sábado 8 de julio de 2017
Palabras para Cantos de fortaleza. Rodolfo Häsler
Si en América Latina hay un panorama poético que en España es prácticamente desconocido, hablamos con seguridad de la aportación que desde los años 80 realizan un grupo de poetas mujeres en Venezuela. Si desde época colonial la literatura y la poesía escrita por mujeres ha sido decisiva, en el XIX aparecen ya figuras capitales, y en el XX se trata ya de una presencia ineludible especialmente en el ámbito de la poesía, no olvidemos que el primer premio Nobel en lengua española lo recibió Gabriela Mistral.
No se puede hablar de poesía contemporánea en lengua española sin tener presente nombres como el de Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Claudia Lars, Juana Borrero, Fina García Marruz, Rosario Castellanos, y mientras más cerca se busque más imprescindibles son los numerosísimos nombres femeninos que brillan en todos los países del continente, pero el caso de Venezuela, desde los años 80 a hoy, es bien especial pues sin dejar de lado a nombres masculinos fundamentales como Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, etc, las mujeres poetas conforman un conjunto de voces indispensables, dando espacio a una mirada y unas voces que cambian de matiz con sus diversas aportaciones.
Cuando en 2012, estando en Caracas, los editores de Kalathos, Artemis Nader y David Malavé, me comentaron de la necesidad de hacer una antología para hacer conocer fuera del país a un número de poetas espléndidas, y que sobre todo en España no eran bien conocidas, y me pidieron prologar el trabajo de selección, pensando en mí para hacerlo pues desde hacía ya años con muchas de ellas me une una relación de amistad y admiración por su trabajo, fui releyendo libros, descubriendo a nuevos trabajos, a las que conocía solo de nombre, y fui tomando conciencia del alcance de la calidad y particularidad del asunto, me di cuenta repentinamente que la poesía, en Venezuela, está en poder de las mujeres.
Un enriquecimiento y una potente y nueva mirada sobre los eternos temas de la escritura poética, es decir, un giro, y desde esa proyección interior del cuerpo, ya no como objeto de placer o dolor sino como espacio de nuevas experiencias que no habían sido tratadas desde este ángulo personal, impresiones psíquicas y psicológicas que en poesía no podían ser tratadas desde el posicionamiento masculino. Es en este terreno que las poetas venezolanas profundizan como no se había hecho en la tradición del país, indagando con fuerza en lo privado, haciendo públicas las palabras con que Marguerite Yourcenar anota su memoria en la de Adriano: La vida de las mujeres es más limitada o demasiado secreta. Basta que una mujer cuente sobre sí misma para que de inmediato se le reproche que ya no es mujer.
Si esa zona de intimidad se entregó al lector, esa intersección donde se produce la relación con lo otro, con el otro y con el entorno, ahora habla, dando un paso más, sobre sus propias convicciones y emociones, y surge una nueva conciencia que abre un camino de expresión que había estado reprimido en la literatura. La libertad que uno se da es la verdadera libertad, y es lo que se siente y se disfruta en la escritura de estas poetas, fuerza y orgullo de ser protagonista. Algo que no puedo dejar de comentar, es que la generación a la que pertenecen todas ellas es la primera, en Venezuela y en América Latina, y en eso coinciden con los narradores del boom, que añaden a sus referentes, que hasta entonces habían sido externos, la lectura de poetas de su propia tradición y de otros países latinoamericanos, algo que queda patente en el espléndido catálogo de poetas publicados en la editorial que fundó Yolanda Pantin y otros más, Pequeña Venecia, poetas de todo el continente y traducciones de otras lenguas.
Vida y poesía laten vulnerables en esta antología que ofrece al lector español un tesoro casi escondido, y esa sensación de transitoriedad y de fuerza a la vez, ese canto de fortaleza que todas las poetas aquí incluidas nos dan, es un juego maestro para seguir el hilo de ese canto certero que permite descubrir lo que en apariencia no está y que es poesía, aquello que se oculta y que con todo su resplandor logra acercarnos a la obra de un conjunto de poetas valiosas, que logran romper límites, descontextualizar, subvertir los roles tradicionales, por lo tanto, un triunfo absoluto en el acercamiento a la emoción.
Y con un fuerte deseo de que sean valoradas y leídas por todos nosotros, cito dos versos de Sor Juana que utilicé de epígrafe:
Que mi tintero es la hoguera
Donde tengo que quemarme
Texto leído en la Fundación Centro de Poesía José Hierro, Madrid, el 30 de marzo de 2017.
Cantos de fortaleza. Antología de poetas venezolanas. David Malavé Bongiorni y Artemis Nader, compiladores. Madrid: Kalathos Ediciones, 2016.
Prólogo por Rodolfo Häsler. Epílogo por Rafael Arráiz Lucca. Poemas de María Clara Salas, Cecilia Ortiz, Belkys Arredondo Olivo, Yolanda Pantin, Edda Armas, María Antonieta Flores, Patricia Guzmán, Sonia Chocrón, Claudia Sierich, Gabriela Kizer, Jacqueline Goldberg, Gina Saraceni, Carmen Verde Arocha, Eleonora Requena.
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