miércoles 28 de agosto de 2019
el cautivo. Décimo aniversario. Presentación. Moraima Guanipa.
Mi querida amiga y poeta, María Antonieta Flores, generosamente me ha invitado a decir unas palabras en este acto de presentación de la edición impresa de el cautivo, un número especial en ocasión del décimo aniversario de esta revista digital. Decir que me honra tal convocatoria es poco, para quien como yo, agradece tantos años, casi un cuarto de siglo, de fraterna amistad con María Antonieta.
Me voy a permitir evocar esos años, a comienzos de la década de los noventa del siglo pasado, en los que conocí a María Antonieta, cuando coordiné brevemente las páginas culturales de El Universal, dirigidas por nuestra recordada Sofía Imber. Por entonces recibía la visita puntual de nuestra querida poeta con las cuartillas de sus “Epífitas”, una columna que publicaba con reseñas y comentarios sobre poesía y literatura. Allí, en esa columna de opinión, quizás estuvo el germen que hizo posible que apenas despuntando el presente siglo, en junio de 2004, con la explosión de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la llegada de Internet apareciera elcautivo.net (https://elcautivo.net/), una edición digital, ahora en su décimo aniversario que hoy celebramos.
El nombre que le dio a su columna de opinión en El Universal es casi su santo y seña: así se identifica hoy en Twitter (@epifitas), y es metáfora de la tarea solitaria y no menos continuada que en estas décadas ha realizado María Antonieta Flores. Las epífitas son especies de plantas de raíces desnudas que crecen en troncos de otros árboles, sin parasitarlos y entre cuyas especies regalan la maravillosa delicadeza de las orquídeas y bromelias. Más allá de la devoción y el cuido que ella misma le profesa a estas plantas, “Epífitas” fue la expresión sistemática de un trabajo de reflexión y de divulgación literaria de María Antonieta, quien para la última década del siglo XX había publicado cerca de una decena de poemarios y compartía por igual su trabajo como colaboradora en diarios y revistas como el Papel Literario de El Nacional.
Lo que fue una labor intelectual y creadora en medios impresos no podía quedar al margen de esa transformación que en los años 90 modificó con la fuerza de un tsunami tecnológico y cultural la comunicación humana: internet. Apenas iniciado el nuevo siglo y en un momento en el que las oleadas de cambios amenazaban con no dejar en pie las formas tradicionales de la información y la comunicación, resultaba, no obstante, poco menos que conocida la aventura de lanzar al océano de la red de redes una botella dedicada a la poesía y la literatura: el cautivo.
Y así elcautivo.net comenzó su navegación por las aguas desconocidas de internet, como una revista literaria dedicada básicamente a la poesía. No deja de ser auspicioso que escogiese como emblema de este sitio digital un pasaje de referencias marinas que Cervantes recoge en Don Quijote de la Mancha, en el que se alude justamente al cautiverio padecido en manos de Uchalí (Uluj Alí), un mítico marino musulmán de origen italiano bajo cuyo yugo “sólo fui el triste entre tantos alegres y el cautivo entre tantos libres”. La propia María Antonieta se encargó de indicar este origen en la edición que hoy saludamos, cuando sostiene que el título, si bien se relacionaba con la tradición de la lengua española, no estaba vinculado con “la imagen de alguien cautivado por la palabra, sino a la de un cautivo que se sostenía en la palabra para soportar su encierro”.
Esta fidelidad a ciertas imágenes literarias y vitales que encontramos como un continuo en el trabajo de María Antonieta, también se expresa en el hecho de que el número inaugural de el cautivo, aparecido en la web en el mes de junio, estuviera dedicado a la poeta Ida Gramcko (1924-1994), en ocasión de los primeros diez años de su muerte y donde se reunieron textos de Alfredo Silva Estrada, José Napoleón Oropeza y otra recordada y querida poeta, Elizabeth Schön, quien a propósito de Ida decía entonces que “yo no creo que ser poeta sea nada más que hurgar dentro de sí”.
Ida ha sido una figura tutelar en la vida de María Antonieta. Su primer poemario, El señor de la muralla (1991), se abría justamente con un prólogo de Ida Gramcko con quien, cuando rondaba los veinte y nueve años de edad, había realizado un taller de poesía en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), a finales de los años 80. Y es Ida, su poesía, quien vuelve a estar presente en este hermoso libro celebratorio de los diez años de el cautivo, en un texto de María Antonieta titulado “Epífitas. Ida Gramcko, andanza y hallazgo del eros”.
En su primer número ya se anticipaban los intereses de la revista, su personalidad abierta a las más diversas voces de la creación poética, literaria y cultural. La poesía como eje de una reflexión, como una reunión de obras de poetas de distintas generaciones y de los más diversos países; selecciones de poesía pero también textos de análisis literario, crítica; reseñas de libros y de eventos artísticos y literarios.
el cautivo surgió en un tiempo en el que internet convirtió en rutina el correo electrónico, las páginas web, un mundo que a velocidad de megabytes por segundo se abriría a la web 2.0 con redes sociales como Facebook (2004) y Twitter (2006). En estos espacios entró María Antonieta con su entusiasmo y con una admirable capacidad para ensayar y aprender, para abrir espacios en los que la poesía y los poetas también podían decir presente. Casi en solitario, con el respaldo económico de su propio sueldo de docente universitaria, se lanzó en un mundo de códigos binarios, dominios punto com y punto net. Lo que inició en junio de 2004 ha sido, con una “pausa forzada” e involuntaria de varios años, la cita puntual de una revista que María Antonieta concibe con la misma devoción y el cuidado que pone en la construcción de sus poemas.
Las entregas de la revista digital dibujaron un ancho mapa con poetas provenientes de distintos países: México, Colombia, Argentina, Uruguay, Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica, República Dominicana, Puerto Rico, España, Italia, Nigeria, Israel, entre otros. Con los poetas de presencia internacional tuvieron cabida los nombres de creadores poco conocidos y leídos en nuestro país.
Como un necesario ejercicio de memoria y gratitud, encontramos en distintos números de la revista la obra de recordados poetas fallecidos: Elizabeth Schön, Alfredo Silva Estrada, Juan Liscano, Juan Sánchez Peláez, Eugenio Montejo, Adriano González León, a quienes se les ha rendido homenaje, como más recientemente ocurrió con Harry Almela y Rubén Ackerman en 2018.
En un registro que bien merecería un trabajo más detenido, cada una de las 60 ediciones de esta revista digital reúne las obras de poetas venezolanos de distintas épocas y propuestas creadoras. Allí encontraremos tanto selecciones de poemas de libros ya publicados, como textos en su momento inéditos que posteriormente leímos en ediciones aparecidas en fechas recientes.
Un aspecto que considero importante resaltar en el trabajo de difusión y promoción de la poesía venezolana, es la generosa disposición de María Antonieta para abrir el cautivo a las nuevas voces de la poesía y la literatura. En las distintas ediciones de la revista se le dio acogida a jóvenes autores, quienes con los años se han convertido en destacadas figuras de nuestras letras.
Con la poesía, en la revista tienen cabida otros géneros como los relatos, la crónica, el ensayo. Y esa diversidad se prolonga en los temas de los cuales se ocupa referidos a las artes y la cultura de nuestro tiempo. Lo culto y lo popular presentes en un arco de intereses que va desde homenajes a cantantes como Chavela Vargas y Alberto Aguilera Valadez, Juan Gabriel hasta la pintora Frida Kahlo o las lecturas sobre escritores como Susan Sontag.
Este sitio web está desprovisto de cualquier recurso gráfico o alarde digital que compita con los textos. La limpidez del diseño aportado por Jorge Gómez Jiménez invita a entrar y detenerse en cada una de las páginas que despliegan sus enlaces.
En estos tiempos en lo que, como nunca, los venezolanos padecemos nuevas fronteras reales y virtuales, con uno de los servicios de internet más lentos del continente y el cierre de las posibilidades de impresión en papel, publicaciones digitales como el cautivo mantienen su navegación en la red, justamente cuando más necesitamos hacer nuestros los versos de Hölderlin: “Es derecho de nosotros, los poetas, estar en pie ante las tormentas de Dios”.
Con la premisa del respeto a la libertad de expresión, este medio digital se distingue por la defensa de otro aserto que es una toma de posición sobre la forma en la que asume su presencia en el ciberespacio: “el cautivo es una publicación slow reading”. En los tiempos de las velocidades de internet, el cautivo invita a una lectura lenta que se promete para el placer y la hondura. Esa es la experiencia que ofrece un espacio que pide y merece detenimiento, que parece decirnos como Carl Honoré en su libro Elogio de la lentitud (2005): “Todas las cosas que nos unen y hacen que la vida merezca la pena ser vivida –la comunidad, la familia, la amistad– medran en lo único que siempre andamos cortos: el tiempo”.
Con paciencia y lentitud, como quien se entrega al libar, así nos llegan estos diez años de el cautivo que hoy María Antonieta comparte con una bella edición impresa, un número extraordinario, diseñado con delicadeza por Waleska Belisario de ABV Taller de Diseño y solidariamente apoyado por Team Poetero. Y no podía ser más auspicioso que hacerlo justo aquí en La Poeteca, entre amigos, con los libros y la poesía, con ustedes, nosotros, lectores.
Digo gracias y salud, por María Antonieta, por este cautivo tan nuestro y entrañable.
n.e. Este texto fue leído a finales de la mañana del día 15 de junio de 2019 en la sede de La Poeteca durante la celebración del décimo aniversario de esta revista. Luego de la presentación de la edición impresa, hubo una inolvidable lectura de poemas en las voces de Yolanda Pantin, María Ramírez Delgado y Juan Manuel Romeró Á. La fotografía recoge un momento de la lectura del texto.
Moraima Guanipa (1961) es poeta, periodista y docente de la Universidad Central de Venezuela (UCV), con una Maestría en Literatura Venezolana. Por más de dos décadas ejerció como periodista especializada en información cultural y como colaboradora en diversos diarios y revistas venezolanos. Es autora del libro Hechura de silencio: Una aproximación al Ars Poética de Rafael Cadenas (Fondo Editorial Humanidades y Educación, UCV, 2002) y su trabajo poético ha sido publicado en los libros Bogares (Fondo Editorial 60 años Contraloría General de la República, 1998), La jaula de la sibila (Editorial Eclepsidra, 2001) y en las plaquettes Ser de agua (1997), Bodegones (Editorial La Espada Rota, 2011) y Voces de Sequía (Editorial La Espada Rota, 1999).
fotografía: Carmen Rosa Gómez
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