lunes 29 de noviembre de 2021
Homenaje. Los lectores ordenan: Selección de poemas. Elizabeth Schön
Si digo que hay revelación
es porque el árbol renace
y la raíz nunca cesa de sostener.
En cada polen está el principio del oleaje
y el fin de la prolongación.
En cada flor yace la plenitud
de un mar donde riela
la larva original y la candidez primera.
Cada hoja verifica
su traspasable mandato.
Cada umbela
cada leño
relata, sin oponerse
su inocente calendario.
Se está junto al agua
y el agua se desliza
aunque no se mire
y el manantial permanezca ausente.
de La cisterna insondable
Selección de Douglas Gómez Barrueta, poeta y periodista
No hay más faz que la del amor
si está en la orilla
del río interminable.
No hay más amor
que aquel al que nunca
se le conoce fronteras.
Y porque el amor es anterior
a todo comienzo
a todo fin
lanzo la red y
encauzo mis pasos hacia ti.
de La cisterna insondable
Selección de Douglas Gómez Barrueta, poeta y periodista
El alma pregunta: ¿quién soy?, ¿quién es esa multitud que hierve en mí, como la espuma de un pozo intransitable? Y el silencio la cubre, con la humedad de las hojas caídas. Se devana en buscar su origen y mientras está más sumergida, encuentra que cuanto la cubre es un gobelino zurcido que la fecunda. Podría decir, soy una multitud. Se me adhieren las ideas, los fervores y cuanto existe, sin poseer un centro único, mío. Cada pájaro, hoja, página que me ronda es un lago ignorado que marcha a la vida o se consume dentro de mí. El Yo no es mío, se me disuelve al encontrarme sujeta por la belleza, la humildad, las aves y los deseos que me cercan. Si alguien grita: Soy, desconoce que ese ser es una multiplicidad aprisionada en busca de salida.
De Casi un país
Selección de Edgar Vidaurre, poeta y abogado
Nos va cercando lentamente
para que no podamos huir
pero, de pronto,
y sin saber cómo, nos abraza,
nos aletarga,
quedando el cuerpo reducido a su antojo
y el pensamiento sumido
a la región inescrutable
donde ningún sendero
por más angosto que sea, llega.
Allí quedamos,
y no sabemos si allí
hay algo tan real,
como lo es todo cuerpo en el espacio,
o si allí sólo existe
la inexpugnable fortaleza
que como nunca llegó a conocer el amor,
el árbol,
el cielo,
quedó para siempre sin faz ni habla.
de Es oir la vertiente
Selección de Edda Armas (Venezuela, 1955), poeta
Al alcance de lo infinito
VIII
Por el agua que emerge del hombre que ama, habrá en cada ciudad una cumbre, un árbol, un manantial y aún habrá esa ladera silenciosa, íntima, donde recobrar el horizonte enterrado por la tenebrosa ansiedad.
Y porque jamás deja de cubrir la tierra, podrán los hombres renacer y alcanzar el primer centro del arraigo y la plenitud.
de Del antiguo labrador
Selección de Silvia Navarro (Venezuela, 1995), creadora del blog Vomité un conejito.
Íntima antigüedad
III
Con el canto de las siembras va el primer relámpago, el
primer fuego, la primera azada con la que edificó el hombre su habitación.
Y no deja de rodar el canto sobre las aguas, los frutos y las ciudades.
Y sabemos también que con el canto de los hombres
y de los árboles nos viene lo más íntimo de la tierra y los cielos.
De Del antiguo labrador
Selección de Eduardo Blanco (Venezuela, 1993), colaborador del blog Vomité un conejito.
Si lo invisible fuera carbunclo
catalejo, alondra
la flor ¿seguiría siendo
la que no aparece en los precipicios
en las libreas, en las márgenes?
No hablamos de pórticos
que vigilan el origen.
Varada dentro del alma
no es ardid
ni sortilegio de neblinas
mas sí, tal vez
viva en las murallas arriba
debajo de los sueños
o en la ansiedad
que lanza velos veloces
hasta alcanzar la palidez del astro
en el claro desprendimiento del atardecer.
La flor no asoma.
¿Podrá alguien comprenderla?
De La Flor, el Barco, el Alma
Sección Sin Nada en lo Visible.
Selección Wilfredo Carrizales, poeta y traductor.
El que ama es porque conoce la inmensidad del universo. Y a ello aún no hemos llegado. ¡Ah! inmensidad donde un centro el amor roza. Me callo y miro porque el amor no tiene piso… mirar… yo amo y por eso veo. Lo infinito divino no cae ni decae… como el poeta que, transido, nos da el alma del cielo que es a su vez todo… y le dice a nuestra ventana: “hoja del espíritu que mide todo el mundo de pino, fruta”. Venimos del aroma de la inmensidad a la largura de lo de antes y siempre.
De Visiones extraordinarias
Selección de Edgar Vidaurre, poeta y abogado
Cigarrón yo
abro mis alas
el único esfuerzo que abarca
aún al cansancio último del fin.
Afuera la claridad, las nubes
mi silueta de tijereta entre el horizonte
sobre las flores, las puertas
ventanales que una y otra vez me detienen
impulsándome a seguir
con el fruto rojo de la tierra
y las margaritas exactas.
Las cascadas
van de lo alto hacia lo bajo
siguen rectas
iguales a mí, cigarrón de sol, vacío
de ciruela, semillas, aire
Jamás he visto ni probado
ni tocado el comienzo del fin.
De El cigarrón
Selección Belén Ojeda, poeta, traductora y músico
Elizabeth Schön. (Caracas, 30 de noviembre de 1921 – 15 de mayo de 2007). Poeta, dramaturga y ensayista. Ha publicado los poemarios: La gruta venidera (1953), En el allá disparado desde ningún comienzo (1962), El abuelo, la cesta y el mar (1965, con varias reediciones), La cisterna insondable (1971), Mi aroma de lumbre (1971), Casi un país (1972), Es oir la vertiente (1973), Incesante aparecer (1977), Encendido esparcimiento (1981), Del antiguo labrador (1983), Concavidad de horizontes (1986), Árbol del oscuro acercamiento (1993), Ropaje de ceniza (1993), Aún el que no llega (1993), Campo de resurrección (1994), La flor, el barco, el alma (1995), Antología poética (1998), Del río hondo aquí (2000), Ráfagas del establo (2002), Las coronas secretas de los cielos (2004), Visiones extraordinarias (2006), Luz oval (2007). En dramaturgia, Intervalo (1957), La aldea (1967), Lo importante es que nos miramos (1967), Al unísono (1968), Melisa y el yo y otras obras (1977). En ensayo, La granja bella de la casa (2003). En coautoría con la fotógrafa Thea Segall, Lo que miró el almirante (1992). Obtuvo el Premio Municipal de Poesía en 1971 y el Premio Nacional de Literatura en 1994.
Los poema se publican con autorización de la sobrina de Elizabeth Schön, Luisana Itriago.
fotografía: Articolor
Deja un comentario