lunes 28 de noviembre de 2016
Orden cerrado. Saludo a la voz de Juan Gabriel. María Antonieta Flores
Ahora magia no me queda
y sólo tengo mis fuerzas,
que son pocas. Si os complace,
retenedme aquí, o dejadme
ir a Nápoles. Con todo,
si ya el ducado recobro
tras perdonar al traidor,
no quede hechizado yo
en la isla, y de este encanto
libradme con vuestro aplauso.
Vuestro aliento hinche mis velas
o fracasará mi idea,
que fue agradar. Sin dominio
sobre espíritus o hechizos,
me vencerá el desaliento
si no me alivia algún rezo
tan sentido que emocione
al cielo y excuse errores.
Igual que por pecar rogáis clemencia,
libéreme también vuestra indulgencia.
Evoco aquí el epílogo de La tempestad, porque vino a mí mientras pensaba en cuáles palabras serían las adecuadas para saludar a Alberto Aguilera Valadez, Juan Gabriel, ahora ya que ha partido, él que siempre contó con el acto liberador de los aplausos, aún después de muerto como lo hemos constatado en este poco tiempo de su ausencia. Su poder en el escenario, el hechizo que creaba y que ahora clama la indulgencia del amor, como lo hizo en vida, demostró su irreductible temple de creador y artista. Nunca fui su fan, en el sentido como se entiende el término. Mi proceso fue otro: encontrar los sedimentos que sus canciones y su voz fueron dejando en el vigilante lugar del inconsciente, allí donde se descubre luego la tierra donde se sostienen las bases de la casa, allí donde lo popular se siembra para nutrir la vida. De hecho, mucho tiempo estuve ajena a su trayectoria y sólo otra mirada me hizo volverme y mirarlo de nuevo, mirada que es escucha. Entonces, todo se resignificó. Pude detenerme.
Hay cinco aspectos que no se pueden eludir al reflexionar sobre el significado cultural de Juan Gabriel: su consciencia de ser un artista y un creador, el respeto a la tradición —asunto que le permite consolidar rupturas y transformar la canción ranchera y la balada pop romántica—, la reelaboración del espectáculo de los años 40 y 50 en su discurso musical y escénico en constante diálogo con la audiencia, la enunciación de una poética y una estética que mantuvo a conciencia a lo largo de la vida, el uso de los lugares comunes que como bien lo señaló Pedro Salinas “reunían las creencias de grandes comunidades de hombres” y son el “residuo de altísimas lecciones de siglos”.
Su “Quiero pedir permiso para cantar todo lo que yo quiera” verbalizado en un concierto en 2015, era la expresión de la ruptura de la clásica distancia entre el público anhelante de los favores del artista en el escenario. Así, establecía una dinámica de entregas que horizontalizaba e igualaba la relación público-artista y sellaba un pacto de incondicionalidad que se mantiene incluso después de su muerte.
Los arquetipos que termina encarnando en su larga vida escénica se manifiestan con fuerza en los niveles de influencia que alcanza sobre sus pares, sobre los artistas de generaciones posteriores, también en su capacidad de alcanzar varias generaciones de admiradores y públicos sin importar el origen social y cultural. Como artista se convierte en un símbolo para la sociedad mexicana y latinoamericana encarnando una serie de valores vinculados al logro y, al mismo tiempo, su presencia polémica, dulce y desafiante, redefine trabajosamente los espacios psíquicos de la aceptación en una época de transiciones y luchas.
En vida, Juan Gabriel no sólo entró a la historia, también entró a los territorios del mito. Sobre él gravita esa conjunción de las fuerzas que invoca Próspero: el deseo de agradar, la fuerza redentora de los aplausos, la indulgencia liberadora. Ahora toca al público, a su público, ser ese aliento que mantenga las velas desplegadas para celebrar la permanencia de su voz.
fotografía: tomada de http://de-paseo.com/queretaro/event/juan-gabriel/
Mariela Fernandez - miércoles 13 de diciembre de 2017 @ 8:28 am
Muy buen artículo como para compartirlo. Muchas gracias. También yo poco conocía de su vida, si de su trayectoria artística por supuesto, pero su vida personal, era poco lo que llegaba a través de los programas y noticias de revistas, la serie que pasaron por televisión Hasta que te conocí me llamó la atención porque narra sus inicios desde que sus padres se enamoraron. Eso me cautivó tanto que me la compré y la veo cada tanto, es un refugio bonito y alentador. También estos grupos que crearon y a los cuales me suscribí me han permitido seguir conociéndole más profundamente, de esa personalidad que enamora, de esa gratitud que siempre manifestaba por la vida, por el amor, de esa tolerancia y comprensión que tuvo para con los suyos, que lo sumieron en esa tristeza y soledad que siempre llevó consigo y lo acompaño hasta el mismo día de su muerte, de esa generosidad que tuvo para con sus colegas, dándole canciones, consejos como desenvolverse en ese difícil medio, cosa que llama la atención porque el nunca pudo contar con esa generosidad. En fin un hombre desafiante, tenaz, con una fortaleza de hierro, pero sin que eso le restara la ternura y la calidez que imprimía en algunas de sus composiciones.
elcautivo - jueves 18 de enero de 2018 @ 12:09 am
Gracias, Mariela. Así fue y es.