Víctor Fuenmayor: Una poética amorosa del movimiento. Euro Montero

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La relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse,
sin afectación, que el primero es una poética corporal
y que la segunda es una erótica verbal.

Octavio Paz

 
 

Víctor Fuenmayor, además de escritor, crítico literario, semiólogo y docente, es también danzarín. Un artista escénico que escribe, reflexiona y explora el discurso poético de la palabra a través del movimiento y del cuerpo.

Nos conocimos en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (MACZUL) en 2015. Bajo el sol más alto de Maracaibo, mientras recorríamos las salas y el patio interior del museo, su presencia discreta estaba allí, casi flotando entre nosotros. Mi primer recuerdo viene del tono de su voz: bonhomía y calidez. Cuando uno está frente a él, puede sentir todos los cuerpos creativos que lo habitan.

El cuerpo humano suele concebirse como una estructura física y material que da forma al ser. Pero, según diversas tradiciones, no hay un solo cuerpo, sino varios. Entonces, ¿desde qué cuerpo habla Víctor Fuenmayor y desde qué voz se mueve su cuerpo?

La creación artística requiere vitalidad y un cuerpo para habitarla. El pintor y el escritor, por dar un breve ejemplo, no solo trabajan desde la imaginación o desde lo que hay dentro. También lo hacen desde el cuerpo que tienen, su sexualidad y su pulsión.

El artista estadounidense Jackson Pollock, uno de los máximos exponentes del expresionismo abstracto, es conocido por su técnica del dripping o goteo, donde usaba todo su cuerpo para mover la pintura sobre lienzos enormes colocados en el suelo, haciendo del cuerpo una herramienta esencial en la creación.

También podemos ver el cuerpo como un eje fundamental dentro de la obra artística de la escritora franco-estadounidense Anaïs Nin, quien escribió:

«El cuerpo es el lugar donde todas las historias se encuentran, el archivo viviente de lo que hemos sentido, sufrido y amado.»
(Diarios, volumen 1)

En su primer poemario, Libro mi cuerpo, con el que ganó la Bienal José Antonio Ramos Sucre, mención poesía (1986), Víctor Fuenmayor abre con un poema que dice:

Este es mi cuerpo que libro
envuelto en el papel con la ñapa
dándole el vuelto a la lengua.
Y mi cuerpo libro de deseo
te continúa amando
con la lengua sin un punto final
que nos envuelve.

El Eros contenido en este poema revela el cuerpo que se despliega en el resto del poemario. Aquí, el poema es un órgano que se mueve, que se entrega, se toca. No solo desde el deseo, sino también desde la belleza del amor. Pero, ¿dónde comienza y dónde termina?
Dice Octavio Paz en La llama doble:

«El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado.»

En Libro mi cuerpo no solo hay una visión del cuerpo deseado, sino también un cuerpo que se construye al ser reconocido en el deseo amoroso del otro:

La ortografía del amor
te pertenece
Vos me tenéis
en la gramática
que me construye.

Te lo dedico a ti que estabas en ese tú,
te lo dedico a vos que estabas en mi voz.

Fuenmayor no solo ve el cuerpo como un lugar para habitar: el cuerpo ya es lenguaje. Es como si existiera una conciencia plena del movimiento de la palabra y, porque ese movimiento es bello —es decir, poético—, hay también danza. Una danza que, además, conoce y habita una inteligencia erótica donde el sujeto amoroso no aplasta ni se ve aplastado por el otro; al contrario, lo aloja en la distancia que ambos crean:

Juntos
como los puntos de la raya.
Separados
como los puntos
de la raya.
El guión te dará
el papel y el diálogo
unidos y separados,
como entre dos palabras.

Dice Octavio Paz:

«La distancia entre los amantes no es una ausencia, sino un espacio donde se celebra la presencia.»

Y es que sin espacio no puede haber danza ni amantes. Es decir, sin ausencia. Esta voz ilumina la zona contingente del amor. Ya Fuenmayor lo confiesa en su poema La palabra enamorada:

Lo que amor declara
nunca puede decir dónde termina.
Lo que el deseo dice
tampoco termina donde el amor acaba.

Entre los amantes se desdibujan las distancias; solo hay líneas y nudos. Se atan y se desatan. A veces, cuando toca, se cortan. El poeta reconoce estas dos tensiones que hacen posible el encuentro amoroso. Pero también reconoce su falta. Sin esta, no hay deseo. Víctor hace de la escritura lo que el deseo hace de él: no lo cuestiona, lo habita.

Esta página es tu cuerpo,
blanco que me habla
aunque no sea en tu nombre.
Ese cuerpo que amo en la página
expulsa todas las letras aprendidas,
todos los nombres y cuerpos
en una cama demasiado estrecha,
donde paro las palabras con tu cuerpo.
Mi página son todos los cuerpos
y tu nombre son todos los nombres
que de tan imposibles
me dejan en el blanco
donde el amor se escribe.

La bailarina y coreógrafa venezolana Sonia Sanoja, en su libro A través de la danza, editado por Monte Ávila Editores en 1991, escribe: “El impulso creador arranca desde muy profundo, y solo se libera, solo se manifiesta plenamente cuando nos despojamos del peso de los movimientos inútiles y nos quedamos con los movimientos necesarios”.

¿Acaso el poeta y el artista no deben despojarse de los residuos? Para encontrar la palabra exacta, lo real, la materia que más habla.

Esta bella y profunda reflexión no solo nos habla de lo esencial en el proceso creador, sino que también revela una actitud que implica un movimiento interior. Ponerse en movimiento es hacer un mundo con el cuerpo. Vivir es crear.

He tenido la dicha de compartir momentos sensibles con el poeta Víctor Fuenmayor y la fortuna de cultivar una amistad que me ha acompañado en etapas muy significativas de mi vida.

Uno de los recuerdos que más atesoro es una velada que organizó en su apartamento, en la avenida El Milagro, frente al Lago de Maracaibo. Fue en el año 2018, y estaban el museólogo Jimmy Yánez, la profesora de Letras Alicia Montero, el psicoanalista Edoardo de Armas, el artista plástico Hernán Alvarado y yo.

Fui muy feliz esa noche. Escuchaba y observaba al poeta con atención y admiración, en la intimidad de sus ritmos cotidianos, de sus espacios. Cada una de sus palabras nacía de un gesto interior, de una necesidad de habitar el espacio y, al mismo tiempo, disolverse en él. La forma en que nos recibió en su hogar, su atención, la disposición de algunos elementos sobre la mesa que compartimos, hablaban de una delicadeza: un modo amoroso de contenernos.

El poema, dentro de la obra de Víctor Fuenmayor, es un cuerpo que se mueve con ritmo y pensamiento. El amor, como el poema y el cuerpo, no se deja fijar en un solo gesto. Salta, cae, se levanta. La página es el hueco donde el poeta encuentra su lugar para gesticular su deseo, pero también la ausencia. Es hacia allí adonde va la fuerza de su palabra. No se deja arrastrar por lo que pare: Víctor lo descubre, lo nombra y lo sostiene en su escritura.
 
 
 
 
Euro Montero. (Venezuela, 1995) Artista interdisciplinario. Ha realizado exposiciones como Memoria en papel (2021) en Medellín, Ecos de la poesía venezolana y estadounidense (2023) en Maracaibo, y Cartografías para un regreso (2023) en Caracas. Su libro Rotos todos los cielos obtuvo el tercer lugar en el Concurso Nacional de Poesía Joven Lydda Franco Farías (2016) y fue publicado por Fundación La Poeteca en 2021. Con su trabajo visual, ha participado en exposiciones en Perú, Colombia, España y Argentina, y sus textos han sido publicados en revistas internacionales como Philos (Brasil), Muu Arte y Literatura (Argentina), y Nueva York Poetry Review (EE. UU.). En 2021, fue artista nominado por la Unidad de Asuntos de Venezuela (VAU) para participar en la residencia de otoño del IWP en la Universidad de lowa. Ha sido seleccionado para residencias artísticas como Arte Ballena en Mar de Plata (2025), Ecosistema de Afectos en Buenos Aires (2024), MANGO en Francia (2023), y Semillero Migrante en Colombia (2022), entre otras. Ha recibido varios reconocimientos, como la primera mención especial del Concurso de Poesía Andrés Bello (2016) y fue finalista del Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas en 2017.  
 
 
 
Con autorización del autor
 
 
 
 
fotografía: MACZUL, Facebook, 29 de marzo de 2017
 
 

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