lunes 28 de febrero de 2022
Gina Saraceni: “lo femenino no es propiedad de la mujer”. María Antonieta Flores
Gina Saraceni nació en Caracas en 1966, su vida transcurre entre múltiples actividades académicas, su afición por los maratones y la naturaleza, la poesía. Quien dice que “correr me ayuda ‘a escribir en el aire’”, egresó de la Università degli Studi de Bologna, Italia en 1990; cuatro años después obtuvo el Magister en Literatura Latinoamericana para obtener el doctorado en Letras de la Universidad Simón Bolívar en 2001. En esta misma universidad desarrolló su carrera hasta llegar a profesora titular del Departamento de Lengua y Literatura. Actualmente, en Bogotá, es profesora asociada en el Departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana. En 23 años ha publicado cuatro poemarios, una antología personal y ha recibido tres premios, entre ellos el PAT de la Fundación para la Cultura Urbana en 2011.
Entre objetos, respirando es el primer poemario que publica Saraceni, constituido por poemas en prosa, es un libro breve que gira en torno al desamor con un decir, a veces, entrecortado; en él, reconoce su pertenencia: «Palabras que tejen una escritura que no tiene patria, poesía que es lo único mío de verdad, un abrazo que germina la belleza del mundo.». Luego y ya dueña del verso, vendrá Salobre, el encuentro con uno de sus grandes temas: el mar junto al desarraigo y la extranjería. Así en Casa de pisar duro se lee: “El niño quiso llevarse el mar a la casa / y comprendió que a la marea hay que dejarla ir. / En la renuncia se ama más cerca del amor.”. Este decir desde el desapego la conduce a decirse en Adriático (Bogotá: 2021), desde distintos lugares de la memoria en un libro donde el mar, los mares son vía para la rememoración. Y, a propósito de esta, su publicación más reciente, traigo este diálogo producto de un cuestionario que considera aspectos vinculados a la creación y a la escritura de mujeres, un tema que no ha llegado a puerto por los retrocesos que estas décadas recientes muestran y que no está en el campo de interés de Gina como crítica literaria, así que lo aquí registrado es revelador acerca de su posición ante el tema.
I
—¿Cómo llega el poema?
—Pienso que el poema es un proceso que implica diferentes factores y no un acto de magia o el resultado de un momento de inspiración. Se trata de una construcción lenta que involucra etapas diferentes: la primera relacionada con la necesidad de expresar una experiencia, sensación, emoción, problema determinado y con la búsqueda de un tono y un lenguaje específicos. La siguiente vinculada con la revisión y la reescritura hasta que uno decide “soltar” el poema cuando considera que alcanzó su forma y estado.
—¿Desde cuál lugar y cuál tiempo se escribe?, ¿se escribe desde un único lugar, un único tiempo?
—Pienso que el lugar y el tiempo, si bien son instancias diferentes, muchas veces están implicadas una en otra. Pienso que cada persona es la posibilidad de tiempos y lugares diferentes y que la poesía es justamente ese lenguaje que hace posible acercar y vincular temporalidades y espacialidades distintas. Considero que el tiempo y el lugar fácticos donde uno está ubicado cuando escribe, pierden su precisión y se van mezclando con otros gracias a la escritura que activa la memoria o la imaginación del futuro. Por esto pienso que uno escribe entre-lugares, entre-tiempos y son esa transición y tránsito, esa tensión y concomitancia de experiencias el lugar donde surge el poema.
—¿Símbolo, metáfora o imagen en su poesía?
—Se puede pensar con Lezama Lima la poesía como “el reino de la imagen”. La imagen poética creada con el lenguaje y en contra del lenguaje es para mí una motivación y un reto. La imagen también como lugar donde el lenguaje hace que una experiencia cualquiera sea singular.
II
—Desde la década de los ochenta, la crítica señala —como si de un fenómeno se tratara—, la eclosión de voces femeninas que han marcado un hito expresivo y poético sobre temas como el cuerpo, el aborto y la maternidad, el deseo, el sexo, la autorrepresentación y el lugar cultural que se asignan en el mundo. En su criterio, ¿hay un boom de la literatura escrita por mujeres y qué opina al respecto?
—Comparto lo que señala la crítica en relación a que la década de los 80, es un momento particularmente significativo en lo que se refiere a la emergencia de voces femeninas en el panorama poético nacional. Considero que esto no se debe solamente a un asunto generacional que hace posible que aparezcan muchas poetas mujeres a la vez, sino también a un asunto epocal: el pensamiento postmoderno que circula a través de la literatura, el cine, el arte, la filosofía, deconstruye muchos paradigmas de verdad que habían sido los hegemónicos e instala una sensibilidad hacia zonas del conocimiento que no habían sido tomadas en cuenta anteriormente. De allí que la pregunta por la mujer, el cuerpo, el deseo, la maternidad, la sexualidad, el poder se conviertan en una preocupación de la poesía y, en particular, de la poesía escrita por mujeres que encuentran en la escritura un medio para darle visibilidad a sus preocupaciones. Este fenómeno que se da en los 80 y que se extiende en las décadas siguientes, tiene sus antecesoras en escritoras como: Enriqueta Arvelo Larriva, María Calcaño, Luz Machado, Ida Gramcko, Antonia Palacios, Emira Rodríguez, Miyó Vestrini, —por nombrar las que a mi juicios son las más importantes—, que mucho antes emprenden una reflexión sobre temas álgidos relacionados con el rol de la mujer en la sociedad, su función y también con la enfermedad, la locura, la memoria, el matrimonio. En este sentido, creo que la relevancia que tienen los 80 se debe también a la atención que la crítica le ha prestado a este momento.
—¿A qué atribuye el interés en la mujer y en lo femenino en esta época?
—Pienso que el interés de la literatura y específicamente de la poesía por el tema de la mujer y por los problemas que la atañen, se debe al debate que, desde las ciencias sociales, el feminismo y la teoría crítica se ha producido desde los años 60. Pienso que la reflexión sobre el género, el sexo, la identidad, unido a la revisión del rol de la mujer a lo largo de la historia, y de su función y exclusión por parte del poder patriarcal, ha contribuido notablemente a mostrar la necesidad de escribir sobre estos temas.
—¿Escritura de mujeres o escritura femenina?
—De entrada quiero decir que la teoría y los estudios sobre la mujer nunca han sido un ámbito explorado por mí en mis investigaciones más allá de la lectura de algunos textos centrales como los de Julia Kristeva, Helene Cixous, Judith Butler, Nelly Richard por mencionar algunos. Si bien pudiera decirse que hay indiscutiblemente una escritura marcada por la exploración de la intimidad, el afecto, el cuerpo, las emociones que suele relacionarse con la esfera de lo femenino, pienso que este universo de intereses o su presencia en un texto literario, no está vinculado necesariamente con un autor mujer. Lo que quiero decir es que, lo femenino no es propiedad de la mujer y va más allá de una cuestión de género; puede ser también el resultado de un modo específico de usar el lenguaje, como se observa, por ejemplo en El lugar sin límites de José Donoso o en algunas novelas de Manuel Puig.
—¿Cómo define una escritura desde lo femenino?
—Por diferentes razones teóricas, pienso que lo femenino no implica necesariamente a un sujeto mujer sino a un sujeto que siente, se expresa, imagina como mujer. Con esto quiero decir que la mujer, más allá de la condición biológica, es también una forma de actuar, de hablar, de comportarse, un protocolo cultural relacionado con modos de ser y hacer transmitidos, heredados e incluso interrumpidos. Pienso entonces que el adjetivo femenino no solo se refiere a la mujer (pudiera ser también una dimensión del hombre) sino que apunta a una sensibilidad e imaginario específicos que la cultura relaciona con la mujer. Pero considero que es una denominación reductiva porque limita lo que una escritura puede ser en términos de potencia semántica.
—¿Podría señalar cuáles han sido los avances y los retrocesos de la presencia de la mujer en la sociedad y cuáles los avances y los retrocesos de lo femenino en lo íntimo?
—Creo que la mujer, a través de una lucha constante a lo largo de la historia ha logrado obtener derechos que no tenía que le han permitido ocupar cargos y roles pares a los de los hombres. Ahora bien, no creo que se pueda hablar de “avances o retrocesos en lo íntimo”. La intimidad es un asunto que no se puede medir, que no se debe medir dado que no hay un protocolo que la regule y le imponga cómo debe ser.
—¿Cree usted que la sexualidad femenina está definida por la igualdad con la sexualidad masculina?
—Pienso que debemos salir de un pensamiento que solo se define a partir de términos que se oponen. Creo que la sexualidad femenina no debe pensarse solo en relación a la masculina o como su opuesto.
—¿Qué debe preservar lo femenino en este siglo XXI, según su opinión?
—Creo que lo más importante, y esto no es un asunto de género, es resistir a la imposición del control que el biopoder ejerce cada vez más sobre la vida; lo que implica como consecuencia, la jerarquización de la vida. Como dice Butler: hay vidas que importan y otras que no importan y creo que la poesía de mujeres puede ser un lugar donde se realice esta resistencia contra la discriminación, la exclusión, la vigilancia y el control.
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