiempos no tan lejanos, muchos artistas y críticos extranjeros se daban cita en Caracas para contemplar obras y experimentos artísticos de última generación en el Macc. El Salón Pirelli de Jóvenes Artistas era una interesante cita en la que se que confrontaban ideas, opiniones. Una tomenta creativa de contemporaneidad que no sólo se desarrollaba en las salas del museo los días pautados sino también en la web. En la edición de 2006 estaba programada la visita del artista contemporáneo Fabrizio Plessi, veneciano especialista en video-arte. Por razones desconocidas, la nueva dirección del Macc declinó la invitación y el programa quedó en el olvido. Desde 2007 no hay señales del Pirelli. Hace un año, dos tercios de las salas del Macc estaban tomadas por una retrospectiva de fotografías, maquetas y proyectos del arquitecto brasilero Oscar Niemeyer. Frases de elogio a Hugo Chávez cubrían las paredes del Macc. Poco reflexionaban sobre la arquitectura moderna o el arte contemporáneo. Eran sólo retórica política. A cada paso entre las salas me aumentaba la inquietud: ¿El avance del socialismo se comió el arte del siglo XXI? Las ciudades son criaturas hiperactivas, en constante movimiento y transformación. Incluso Roma, ciudad eternamente antigua y tradicional, no se detiene. Y cambia. Luego de años de inercia en el ámbito del arte, hoy los romanos tienen una nueva opción para el consumo cultural. Pueden ser turistas en su propia ciudad. Ahora la capital italiana cuenta con su primer museo de arte contemporáneo, el Maxxi. Que se erige junto a las imponentes ruinas del Foro Romano, el Coliseo y las huellas del Renacimiento y el Barroco, pedazos de historia con las que se tropiezan los transeúntes cuando van a comprar el pan o mientras hacen la cola para pagar la luz. El Maxxi es un edificio hipermoderno, con una amplia estructura horizontal, proyectado por la arquitecta iraquí Zaha Hadid. Una especie de nave en permanente aterrizaje. El interno es una especia de gran sala, sin divisiones (lo que exige una mayor curaduría de la exposición) con paredes curvadas de cemento blanco y escaleras negras. Con la ciudad se mantiene una relación abierta y constante: grandes ventanas panorámicas permiten el aprovechamiento de la luz natural y dan visibilidad total del contexto. Desde adentro hacia afuera y viceversa. El día de la inauguración, una fiesta patronal de la ciudad en la que participaron más de 5.000 invitados, el poeta Valerio Magrelli estaba encantando, quizás modelando versos en su mente, frente a la obra “Mozzarella in carrozza” de Gino De Dominicis. Una carroza con una mozzarella dentro, referencia satírica al homónimo plato típico romano. En la entrada del Maxxi parecía estar en una sala del Museo de Ciencias: el esqueleto gigante de De Dominicis, acostado a lo largo y ancho del ingreso principal, recordaba los restos de un animal pre-histórico pero gigantescamente humano. Una ecléctica y extravagante mezcla en la selección de las obras. A sólo 28 días de su inaguración, el Maxxi de Roma ha recibido más de 74.114 visitantes. El récord es de 4.700 amantes del arte en un sólo día, el 2 de junio y 3.200 durante el concierto de música electrónica. Porque el arte no tiene límites y es también todo lo que lo rodea. La inaguración del Maxxi alborotó muchas polémicas. Que si el ministerio de Cultura del gobierno pasado se tardó demasiado, que la apertura del museo es logro únicamente del presidente Silvio Berlusconi. Lo que si es cierto es que se realizó un maxi- gasto para dar vida a este museo de arte contemporánea, que necesita de 10 millones de euros al año sólo para el mantenimiento, en un momento de total crisis económica. El Estado italiano anunció recientemente que tendrá que vender 11.000 piezas de su patrimonio cultural para amortizar la deuda pública. Y la institución se arriesga a pasar al olvido con la nueva administración, cuando cambie el gobierno. Cuando vuelvan las vacas, aun más flacas, quizás Del otro lado del Atlántico la situación no es más alentadora. En Estados Unidos corren el riesgo de cerrar sus puertas y vender con descuentos las obras el MoCa de Los Ángeles, el Seattle Art Museum, The Las Vegas Art Museum y la feria de Miami Art Basel. El arte en tiempos de crisis. Y pensar que algunas de las bolsas más estables del mundo se erigían, en parte, en el mercado del arte contemporáneo. ¿Cuánto invertirán en medio de esta coyuntura financiera? Pienso en el patromonio artístico del Macc y espero que el precio del barril de petróleo se mantenga alto, que no nos toque rematar la colección para poder pagar aguinaldos inflados de los empleados públicos. Pienso en la próxima exposición del Macc y espero que la contemporaneidad del arte vuelva a invadir las salas. Que vuelva el arte auténtico para dar vida a la ciudad, aunque sea con otro nombre.
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“Roma se me presentó como un inmenso poema sin tiempo, en ruinas, pero vivo y lleno de humanidad. Algo como la suma de todo el esplendor y toda la locura del Occidente... La fascinación que ejerció sobre mi fue total”. Jorge Eduardo Eielson
fotografía: cortesía de la autora
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