martes 8 de julio de 2025
In memoriam. Poemas. Jesús Alberto León

PASIÓN DE AIRE
El aire tiene envidia de lo quieto,
de la tierra y la piedra sobre todo.
Si fuera menos móvil, podría comprar su casa
y quizás reposar algunas veces,
como el agua del río que posee
el cauce, el lecho donde sostenerse.
Si en vez de andar lamiendo servilmente
las caras de los otros
tuviera rostro propio, no una máscara
ajustable a los ámbitos que ocupa,
pudiera sentir lágrimas cruzando
su sonrisa escondida en los espejos.
Si tuviera en el cuerpo algo palpable
y no esa transparencia migratoria
podría aferrarse a cierto amor espeso
en vez de andar quejándose, al volar,
de su única pasión, la libertad
de Habitar el instante
LUZ DE SIEMPRE
Ha tenido la luz tantas cosas delante
y las recoge con voracidad,
convertidas en polvo deslumbrante,
en fiero resplandor de eternidad.
Quizás le duele no tener edad
sino sólo presencia inacabable,
que ha paseado febril, insoslayable,
por las calles de todo el universo.
Con volátiles manos, sin esfuerzo,
reparte brillos que al temor amansan,
y no se cansan nunca, no se cansan
sus transparentes piernas incesantes.
Ilumina lo vano y lo importante
sin perderse de nada, con un garbo
que envidia siempre al tramitar su encargo,
el responsable eterno del instante.
para Jesús Soto
de Habitar el instante
RESPIRACIÓN DEL TIEMPO
Uno respira tiempo, ese murmullo
que transcurre insistente por la tráquea,
distiende los pulmones, los activa
y los convierte en alma desplegada.
Así que el alma es una caja móvil
de anhelante tejido primordial,
que recibe y expulsa tiempo: lo respira
y se inspira.
Y así como celebra
esa aurora boreal, también se queja,
pues el aciago soplo de la pérdida,
la asfixia oscura del inoportuno
destiempo y la obstinada
flema del menoscabo,
recorren esos mismos conductos desvalidos,
entorpeciendo su ventilación.
Pero el tiempo no ceja: reconstruye
su premura de flujo encabritado,
desaloja los escombros lentos,
los marchitos residuos del quebranto,
y rehace su cauce
y restablece
su indetenible afán respiratorio.
de La duda y la deriva
LA RECLUTA DEL TIEMPO
Los minutos se miran, se saludan,
en la estación donde llegará el tiempo
a recogerlos rápido y llevárselos
más allá del rumor de los adioses.
Cada minuto lleva su equipaje:
una efímera carga transparente
de densidad secreta, de difícil
control en la admisión. Esos instantes
que sonríen o que lloran, la familia
pluralmente instantánea que se queda,
y los hijos que ignoran si sus padres
volverán de la guerra del tiempo,
a la que van,
se abrazan todos, como si ese cerco
carnal pudiera darles
respiro del desgaste inacabable
que los apremia, voraz, los desmantela,
y los recluta, los niega, los arrastra.
de La duda y la deriva
POÉTICA TERSA
No se respira voluntariamente.
No. Respirar no es
un torpe forcejeo deliberado.
El aire se abre paso sin quererlo
ni renunciar tampoco. Simplemente
viene y va, dibujando un ritmo terso
Así debiera ser la poesía:
Ni ocio ni negocio voluntario.
Respirar levemente línea a línea
hasta llenar la página, quizás,
y detenerse luego, al revisar,
comprendiendo que se vivió un poema:
Una constelación de impulsos, de latidos,
reunidos con naturalidad
por la ley de los astros, por el giro
sosegado de cada palabra,
por el irrenunciable trazo de la búsqueda
cuidadosa de voz convincente.
Sin vigor excesivo y sin debilidad.
Sin dolor, sin alivio…
Sólo así.
de Desasosiegos
POÉTICA RUGOSA
¿Es que la poesía puede ser fácil?
Más bien arisca dádiva, promesa
descreída, brindis involuntario…
A veces inaugura caminos pensativos,
desbrozados trabajosamente
en la maraña indócil, la emoción erizada,
el complicado mapa de la perplejidad.
Pero bajo la fronda destella otra violencia:
los impúdicos frutos de la memoria ajena
y de la propia, siempre confundidas
en abrazo vicioso, retorcido.
Ni un solo verso fácil sirve de algo,
pues sería engaño, haciéndonos comprar
los livianos halagos de aquellos espejismos
que solamente flotan en aguas lisonjeras.
El espíritu erguido de la ola
debería caber en nuestro cuerpo
al romper la indolente superficie
—aunque la brusca espuma nos disfrace
trivialmente y oculte lo esencial—
pues lo más hondo no se ofrece nunca
en evidente entrega. Está debajo:
recóndito hervidero prohibido;
díscolo flujo que levanta enigmas
escabrosos, fermentos apremiantes,
insomnes rasgaduras del trajín rutinario.
No se puede llegar a parte alguna
sin ir despedazando los huesos y dejando
fragmentos como marcas,
óseos señalamientos
del hálito de muerte que atraviesa la vida
y la estremece así,
haciéndola vivible,
llenándola de joyas instantáneas,
de rebeliones rápidas, de esfuerzos
seguramente ímprobos pero siempre festivos.
No hay fervor sin bordear
algún despeñadero.
No hay camino soleado sin encandilamiento.
No hay poesía sin más dificultad.
de Desasosiegos
Jesús Alberto León. (La Victoria, Venezuela, 19 de octubre de 1940). Poeta y científico. Ha publicado los poemarios: Desvestiduras (Contextos, 1991), Despojamientos (Fundarte, 1997), Riesgo de cercanía (Eclepsidra, 2001), Habitar el instante (Monte Ávila Editores, 2005), La duda y la deriva (La Nave Va, 2006) y Desasosiegos (Equinoccio, 2010) y en narrativa, Apagados y violentos (Tabla Redonda, 1964) y Otra memoria (Monte Ávila Editores, 1968). Biólogo y matemático egresado de la Universidad Central de Venezuela, es PhD de la Universidad de Sussex, Inglaterra. Profesor titular en la UCV, fue profesor visitante invitado en las universidades de Stanford, Harvard, Trieste, Sao Paulo y Kyoto. Es uno de los iniciadores de la Ecología Evolutiva Teórica. Su obra ha sido reconocida con diversos galardones: Premio Municipal de Prosa de Caracas (1968), Mención Honorífica en Poesía de la Bienal Ramos Sucre (2000), Premio Federico Riu (1ª Bienal, 1991), Premio Francisco De Venanzi (UCV, 1991), Mejor Trabajo Científico (Conicit, 1991) y Premio Lorenzo Mendoza Fleury (Fundación Polar, 2001).
Los poemas se publican con autorización de los herederos.
fotografía: Aragua Cedeño
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