domingo 18 de octubre de 2020
epífitas. El paisaje de la luz en Gamoneda. María Antonieta Flores
Antonio Gamoneda, nacido en Oviedo (1931), escribe en su poema “Sublevación”, sobre la “materia del relámpago” y la vincula al hielo, dos sustancias luminosas y de simbolismo altamente codificado tanto en la cultura occidental como en la oriental. El relámpago, tal como lo señala Juan-Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos: “Es el fuego celeste en su forma activa, de terrible dinamismo y efectividad. (…) es el símbolo de la suprema potencia creadora.” El relámpago precede al sonido del trueno y su aparición invoca el miedo y deja el estruendo. Es un fenómeno atmosférico que le recuerda al ser humano que está inmerso en la dinámica de la naturaleza y el cosmo, y que puede ser su víctima y no su agresor. Pero también su luz rompe la oscuridad y de allí su vínculo con lo creativo. Otro aspecto que resalta Cirlot es que “la luz del relámpago se relaciona con la aurora y la iluminación.” Y éste es el vínculo que más me interesa para aproximarme a la poesía del ganador del Cervantes.
La poesía de Gamoneda está signada por la luz, en torno a sus valores se congregan las imágenes en las que ha fundado su discurso poético. Pero no es un trato estático el que mantiene con la luz. Su poesía es puro movimiento, dinamismo entre símbolos complementarios. A sus poemas, les dan corporeidad la tensión entre palabra y silencio, entre la luz y la sombra (“la luz es médula de sombra”,“Aunque quizá estamos ya separados por un hilo de / sombra y cada uno está en su propia luz”). Aún cuando privilegia la belleza, la luz, el silencio; nunca olvida lo que habita en el extremo opuesto. La dinámica de su poesía, su inquietud, reside en ese desplazarse en el espacio de los símbolos. De “una astilla de luz”, emerge una poesía sólida y potente en su decir con un gran dominio de la imagen y de la mirada sobre la razón: “Todo es visión, todo está libre de sentido.”
El clima invernal, otra expresión de la luz, marca su poesía y se manifiesta a través de menciones constantes a la nieve y el frío. Es un clima donde habita el miedo, la amenaza del olvido, la desgarradura de la memoria; clima de pérdida y de imposibilidad que se funda en la orfandad que padeció en su temprana infancia. Sin embargo, de este dolor emerge el amor y una esperanza seca que le da hondura a su decir.
La poesía amorosa de Gamoneda cuyo poema más representativo quizás sea el que titula “Amor” se basa en la sencillez, algo en armonía con su propuesta estética y discursiva. No hay dramas ni un gran relato en torno al encuentro de los cuerpos. Lo amoroso evade lo tempestuoso, busca la serenidad, se funda en la ternura. Los gestos pequeños de la intimidad van armando un amor cotidiano que aspira a la paz. En este poema de La tierra y los labios, el objeto amoroso, para usar una vieja terminología, se define desde símbolos que revelan el sesgo doloroso del amor y, de nuevo, lo frío como instancia emocional.
Mis lágrimas entran en la luz.
Miro a mi amor: es una
avecilla desnuda, negra, fría
Deseo detenerme en Cecilia, su publicación más reciente, y cuyo tema es también el amor. El libro está dedicado a su nieta. Es la mirada del abuelo, quien desde su camino ya andado, contempla el inicio de la vida. Si se piensa en los arquetipos, el senex se admira ante el puer y reconoce una luz otra, una luz innombrable. Con escasos elementos, aves, árbol, nieve, construye el paisaje de la luz. Las aves y el árbol encierran su amenaza, pero el poeta elige la beatitud de este paisaje. El minimalismo también domina el discurso lírico de este libro. Por instantes se siente como si la luz va a borrar el lenguaje, la palabra, el sonido y dará paso al silencio. En Cecilia nos habla de la luz que emana de los otros y que desea palpar a través de la palabra:
y, sin saberlo, extiendes luz en torno a ti
y yo adelanto mis manos y no llego a tocarte; únicamente
acaricio tu luz.
Entrar en el universo poético de Antonio Gamoneda es enfrentarse a lo esencial, es descubrir esa caricia que elabora en sus poemas para iluminar lo sombrío, tanto individual como colectivo. Es ésta la humana luz que define su escritura.
fotografía: Vasco Szinetar
Rosa María Perez Casañas - lunes 26 de octubre de 2020 @ 12:58 pm
Hermosa traducción ,gracias