Belén Ojeda: “se escribe con la tinta en la piel”. María Antonieta Flores

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Entre mis bienes preciados, conservo un pequeño estuche de color verde musgo ya deteriorado. En él sobreviven todavía pocas varitas de koh, un poco más grande que fósforos. Cuando lo abrí por primera vez, estaba llena de varitas de varios tonos verdes, y en un compartimiento, había una hermosa pieza de cerámica con esmalte celadón —ese delicadísimo esmalte verde originario de China— para colocar una varilla encendida. Breve y sutil instante del aroma, para mí fue un apreciado obsequio que me dio Belén Ojeda. Los inciensos son una penetrante manifestación cultural que aprecié desde que era una niña y veía las nubes que emergían de los incensarios que nublaban los techos en los templos católicos.

A veces, cuando mi mirada tropieza con ese estuche, recuerdo a Belén y la amistad que nos hermanó bajo el abrazo de Ida Gramcko y Elizabeth Schön. Nos conocimos en el taller que Ida presidió en el período 1989-1990 en la Casa Rómulo Gallegos. Luego, la poesía nos siguió convocando y acercándonos. Frecuentábamos la casa de Elizabeth, aún luego del fallecimiento de Ida en 1994, a veces coincidíamos y otras, no. Belén, también era amiga de Harry Almela, una también querida coincidencia, pero esa es otra historia. En 1999, fuimos a La Guaira, a Macuto, conversamos acerca de las vivencias infantiles ligadas a las playas, tomamos cocadas y fuimos al castillete de Reverón. No lo sabíamos, pero nos estábamos despidiendo de una geografía… Poco tiempo después ocurrió el deslave. El tiempo, las circunstancias, las exigencias laborales, nos distanciaron, pero el afecto se mantiene intacto, para no evadir el lugar común. Nuestros años iniciales de poetas están marcados por esa amistad.

La poesía de Belén Ojeda es como ese aroma del incienso japonés, de aguda discreción y persistencia, instantes que emergen de largas observaciones, de esa lenta tensión que producen los movimientos precisos del tai chi, disciplina que practicaba. Brevedad y concentración en sus primeros libros, en los más recientes el decir se expone más pero siempre con la contención y distancia que solo da la contemplación. Su primer libro, titulado Días de solsticio, fue prologado por Ida Gramcko; luego publica Graffiti y otros textos, El ojo de la cabra y Territorios. En 2020, LP5 Editora publica Obra Completa (1995-2020) que incluye también dos libros inéditos: Memoria de la luz (2000) y El cuaderno de Colombina (2020).

En este diálogo tocamos temas ineludibles en esta época y, por supuesto, nos detuvimos en su visión acerca de la poesía y la creación.

I

—Desde la década de los ochenta, la crítica señala —como si de un fenómeno se tratara— la eclosión de voces femeninas que han marcado un hito expresivo y poético sobre temas como el cuerpo, el aborto y la maternidad, el deseo, el sexo, la autorrepresentación y el lugar cultural que se asignan en el mundo. En su criterio, ¿hay un boom de la literatura escrita por mujeres y qué opina al respecto?
—En la historia contada desde la perspectiva patriarcal encontramos, hasta la actualidad, un encubrimiento de la participación femenina. Mientras el nombre de Antonio Vivaldi nos es familiar, los de Anna Bon o Antonia Padoani, aún hoy, son poco conocidos, inclusive entre músicos. Ante el asombro que a Brahms le causaba la genialidad de Teresa Carreño, este decía de ella que era un pianista. Se nos ha presentado a Albert Einstein como único autor de la Teoría de la Relatividad, mientras Mileva Maric permanece en la sombra. La invisibilización de la mujer, desde esta perspectiva, ha permitido que buena parte de los referentes sigan siendo masculinos y que las mismas mujeres, en algunas ocasiones, se perciban desde esa óptica y la reproduzcan.

En Venezuela casi todas las antologías poéticas han sido elaboradas por hombres, quienes han excluido a mujeres fundamentales de nuestra literatura, entre ellas a María Calcaño, antecedente de algunas representantes de la década de los ochenta.

¿Cómo sería una antología de la poesía venezolana, que incluya voces masculinas, realizada por mujeres?

La democratización de la educación en el siglo XX permitió que un gran número de mujeres se integrara a las diversas áreas de conocimiento, entre ellas, la literatura. De este modo, nos hemos acercado, no solo a temas diversos desde la percepción femenina, sino a aquellos que son propios de la mujer.

En relación al llamado boom, creo que al igual que en otras especialidades, en nuestro país, desde la segunda mitad del siglo XX, la participación femenina ha aumentado en cantidad y calidad. (Curiosamente muchos de los estudios existentes son realizados por las mismas mujeres). Es raro entonces que, mientras en algunas disciplinas aún persiste la exclusión encubierta de la mujer, en la literatura se hable de boom.

—¿Qué se siente formar parte de un boom dictaminado por otros?
—Yo no me siento parte del boom, pero agradezco a las mujeres que me han precedido, porque la mayoría de ellas tuvo que enfrentar grandes dificultades y prejuicios para poder realizar su vida profesional. Gracias a ellas y a los hombres que han comprendido y apoyado nuestra participación en las distintas áreas de conocimiento, he podido desarrollar mi modesta actividad profesional con menos limitaciones.

—¿A qué atribuye el interés en la mujer y en lo femenino en esta época?
—No estoy segura de que en esta época exista un interés verdadero ni por la mujer ni por lo femenino. La mayor parte de los estudios serios sobre estos temas son realizados por las mismas mujeres. Un verdadero interés por la mujer y lo femenino debería permear todas las capas de la sociedad.

El argumento aristotélico, sobre el ámbito de desempeño público-político para los hombres y doméstico-privado para las mujeres, ha tenido un profundo arraigo en la cultura occidental hasta el presente. Por eso, a pesar de los avances legales, el paradigma patriarcal continúa muy afianzado, inclusive en las mismas mujeres, lo que frena un cambio cultural que conduzca al reconocimiento pleno de la participación de las mujeres en la sociedad.

Hasta el presente las más altas autoridades de las principales religiones del mundo son hombres, aunque la mitad de creyentes esté constituida por mujeres. Y es oportuno recordar aquí el rol inmenso de las religiones en la vida cultural de los pueblos. Gran parte de los valores patriarcales, en occidente, viene del dogma católico de la inferioridad de la mujer, de su condición de dependencia del hombre desde el origen, y de su actitud de desobediencia ante un dios masculino. Recordemos, por ejemplo, que las mujeres no podían cantar en los servicios de la Iglesia Católica y que debido a esto, existió la práctica de los castrati. Aún en el siglo XIX, Aurore Dupin (George Sand) tuvo que vestirse de hombre para poder tener acceso a lugares no aptos para mujeres de su clase social.

La revolución industrial provocó el éxodo de la población campesina a las ciudades. La demanda de mano de obra requirió de la incorporación de un gran número de mujeres a las fábricas. Este factor también ha contribuido con la salida de la mujer del ámbito doméstico-privado, lo cual ha permitido su progresiva incorporación a las diversas tareas de la vida pública.

En los siglos XX y XXI, la publicidad sí ha demostrado un gran interés hacia la mujer, hacia su cuerpo exhibido en grandes vallas que promocionan marcas de cigarrillos y licores, así como de ropa, productos cosméticos y de limpieza. Pero esta publicidad es también un instrumento al servicio del poder patriarcal.

—¿Escritura de mujeres o escritura femenina?
—Conocemos lo femenino y lo masculino como principios que rigen el mundo. En este sentido, las mujeres también tenemos una parte masculina y los hombres una parte femenina.

La escritura femenina sería, pues, aquella donde prevalece este principio femenino, aunque sea escrita por hombres.

La literatura escrita por mujeres generalmente es femenina y aborda temas particulares de la mujer, pero podría darse el caso de obras escritas por mujeres con predominio del principio masculino.

Sin embargo, creo que en relación a la creciente participación de la mujer en los diversos campos del conocimiento y del trabajo en la vida pública, sería más adecuado hablar de literatura escrita por mujeres.

—¿Cómo define una escritura desde lo femenino?
—En el caso de la poesía, creo que hay predominio del principio femenino, aun cuando esta sea escrita por hombres.

¿Podría señalar cuáles han sido los avances y los retrocesos de la presencia de la mujer en la sociedad y cuáles los avances y los retrocesos de lo femenino en lo íntimo?

Las mujeres han logrado, junto a los hombres que las han acompañado, importantes avances en el aspecto jurídico, hecho que ha permitido no solo su participación en distintos campos de trabajo junto a los hombres, sino la inserción de materias inherentes a la mujer en el campo legal, como el aborto, los permisos pre y postnatales, la decisión de salir embarazada o no, el derecho a la lactancia materna y otras. Sin embargo, es sabido que las irregularidades jurídicas persisten. Todavía, algunas veces, las mujeres reciben menor salario que sus colegas hombres por el mismo trabajo.

En pleno siglo XXI unos dos tercios de la población mundial analfabeta son de mujeres.
Las migraciones o desplazamientos, tan comunes en esta época, afectan enormemente a la población femenina, tanto por la desestructuración de las comunidades familiares, como por la condición biológica misma de la mujer (embarazo, lactancia, menstruación).

Los descubrimientos científicos en neurología han permitido avanzar un poco en la comprensión de las diferencias entre ambos sexos. Si antes se pensaba que el hombre era más inteligente que la mujer porque su cerebro es más grande, hoy en día se sabe que hay diferencias entre ambos cerebros, las cuales determinan que la mujer pueda realizar más tareas simultáneamente, que sea más delicada y afectuosa y que tenga el olfato, el tacto y el oído más desarrollados que el hombre. Tal vez. por eso, la poeta rusa Marina Tsvietáieva dijo: “El amor es un oído muy grande, por eso es ciego”.

—¿Cree usted que la sexualidad femenina está definida por la igualdad con la sexualidad masculina?
—Creo que la igualdad de derechos políticos, sociales, económicos y culturales para mujeres y hombres no debe confundirse con la condición biológica y psicológica de ambos sexos. Estudios científicos realizados en los siglos XX y XXI dan luz sobre las diferencias entre la sexualidad masculina y la femenina. Estos estudios deben ser más difundidos para acabar con los prejuicios existentes, basados en supuestas igualdades.

—¿Qué debe preservar lo femenino en este siglo XXI, según su opinión?
—La competitividad impuesta por el modelo patriarcal ha inducido a la mujer, en muchos casos, a masculinizarse. Creo que, ante todo, debe preservarse la feminidad misma.

La humanidad debe preservar la siembra y su arraigo, la multiplicación del pan y su repartición equitativa, la protección amorosa, la tolerancia, la conciliación, la voz, la escucha, el canto, la emoción, el llanto y la intuición porque, como dijo Mandelshtam: “La esperma es para la mujer, como el metal para el hombre. / Solo en los combates la suerte nos toca, / mientras ellas tendrán que morir adivinando”.

II

—En su escritura, es indudable que la década de los 60 y los 70 ha influido como una circunstancia inevitable, ¿percibe la presencia de los discursos de esas décadas en su poesía? ¿Cuánto de su sensibilidad y escritura poética está en deuda con estas décadas?
—La poesía de autores de los 60 y 70 forma parte de mis lecturas recurrentes, las cuales, seguramente han pasado a formar parte del diálogo que mantengo con diversos creadores en mi escritura. Leo y dialogo con Palomares, Montejo, Cadenas y Ossott, pero también con obras escritas durante esas décadas, como Poemas de una psicótica, Plegaria y Casi silencios de Ida Gramcko, o En el allá disparado desde ningún comienzo de Elizabeth Schön. Por eso, cuando me da por nostalgia/ espero el atardecer en cualquier puerto/ y busco caracoles en la playa/ para escuchar las voces de Ida, Hanni/ Elizabeth y Eugenio/ junto al mar.

—Años después, ¿qué características, por lo menos cinco, podría señalar de la década de los 90?
—La diversidad de tendencias y estilos.
El dialoguismo con otras culturas, tradiciones y épocas.
La orfandad.
El discurso genealógico.
Los talleres literarios, y no los grupos, como centro de formación y reflexión.

—¿Cuál sería la importancia y la relevancia estética que distingue la década de los 90, una década finisecular? ¿Se fraguó algo que la distinga de las otras décadas?
—No sabría responder esta pregunta.

—En el siglo XXI, ¿cómo aprecia el desarrollo de su escritura dialogando con procesos políticos, económicos, relacionales y ambientales que no se avizoraron en el momento cuando comenzó a publicar?
—Comencé a publicar en 1995, pero creo que ya en Graffiti y otros textos, libro escrito a finales de los 90 y publicado en 2002, puede apreciarse ese diálogo.

En Brazil (1985), Terry Gilliam representa un futuro marcado por el terrorismo y en el siglo XXI se ha comprobado en muchos sentidos la certera visión de 1984 de George Orwell (incluso utilizada de manera mediática por el totalitarismo que criticaba el autor), en este contexto apocalíptico y distópico, ¿cómo percibe el país, los conflictos nacionales y mundiales, el terrorismo?

El poder siempre ha estado vinculado a mecanismos de control. La Iglesia Católica creó la Inquisición para llevar a cabo esta función. El mismo San Juan de la Cruz, partidario de la contemplación, fue víctima de injurias e intrigas por estar en desacuerdo con enviar frailes a América para ofrecer felicidad causando sufrimiento a los pobladores que tenían otras creencias.

Probablemente, el terrorismo es más antiguo de lo que pensamos. Los grupos de piratas europeos que llegaban a las costas del Mar Caribe, en tiempos de la conquista de estos territorios, recuerdan, de alguna manera, el actual Estado Islámico, el cual ni es Estado ni es Islámico.

Además de lo planteado por Orwell, habría que nombrar otros medios para mantener adormecida a la población del planeta, como son la industria de alimentos y gran parte de la industria farmacéutica.

Dentro de este “mundo al revés”, además de los conocidos actos terroristas transmitidos constantemente por los medios de difusión, debemos señalar otros menos difundidos: el terror del cual son víctimas los campesinos que portan semillas sanas, ya que de no sembrar las transgénicas son perseguidos y condenados. El terror de quienes cultivan plantas medicinales por la amenaza de ir a prisión. El terror a padecer enfermedades crónicas porque son decretados nuevos índices para medir los valores vitales, y así la población es obligada a consumir medicamentos de por vida. El terror de morir a consecuencia de una gripe decretada como pandemia, producida por un virus fabricado en un laboratorio. El terror de quienes se ven obligados a crear una organización religiosa para poder usar un medicamento, justificando su uso como sacramento religioso para así evitar persecución y condena.

Habría que pensar hasta qué punto una obra literaria o cinematográfica es profética y hasta qué punto contribuye a que aceptemos una realidad programada como una profecía.

—El siglo XXI estableció dos denominaciones, inclusión y exclusión, para designar una serie de conductas marcadas por la discriminación de cualquier tipo y por la obligación de incorporar aquello que se excluye para subrayar más su carácter de excluido, ¿cuál es su opinión sobre esta dinámica de la inclusión y la exclusión?, ¿cuáles son los aspectos más excluidos en nuestra cultura, según su criterio?
—Creo que la respuesta a esta pregunta, estaría en el marco de áreas profesionales distantes de mi quehacer cotidiano, lo cual me impide responder con propiedad, pues no poseo formación en Derecho ni en Economía ni en Sociología. Pero, tal vez, podría intentar responder desde la perspectiva de las trampas del lenguaje.

Parece obvio que los Derechos Humanos se establecieron en la Modernidad para evitar las desigualdades sociales. Mas, ese logro jurídico es constantemente violado en la práctica, convirtiéndose entonces en una falacia, a través de eufemismos.

Justamente en la época del desarrollo de estas teorías se llevó a cabo en América uno de los genocidios más terribles que haya conocido la humanidad, porque ni los indígenas ni los africanos eran considerados humanos. Por lo tanto, si se les asesinaba, teóricamente no se violaba ningún derecho.

Parecería pues que los derechos humanos han sido pensados para aquellos que son considerados humanos, mientras que existen otros humanos que no son considerados como tales. ¿Quién decide quiénes somos humanos y quiénes no lo somos? ¿Cuáles son los verdaderos parámetros subyacentes en esta clasificación?

En cuanto a los aspectos más excluidos de nuestra cultura, tal vez el arte continúe siendo uno de los más excluidos de la vida cotidiana en nuestra sociedad.

III

—¿A qué edad empezó a escribir, a qué edad publicó su primer libro?
—Mi interés por la poesía comenzó cuando tenía como doce años de edad. Los primeros textos los escribí como a los quince años.
Mi primer libro salió publicado en 1995, cuando yo tenía 34 años.

—A partir de la década del ochenta, se empezó a vincular el éxito con la juventud, mientras más joven se lograba una meta, un reconocimiento, un cargo, era mayor el mérito social. ¿Por qué esperó para publicar el primer poemario arribando a los 30 años o teniendo más de 30 años?
—Comencé a estudiar música a la edad de ocho años. Al terminar el bachillerato obtuve una beca para proseguir estudios musicales en la Unión Soviética. Estudié Dirección Coral en Moscú durante ocho años. Los estudios musicales y la lengua rusa me alejaron durante todo ese tiempo de la poesía en castellano, al mismo tiempo que me acercaron a la lengua y literatura rusas. En el coro cantábamos obras con textos de Pushkin, Lérmontov, Fet, Blok, Esenin y otros poetas rusos.
Regresé a Venezuela en 1987 y en 1988 ingresé al Taller de Poesía del CELARG, coordinado por Ida Gramcko. A partir del regreso me reencuentro con la lengua materna y retomo la escritura. Por eso la publicación de mi primer libro ocurre en los años noventa.

—¿Cómo llega el poema?
—Algunas veces el poema llega como un dictado. Otras como un balbuceo que madura hasta nacer después de un proceso de elaboración interior. A veces es preciso traducirlo, hasta encontrar el ritmo y la música que le den unidad al sentido inicial. Llega en la mañana, en abril o mayo. Llega durante largas caminatas. Un ritmo golpea desde adentro hasta romper la voz y hacerse palabra.

—¿Desde cuál lugar y tiempo se escribe, se escribe desde un único lugar o un únivo tiempo?
—Se escribe desde el pasado, memoria presente; desde la nostalgia, inclusive de un futuro que se presiente perdido; desde la ironía ante lo absurdo; desde la migración permanente, aunque permanezcamos en el mismo lugar. Se escribe desde la alquimia de la infancia o desde la extranjería; desde el presente eterno en la obra de arte hecha existencia; desde el cuerpo, desde las voces de la calle en su coro diverso, desde los tatuajes de la ciudad se escribe con la tinta en la piel.

—¿Símbolo, metáfora o imagen en su poesía?
—Sentido, entendimiento y razón que alumbren el camino durante la búsqueda, hasta encontrar el color de lo invisible o el sonido de lo inaudible. Hasta ver el manto púrpura en el sonido del crucificado y hallar el azul del mar en ciertos acordes. Porque trobar é cousa en que jaz/ entendimento, poren queno faz/ á-o d’aver e de razon assaz,/ per que entenda e sábia dizer/ o que entend’ e de dizer lle praz,/ ca ben trobar assi s’á de ffazer.

—¿Es indispensable el trabajo de corrección en la escritura del poema?
—Para mí lo es, pero, tal vez, en este sentido pienso como músico.

—¿Cuál es el significado de la publicación para la labor escritural?
—Me resulta difícil definir el significado de la publicación para la labor de la escritura. Tal vez por mi actividad musical me es entrañable el recital poético: escuchar la poesía. Y aunque esta es también una forma de publicación, generalmente con este nombre nos referimos al libro y ahora a páginas web o al blog.

Creo que el significado de la publicación es importante en el transcurrir del tiempo, tanto para el autor, como para los lectores y los investigadores de la literatura. Al tomar distancia, se puede apreciar mejor lo que en su momento pudo perderse.

—¿Un poema es mejor o peor después de publicado?
—El poema es el mismo antes y después de publicado. Lo que lo modifica después de la publicación es la interpretación de cada lector. El autor ya no podrá cambiarlo hasta una próxima publicación de ese libro o texto.

—¿Trabaja en pos de lograr una obra coherente o la publicación es abordada como un acaecer fragmentario?
—Creo que he tratado de trabajar en base a la coherencia, aun en aquellos casos en los cuales la apariencia de la obra pudiera parecer fragmentaria.

—¿Cuáles son sus afinidades y sus diálogos con los otros discursos artísticos y culturales?
—Soy músico profesional. Doy clases de Lenguaje y Análisis Musical. Me he desempeñado como directora coral y como coralista. La nostalgia por la lengua rusa me ha llevado a la traducción literaria. Mantengo un diálogo permanente con la música y con la poesía.

—¿Considera que su escritura está marcada por el cromosoma femenino o que es ajena a esa determinación genérico-cultural?
—Gran parte de mi formación profesional ha sido guiada por mujeres: durante ocho años recibí clases de la pianista Guiomar Narváez; en Moscú, durante cinco años fui discípula de Ludmila Ermakova, en Dirección Coral; en Poesía me guiaron Ida Gramcko y Elizabeth Schön. He traducido con dedicación a Anna Ajmátova y a Marina Tsvietáieva; interpreto y estudio la obra de la compositora Modesta Bor; he cantado por varios años en la Camerata Barroca de Caracas, dirigida por Isabel Palacios.
No sé si mi escritura está marcada por el cromosoma femenino. Dejo esa apreciación a los lectores. Pero creo que mis intereses sí tienen la marca de ese cromosoma.
 
 
 
 
n.e: este diálogo data de 2016.
 
 
 
 
fotografía: Edgar Vidaurre
 
 

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