domingo 31 de mayo de 2020
Orfeado insilio. Hernán Zamora
Pan nuestro de cada día
Ladran
ladran
ladran ladran
en un profundo corredor
ladran
Comienza otra noche
en el oprimido valle de los Caracas
Aúlla una ambulancia
espantando
obligadas quietudes
Alguien silba tres pisos más abajo
¿por qué se alegra?
En un jardín de eclipses
llora una mujer
llora
sin que nadie pueda escucharla
llora
Quizás por eso las cigarras
quizás por eso algunas palabras
llueven tan lejos
del sosiego de un beso
Adentro
las hormigas recortan sueños
mudan huevos y reinas
a otra tierra
tal vez menos amarga
tal vez menos herida
¿quién sabe?
Tres ángeles pasan y sonríen
llevan en sus manos
–en las imaginadas manos de los ángeles–
trozos de mañanas
semillas de un canto abierto
de una niña recién nacida el nombre
suspiros de madre dormida
nostalgias
de aquel padre a contrasombra
También llevan
la mirada húmeda de otro padre en un taxi
anhelos de viajero
mordiendo calles
arrimando un poco de fe a su café
pensando en paisajes migrados
cuerpos que recuerda entre cuentos
un sorbo de chocolate aún tibio
y el pan que bien respira
cuando acompaña su deseo de vivir
con una cucharadita de papelón
en cada sacrificio
Angustia órfica
Dibuja soledad en una casa
paisajes detrás de sus párpados
Atrapa de universos las vocales
consonantes en fotografías redondas
Aparecen nítidas las voces
lineales prendidas deseosas
Presiente nubes de luz ansiada
por instantes tacha raya borra
Escribe limpio en la memoria
pero nada pasa y pasa alada
Deja tras de sí un crujir de ramas
el poema verde que huyendo le abandona
Llévase en su cola de palabras largas
el río el jazz y el perdón de la rocola
Orfeo se duerme y duerme en Angostura
cuando crecen el olvido la furia y la congoja
Orum vivum
De una aguja el ojo
de un reloj la arena
En el alféizar de su ventana un astrolabio
de hormigón armado el portal de arcilla la frontera
La sombra de un cangrejo anaranjado
abiertas dos rosas rosa roja y rosa seca
Una hogaza de pan negro en cada mano
una gota de miel en la punta de la lengua
Un tablero de ajedrez desocupado
habitado con albahaca con pimienta y con canela
Un sendero al campo y ahí a su costado
un tronco un pensamiento y una piedra
Desde la orilla de Angostura el puente
y de aquel patio el mandarino el mango y la cayena
Amarillo azul y rojo tres carritos y en sus ruedas
raudas colas de fuego entre senderos de estrellas
En el amanecer de un cristofué su vuelo su algazara
en el sediento silbar de un gurrufío arriba una cometa
Y cuando las máscaras del juego traslúcidas ya sean
el abrazo de su Hijo sus palabras y su fuerza
Todas esas cosas
simples necesarias verdaderas
llueven melodías hacia su noche
y entre sus cantos
cimbran vidas leños y candelas
Gritos
4:10 am
Comenzaba a rezongar la cafetera
El aroma a trabajo despuntaba
entre libros documentos
paisajes de una nueva jornada
sumida en penumbras
Oí gritos
¿Gritos
de cualquier borracho?
¿De transformistas
peleándose
un cliente o un rincón?
No
Eran otros
gritos
suplicantes
………..¡hermanito, soy un padre de familia!
………..¡soy un padre de familia!
………..¡soy un padre de familia!
Comprendí
lo que cualquier caraqueño sabe
Apagué mi lámpara
subí a una silla
alcancé la ventana
desde donde me llegaban
………..¡SÚBETE AHÍ!
Le decían
………..¡déjame ir!
Rogaba el padre de familia
Engañándome
creí que con solo mirar podría salvarlo
oteaba
pero desde mi burladero apenas vi
solo luces apagadas
detrás de todas las ventanas
El tropel en mi pecho me impedía escuchar
Quise clamar
¡dejen a ese hombre!
Pero piedra atada a mis rodillas
mi quejido fue
voz insonora
ampollas de nada
hundiéndome en un río de pánico
………..¡auxilio!
………..¡policía!
Inútil
escondido tras mis manos
arrodillado dentro de mi sombra
imploré
temblé
lloré
en la madrugada de un hombre sin su familia
atrapado en las fauces de Caracas
Tarde llegaron las sirenas
Escribo avergonzado
preguntándome por su esposa
por sus hijos
por la taza de café que dejó a medio terminar
Cada línea aquí es
filo de culpa cuya saña merezco
No quiero olvidar
cuán cobarde he sido
sin siquiera el valor para ofrecer
un mísero grito de ayuda
a ese padre de familia
que quizás no volvió a despertar
Heredero de Khelônê
dormita un morrocoy
en uno de estos campos
el sol se recrea
sobre todas sus cosas
a esta planta a aquel pozo a esa otra roca
sendas gracias
flor a flor
prados de alegrías
aquella hoja de hierba un trozo de esta otra
cada día su pan
una hilacha de mango un trocito de lechoza
celebración ingenua
ese viejo morrocoy en su ensueño
sonríe y monologa
¿quién soy?
¿quién fui?
¿por qué aquí estoy?
¿por qué de lentitud he sido hecho?
arrojada al río por un dios artero
la madre original de mi estirpe fue
reprimida por negarse al culto impuesto
dentro de su casa para siempre castigada
afanes y días
me han abovedado
a fuerza de miedo la vida
mi cuerpo ha trocado en coraza
no ataco
aunque aprehendo al morder
emprender es un verbo
ajeno de tan titánico
cualquier camino
se enrosca en mi nombre
al pie de la higuera que florece
…………..en el patio que me sueña
o al pie de aquel samán de Terredad
…………..escrito por un esclavo que ahora duerme
rendido estaré al anochecer
polvo caído seré
polvo azul
otra vez
que disponga de mi cuerpo
Orfeo
–de lo que de él quede–
para su canto
Hernán Zamora. (Caracas, 1964). Profesor de diseño arquitectónico en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo en la Universidad Central de Venezuela. Fue ganador del XIII Premio de Poesía Fernando Paz Castillo (CELARG, 2000). Ha publicado los poemarios: Desde el espejo del baño (La liebre libre, 2000), No somos nuestros (La nave va, 2003), La casa de las hormigas (El pez soluble, 2004), Cantos Cardinales (ONG, 2007), A contrasombra, padre (e-book, Smashwords, 2012), Fuego inútil (poesía reunida, e-book, Smashwords, 2014), 39 grados de cielo en la tierra (OT Editores, 2015), Ofelia en la retina (e-book, Stand Up Poetry, 2015) y ¿Respira, quién en el umbral? (e-book, Smashwords, 2017).
Orfeado insilio Caracas: Oscar Todtmann Editores, 2020.
Los poemas se publican con autorización del autor.
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