domingo 18 de octubre de 2020
Canto de chicharra. Carlos Iván Padilla
Errancia
A la hora secreta
en la que nadie te vea
deja migas
para no perderte.
Hay un embrujo en este andar
un orden que se cuela en las arrugas de la calle
un temple mortecino de mirada incauta
tallado a pie en los restos de su escape
todo
pertenece
a este
suelo
a la brisa que se adueña de su nombre
al tiempo en que los pasos abandonan las entrañas
para ir y hacerse libres entre cábalas y aceras.
La herrumbre es el rastro más nefasto
prueba irrefutable de la extensa caminata
por el hoyo más profundo que se ha erguido bajo
el cielo
pináculo cobrizo que se hincha con augurios
derrotero inmaculado de una vida:
Levanta la mirada y hazte cáliz
vierte lo que queda de sol
bebe añejo el néctar de sus ojos
ingiere un sorbo fatuo de lenguaje
haz que el llanto permanezca
traga el alma que ha surgido
lava con ella cualquier pecado
ingiere su garganta como el fuego
tatúa el evangelio en tu piel
la noticia fulgurante de una era más benigna
nunca olvides la historia de tus casas
nunca olvides el trabajo de tu estirpe
nunca olvides el redoble de tu ansia
deambula eternamente por la ciénaga
cuida de la hondura de sus charcos
mantén la calma ante el ritual que se consuma
sacraliza este dolor y arrebátale el espíritu
cultiva tu lujuria hasta reconocer el hálito
mantén la puerta abierta por si llega un penitente
ronda los pasillos sin confiar en las paredes
no descanses bajo ídolos de piedra
suéltate la boca y hazte humo
sé caudal de lo divino
sé umbral en la liturgia
solo así surgirá el canto.
Andar es nuestro cuerpo.
Baltimore
I
.
II
Hojarasca nocturna
qué guarda
tu quietud.
III
Arriba el peregrino
su entrada es un graznido
que anuncia.
IV
Crepúsculo cobrizo
aroma dulce del rojo
se abren las calles de la noche
las raíces surgen al quiebre de la piel
a Baltimore se le ven las venas.
V
Ya baja el peregrino
de un carro que se marcha tirado por espigas
(jadean las espigas mientras marchan
porque no queda nada en la cuenca de la tarde)
los párpados del sol se cierran a un aroma
un arrullo vigila el temple de Baltimore
Ya baja el peregrino
de un carro que se marcha tirado por espigas
(sucumben las espigas mientras marchan
porque el aire no se muestra)
mece sus alas el aroma
respira el suelo de Baltimore
VI
Cadenas en las calles de Baltimore
aceras envueltas en hiel
savia de árboles corruptos
techo funesto en constante hastío
techo funesto de hojas Baltimore
arrullo de miel infante que mece la memoria
mece las pestañas al rojo latir del cielo
estigmas las patas de jaurías que pasean
secretas jaurías de hálito
fuimos los canes mejores
en la infame Baltimore
pináculo techo o cumbre
no te acerques a su falta
cuidado Baltimore
te rondan
victoria tuya bajo los ojos de Niké
te acecha el Susto, el Bronco,
tres heraldos negros como el canto
y sus nueve vástagos caídos de los árboles
tu historia te delata Baltimore
fuimos los canes mejores
ahora ardemos
dulces
en la puesta.
VII
Piel gris que embelesa
atiende mi visita con tu sangre
con tu extraño olor a desconsuelo
hojarasca nocturna qué guarda tu quietud
qué guarda tu arrebol
¿una familia lejana?
¿una memoria ajena?
una historia que no es mía pero llama
llama y canta un arrullo que no cesa
mi apellido entre tus ramas
mi apellido cien veces
y mi nombre al menos tres
no te nombro entonces Baltimore
no te nombro y te protejo
no te nombro entonces Baltimore y te cuido
cuido de tus hijos cultivo sus voces
te añoro Baltimore te añoro
sufro tu letargo tu desnudez
inquiero tu aroma rojo en letanías
anhelo tu piel gris
tu hojarasca
tardes sin el fruto amargo
Baltimore arrullo
arrullo tenue
arrullo ocre
méceme en las alas de tu aroma
jadeo y sucumbo porque fallo
en seguir viviendo entre tus venas
fallo
y te nombro.
VIII
Dónde queda padre tu casa
si no hay lugar en Baltimore que no habite el silencio
y tú la nombras padre la nombras
y la olvidas
Baltimore calla
a la espera de quien calle y se quede
te he nombrado Santa mía
la casa se muestra
(Mi casa hijo queda
en el conticinio
justo en el medio
donde el nido tienta)
Un arrullo huele a rojo
se toca una hoja seca
hay en Baltimore un visitante
y ha dejado de existir.
Carlos Iván Padilla. (Caracas, 1993). Autor de Avatares (Monte Ávila Editores, 2016, Premio XIII Edición del Concurso para Autores Inéditos 2015 en la mención Poesía). Premio III Concurso de Poesía Joven «Rafael Cadenas» 2018, con su poema Carmamara. También autor de la novela gráfica Ex nihilo (Editorial Proteo, 2019) y el libro de cuentos Mareas (NSB, 2016, premio a la V Edición del Concurso «Por una Venezuela Literaria»). Su trabajo aparece en las antologías, Nubes: Poesía hispanoamericana (Pre-Textos España en alianza con Dcir Ediciones Venezuela, 2019), Physis (1er Concurso para Jóvenes Poetas, Ucab, 2017). Coautor de la Antología del III Concurso nacional de Poesía Rafael Cadenas, editada por @AutoresVzlanos, @TeamPoetero y La Poeteca (Caracas, 2018) promotores de esta iniciativa. Colaborador de las revistas Poesía, Arquitrave e Insilio, entre otras. Formó parte del grupo Un Basurero, con el que publicó los plaquettes Hálito imberbe frente a cadáver de ciudad (postales desde el 2015) y B a s u r a (2017). Se desempeñó como Auxiliar Docente de la cátedra de Estética y Filosofía del arte en la Escuela de Filosofía de la UCV. Reside en Buenos Aires, Argentina. @liturgias
fotografía: cortesía de dcir editores
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