Juan Gabriel, el arte de la sencillez. Rossana Miranda

Compártelo:

Juan Gabriel

“Murió Juan Gabriel. Intérprete romántico de la música latina, tenía 66 años. Murió en Santa Mónica, California, de infarto. Considerado el Elvis Presley mexicano, ganó más de mil discos de oro y de platino. Exportó la música popular mexicana al mercado discográfico estadounidense”. Con estas palabras el semanario Internazionale, uno de los más vendidos en Italia, comentó la muerte del ícono musical latinoamericano el pasado 28 de agosto.

La noticia de la partida de Juan Gabriel resonó en todo el planeta. Pero no en toda su dimensión. Más allá de América Latina lo perciben en manera limitada como un célebre cantante, un exitoso productor. Una máquina de hacer dinero con la música. Un mito, como Elvis Presley. Y como sucede con Elvis Presley, hay quienes aseguran que Juan Gabriel no ha muerto, “lo vieron caminando por allí”.

Sin embargo, para los latinoamericanos Juanga fue más que un cantante. Escribió la narradora Elena Poniatowska que para el escritor Carlos Monsiváis, “Juan Gabriel no sólo fue el mayor ídolo popular después de Pedro Infante, sino un creador que lo conmovía y lo alegraba”.

Las canciones de Juan Gabriel forman parte de la idiosincrasia del continente. Desde México hasta Argentina, no existe una persona que desconozca sus letras. Melodías que hacen vibrar con todo tipo de emociones: tristeza, alegría, nostalgia, euforia. El amor, inalcanzable o eterno, es el tema recurrente. A través de la entonación y las palabras, Juan Gabriel lograba expresar sentimientos profundos de exaltación del ser amado, así como el dolor de la pérdida:

Querida, cada momento de mi vida
yo pienso en ti más cada dia
mira mi soledad
mira mi soledad
que no me sienta nada bien..ohh ven ya…
Querida,
hazlo por quien más quieras tú
yo quiero ver de nuevo luz
en toda mi casa

Siempre elegantemente vestido con el traje de los mariachis —el típico grupo musical del oeste mexicano—, Juan Gabriel combinaba una gran capacidad vocal con la interpretación teatral de sus canciones. Sus presentaciones eran actuaciones desarrolladas con el talento de un único artista: lo acompañaban la pasión y el amor por la música. En los últimos duetos, dejó en evidencia su experiencia y estilo original. Sin querer, ensombreció a artistas contemporáneos como Marc Anthony y Juanes.

No obstante, Juanga no era un divo. Era humilde y simpático. Estaba agradecido con la vida, a pesar de las dificultades que enfrentó en su infancia. Le gustaba hacer más que decir y tenía un gran espíritu de superación. Creía en sí mismo.

Yo me quito hasta el nombre
Y te doy mi palabra de honor
Que de mí no te burlas
Yo te juro por todo lo que sucedió,
Que te arrepentirás de este mal que me has hecho
Sabes qué, que no descansaré hasta verte a mis pies
Y eso dalo por hecho

Juan Gabriel creía en sí mismo y en lo que era, lo que sentía. Logró una hazaña increíble: demostrar sin velos su feminidad, transformándola en un punto de fuerza artístico, en un país profundamente machista. Cuando en el 2002 el periodista Fernando del Rincón le preguntó si Juan Gabriel es gay, el cantante respondió con una frase que concentraba una filosofía de vida: “Lo que se ve, no se pregunta”. Ser y dejar ser, no ser redundante. Ver y vivir, sin muchas preguntas.

Siendo sencillo, auténtico, grande a través de la música, así fue como Juan Gabriel se adentró en el sentir latinoamericano. Hizo posible que hasta el más macho latinoamericano llorara, enguayabado y sin vergüenza, por un “amor eterno e inolvidable”.

 

 

 

 

Rossana Miranda. (Caracas, 1982). Periodista egresada de la Escuela de Comunicación Social de la UCV en 2005. Autora de Hugo Chavez. Il caudillo pop (Marsilio, 2007) y Dissidenza 2.0 (Eir, 2015). Trabajó en El Nacional. Es redactora de la sección Internacionales de la revista italiana de análisis Formiche.net.

Compártelo:

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.