Al encontrarme con tus Palabras. Alfredo Pérez Alencart

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X

El mío no es cuerpo para amuletos: guarda un anillo de sol
y el lenguaje de los cielos para mi terrestre límite, inviolado
de augurios, sobreviviendo fríos cementerios: en mí el Espíritu
multiplica sus señales para alejarme de infernales paraísos
recientes. Hay un mundo que busca salvación a cada instante:
sea porque no puede recordar el crepúsculo del otoño pasado;
sea porque vuelven los leones junto a deshabitadas soledades
y al doméstico barullo de la ciudad interminable. El milagro
descree de signos y banderas: tiene esa grandeza que convoca
galopantes caballos y seres uniendo sus manos cual palomas.
Jamás se despide el jinete que a mi alma bajó de la tercera luna:
memora todos los exilios aflorando su justicia en mis labios.
Dios tengo, aunque la estación parezca inútil para la siembra.
 
 
 


 
 
 

Adverando la Partencia

Hay en mi ventana una paloma
aleteando tras el cristal
para anunciarme nueva cena.
 
 
 


 
 
 

VII

Ni sellos ni copas ni trompetas: una mujer angelical me es revelada
porque conozco las horas del testamento viejo y el paso
migratorio del pez conservando rostros del último encuentro,
monedas perdidas o enterradas por encargo, milagros donde
percibir lo blanco, ramos del desierto para ejercitar la paciencia
que viene después de la vida. Irrumpe en mi Apocalipsis, lejos
del griterío de la multitud. Lo hace para que no se malgaste mi
generación de justicia: inclínase hacia mí como una primavera
eterna que me esposa, aunque vayan cambiando los vientos, las
banderas, los señoríos terrenales, las lápidas de piedra. Inclínase
para el beso matrimonial de mucho tiempo: la resurrección es
dulce, y es mía y de ella por gracia, porque somos sedientos de
fe y del amor que es más fuerte que la muerte. Inclínase
irresistible para el cumplimiento que nos sobrevivirá: en su
calor se gesta el unigénito.
 
 
 


 
 
 

Salta el Infinito

sobre otro sudario,

ya sin Él,

ahora huésped

de un nuevo

calor

 
 
 


 
 
 

DIOS TENGO

El agua del bautizo cobra vida sin remojar estatuas.
Debí extraviarme
pero este es el encuentro que no amputa
ni pretende abolir los estatutos descorchados
de la piedra
y del clavo arenoso de todos los milagros.
Si queréis saberlo, Dios tengo
en mi sangre religiosa que electriza el cambio de
postura
y las anticipaciones soberanas
para la ardiente hora de la visitación.
Unos toman el sol
mientras mi espíritu se orilla a palabras
que alimentaron a tantos;
mientras mi boca burbujea salmos que no se han ido,
reposados como una hazaña esperando a que despierten
con su tonada antigua.
Pesan en la balanza las dulces premoniciones
y los días urgidos de mansedumbre.
Y yo no me endomingo porque nazco a cada instante,
convertido
bajo la mirada de Dios, sintiéndome
una porción de aire que no se separa de su aliento.
Impalpable criatura tengo
para guiarme, entre la osamenta de la noche,
hasta el cielorraso de las libélulas.
Dios tengo.
 
 
 


 
 
 

DECIMOS HOY

Decimos que la voz del justo nunca es un amuleto
y que siempre está de viaje hacia su múltiple destino,
pues rema o centellea dentro de un corazón litigando
por rasgar patrañas y bostezos de los confabuladores.
Decimos que todavía nieva sobre la cruz inabarcable
y que siguen floreciendo enfebrecidas tardes muertas
donde acampan los que urden estragos o traiciones.
Decimos que ante el Poeta no hay adiós cielo arriba
y sí hermandad vertiginosa acogiéndolo con palmas
antes, durante y después de ardientes resurrecciones.
Decimos que no existe tregua al momento de Amar,
que el querer se cuece a fuego lento, tomando forma
en el equilibrio de dos que van soldándose en uno.
Decimos que la envidia es el infierno que más quema
y que sus denodados tentáculos atraviesan centurias,
igual que en días remotos, con sus hirientes certezas.
Decimos que se debe ser fuerte y resistir iniquidades
con las manos en alto bajo el son del sosiego, bajo
el blanco alud ultramundano que patrulla cual ángel.
Decimos hoy que hemos tallados nuestros nombres
huéspedes en todas las piedras de la ciudad dorada.

(Para Luis de León, el Poeta que no envejece

ni en cinco siglos a la redonda)

 
 
 


 
 
 

LIBRO DE LOS LIBROS

Desde los días lejanos
acogiste las Palabras más preciadas
para que nuestro espíritu asienta
más allá del resplandor carnal
y su crudeza.
Así, cuando uno te conoce y te vendimia,
otra realidad amanece
en nosotros mismos, conscientes
de la Justicia o las miserias.
En tus páginas nos reunimos
con el Amado: tras cada lectura nueva
sentimos ser plegarias ardientes,
versos hacia lo alto urgidos
de salvación.
No te adoramos a ti, pero tú
nos transmites al irresistible Creador
y a su joven hijo, poeta
en Galilea y Espíritu por doquier.
Bienquisto Libro de los Libros,
justo es decir que contigo no estamos
desfallecientes ni olvidamos
las Promesas
en medio de tu inmensidad.
Contigo el Verbo poliniza corazones,
aunque te prohíban o denuesten
los incrédulos.
 
 

(Para Jacqueline)

 
 
 


 
 
 

BÚSQUEDA DEL LUGAR

Búscale vuelo a tu vida, aléjala de los buitres del entierro
y ponla a despertar como si volviera a comenzar el mundo
con ese trote vitalicio que ronda por la fuente
legendaria
como abriéndole compuertas a tu corazón.
Y que Dios cuide del tropiezo tus propios movimientos,
dándote pulso de claridad junto al amor reconocible,
tinaja al rojo vivo ganando la partida a la molienda
final de los que van a la deriva.
Búscale el revés a la voracidad que empreña los días actuales,
negocio inútil de dientes fríos viajando hacia la tormenta,
caldera sin ninguna migaja o precio del rescate o promesa
que despliegue sus telones.
Y que Dios se deslice por las nervaduras de tu escalofrío
para que no haya deserción ni inútiles batallas sin señal
o reverbero de la topografía del alma, soplo que sostiene
el mandamiento de la sobrevivencia.
Búscale tierra prometida a tus pies indefensos
atravesando
el laberinto de los símbolos indescifrables, absueltos ya
de la mordedura del verdugo envuelto en abalorios
que ahora zozobra en torno tuyo.
Y que Dios avive las lámparas para que admires el fruto
sin que se te caiga de las manos y siga girando
adentro del silencio, dorado y azul cuando fue sembrado
llenando la copa de tu existencia.
Búscale un hilo de sol a tu vida, recoge el mellizo flamear
de la luz del arca y ya no te cubrirás con banderas negras
sobre el suelo de la ciudad donde naciste de nuevo.
 
 
 
 
Alfredo Pérez Alencart (Perú, 1962). Poeta peruano-español y profesor de la Universidad de Salamanca desde 1987. Fue secretario de la Cátedra de Poética Fray Luis de León de la Universidad Pontificia de Salamanca (entre 1992 y 1998), y es director, desde 1998, de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. También es miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía y de la Academia de Juglares de Fontiveros, dedicada a la obra de San Juan de la Cruz. Poemarios suyos publicados son: La voluntad enhechizada (2001), Madre Selva (2002), Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003), Pájaros bajo la piel del alma (2006), Hombres trabajando (2007), Cristo del Alma (2009), Estación de las tormentas (2009), Savia de las Antípodas (2009), Aquí hago justicia (2010), Cartografía de las revelaciones (2011), Margens de um mundo ou Mosaico Lusitano (2011), Prontuario de Infinito (2012), La piedra en la lengua (2013), Memorial de Tierraverde (2014), Hasta que él vuelva (2014), Los éxodos, los exilios (2015), El pie en el estribo (2016), Ante el mar, callé (2017), Barro del Paraíso (2919), Al encontrarme con tus Palabras (2021, reunión de cuatro libros) y El sol de los ciegos (2021). Su poesía ha sido parcialmente traducida a 50 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía Vicente Gerbasi (Venezuela, 2009), el Premio Jorge Guillén de Poesía (España, 2012), el Premio Humberto Peregrino (Brasil, 2015), el premio Andrés Quintanilla Buey (España, 2017) y la Medalla Mihai Eminescu (Rumanía, 2017), entre otros. Ha traducido a más de sesenta poetas brasileños y portugueses y ha coordinado y publicado más de 30 antologías de poetas latinoamericanos, españoles y portugueses.

 
 
 
 
Con autorización del autor.
 
 
 
 
fotografía: José Amador Martín
 

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