Poemas de Stella Sierra (1917-1997). 2017: Centenario de su nacimiento, vigésimo aniversario de su fallecimiento

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Poema del mar en tres movimientos

I

Plenitud de tu nombre, mar. Tu ritmo,
ir y venir, llegar, saltar la cima
de tu propio elemento:
deshojar con tu fuerza la flor de sal y vértice de espuma
de tu risa de fósforo:
sacudirte
como una crin inmensa, brava, rota,
doblarte en equilibrio de serpiente:
¡tragarte el cielo en tu plumón de agua!
Tu ritmo, mar, tu ritmo de latido:
Golpe, dolor, que convirtió tu sexo
en abismo insondable.
¡Pleamar, pleamar! Corre la línea límpida en su mórbida
cavidad de horizonte:
brinca con fiebre al signo de la altura,
vertical en su encuentro: despunta en el trapecio de su longevidad,
rosa de esponja.
Horizontal se tiende en la flexible maraña de sus vértebras
y vuela, salta, corre —libre y ágil—,
para alcanzar la linde de la playa.

Lame tu lengua, punta del sentido,
la roca caracol.
Delgada rompe
la telaraña de la arena fija.
Raíz de yodo y sal, pulpo de histeria roja,
se desbarata el sexo.

¡Látigo del naufragio!
La ola se alza en arco hueco y duro;
choca el acero
de su espuma en el yunque;
silba cortada
por su matriz eléctrica.
Ruge en la altura,
explota su pulmón con sangre amarga,
flor enferma y caliente.
Se arroja al nacimiento de su fulgor relámpago:
abre de nuevo el ángulo del trueno
y se tiende desnuda y cristalina.

¡Bajamar, bajamar! Tiembla la ola
de movimiento en círculo.
Grita el viento enredado dentro del caracol.
Abre el pulpo los brazos y la rosa coral.
Y, jadeante la estrella, quiebra el cristal —de sol, de sal y luna—
para enlazar tu seno con el cielo.

Tu ritmo, mar, tu ritmo de latido:
¡Golpe, dolor, que convirtió tu sexo en abismo insondable!

 

II

Bailan, bailan y bailan
las estrellas del mar, blancas, grises y lilas en la noche sin ecos.
Bailan ebrias de sal, duras de yodo y sol, senos tensos de una
concha partida en cinco.
Danza la estrellamar con la flor de los vientos. Danza en la punta breve
de sus púas dolidas.
En su mundo de peces brinca el sol de visita con sus joyas de oro:
¡Todo es canto en la ronda!
La luna grande cuelga del árbol de coral.
Canta la ola tonta con su coro de voces
y en la flauta del viento se ríe el caracol.
¡La estrellamar, la estrellamar!
Danza desnuda y ágil, danza casta y liviana con su traje de calcio
y sus dedos de luz. ¡La estrellamar!

…………

Para que naufragara mi canto de esperanza
—¿Hacia dónde encendiste, mar, tu ardor de neblina?—:
para que mi amargura se muriese a la vuelta
de tu ruido mágico,
miré tu carne gris —gris de alma y de angustia— y tu espuma de nube.
¡El ancla del mar! ¡Los brazos levantados en cruz!
Y me elevaste todo el pensamiento oscuro de tormenta en la noche,
a tu fulgor sin sombras.
¡A tu rostro de abismo…!
De frente, sí, de frente
para guardar tu imagen eterna en la pupila.
¡Que se cierren los párpados por el peso del sueño!
En el pétalo verde de tu flor que se rompe
a la hora del llanto
se abrirán las varillas de los largos caminos.
Soñé tu soledad despierta por la aurora indecisa y fugaz.
Tu soledad de hoja
plana: ¡Circunferencia del azul en tu alma!
¡Semicírculo abierto por tus dedos cristales
en una sola ruta!
Tu soledad de pájaros. ¿Dónde el pico de estrella y la voz de infinito?
¡Tu soledad desnuda y ardiente por mi cuerpo!
¡Desnuda soledad!
¿Para qué en la distancia va la vela dolida de tu fulgor relámpago?
¿Para qué rompe el viento tu voz ronca?
¿Por qué contra la roca, agria de sal y sol, ha de estrellarse el pez?
Remuevo lo insondable de tu entraña partida, mar inmenso. La abierta
herida de tu carne.
Por tu alma tan sola y por mi cuerpo pleno, la comunión de dicha.
Y mis brazos tendidos cabalgando ignorados en tu rosa de oro:
¡Tú y yo en la soledad!

 

III

Si tu sollozo, mar,
te vaciara hasta el alma en la infinita saloma de la estrella.
Si tu voz, hueca y honda,
de trueno en la distancia, daga virgen
que amenaza la noche,
despertara la luz.
Si tú, lejano y cerca —cuerpo, cárcel—
de la nube y la espuma,
rompieras el misterio.
Pero no. Que están contados ya todos tus pasos
uno a uno en la sombra
de tus caminos grises.
¡Corazón, corazón de mar,
tan dolido en lo alegre!
¡Con tu tristeza abierta para el goce
de la ola y el cielo!
¡Ríos, muertes, dolor,
sombras desnudas
cabalgando a su antojo por tu sangre!
El trompo de coral, la calavera
con su risa vacía
bailando por tu ser, eterno ser.
¡Tú, mar,
con soldados de luna que se pudren
en los guiños del tiempo!
¡Y quillas de cristal entrelazadas
al árbol verde!
¡Tú, y la concha partida en el martirio
de sus hijos redondos!
¡Tú, mar, con los cien sexos
de la mujer y el hombre
podridos en su afán de paz delgada!
Mar infinito. Solo.
Paz y humo
de corazón adentro y de la rosa.
Comunión de mi ser y tu honda imagen:
de mi alma y tu cuerpo.
¡Tú y yo, mar,
en esta paz rosada, sin sentido!
Mar pleno. Puro mar.

 

 

 


 

 

 

Égloga

La aurora se contempla en su regazo:
su falda rosa la despliega el río.
Hay un cañaveral en desvarío
que luce verde y piruetero lazo.
La estrella de azahar cuelga su brazo
del limonero, duro de rocío.
Hay un ternero que se ahuyenta el frío
ciñéndose a la luz en un abrazo.
Una piragua va tras la lejana
sinfonía del sol de la mañana
recortando en la orilla su silueta.
Brinca una voz de hombre que saloma
entre aquellas espigas de la loma
y la brisa despierta a la veleta…

 

 

 


 

 

 

Libre y cautiva

Por sentirme despierta en la cautiva
morada oscura de tu sangre, llevo
este amargo laurel de gajo nuevo
y esta miel de cilicio rediviva.

Y no quiero saberme fugitiva
de la celda de amor en que me muevo:
porque el ángel te encuentre, yo renuevo
mis llamadas de intacta sensitiva.

Extenderás tu mano, que —impasible—
quiere lograr la flor indivisible:
su cauto aroma velará tu frente.

Como cierva te huí. ¡Qué te encadena
más ese afán de hallarme en la colmena,
carcelera celosa de tu mente!

 

 

 


 

 

 

Encuentro en la isla

Por las tranquilas olas: en riente
flor de la estela azul transfigurada,
con cítara de viento naufragada
y arcángeles de luz resplandeciente.

Te vi por la neblina de mi frente
—Isla desde tus márgenes amada—
leve despojo de la razón: la nada
diríase tu sino de repente.

Hallé junto a tu sien: la estrella pura
del caracol su lóbrega ventura
algas y limos, milagrosa vida.

En este espacio luminoso creo:
en nacarado semidiós —bufeo—
en tu salobre gracia bendecida.

 

 

 


 

 

 

Regreso de la isla

Exacta en tu irisada geometría
de verde mar y espuma aprisionada,
tu bienandanza dejo. Inviolada,
los pájaros coronan tu alegría.

Etérea por la leve lejanía
—mas que rosa de bruma sombra airada—
eres aliento de infinita nada:
fantasma del sentido y la armonía.

Tras infinitas huellas siderales,
un delfín pone anuncios de cristales;
cielo y mar, mar y cielo es el arcano.

En la tierra ya la planta, tu figura
—corola de salina arquitectura—
renacerá en la palma de mi mano.

 

 

 


 

 

 

Alegría, alegría

Siente mi corazón una alegría
extraña, a flor de piel, vaso de esencia;
aunque yo desnudase su presencia
su desnudo integral me cegaría.
Es esta milagrosa sinfonía
de mi risa y mi danza, adolescencia
en mi sereno rumbo de inocencia,
trompo de luz y pétalo de un día.
¡Inquietud de soñar, canción temprana,
rosa de cielo y de ilusión, campana
que en mi celda interior amor invoca!
Es en mi corazón el goce tanto
que si yo intento convertirlo en llanto
la risa saltará sobre mi boca.

 

 

 


 

 

 

Amor

Grácil volar de leves ruiseñores,
núbil campaña de cristal tallado;
el ensueño del sueño de mi Amado
es el prístino amor de mis amores…
Rosal de amor que da sus rojas flores
en un desvelo reposado;
y cuanto más amor, más desvelado
abrirá el corazón los surtidores.
Desnuda, amor, con júbilo me entrego…
¡Un éxtasis divino de sosiego
me ha de bañar de luz y de rocío…!
¡Mi linda flauta de marfil y oro,
en un preludio del más casto lloro
me dice, amor, amor, que ya eres mío!

 

 

 

Stella Sierra. Nació en la ciudad de Aguadulce, Panamá, el 5 de julio de 1917. Realizó sus estudios secundarios en el Colegio Internacional María Inmaculada y estudios superiores en la Universidad de Panamá, en donde obtiene el título de Profesora de Español en 1954. En 1942 ganó el primer premio del primer Concurso Ricardo Miró con su obra Sinfonía jubilosa en doce sonetos. Ha publicado Canciones de mar y luna (1944), Sinfonía jubilosa en doce sonetos (1944), Libre y cautiva (1947), Cinco poemas. En los años ochenta publicó su obra reunida bajo el título de Stella Sierra: Poesía y prosa. Es autora del hermoso libro autobiográfico Aguadulce (Claroscuro de la infancia), donde ahonda en la figura de su abuela, su niñez y demás recuerdos de infancia. Recibió un gran homenaje por parte de los poetas españoles. Stella Sierra falleció en la ciudad de Panamá en 1997. El Museo Regional de Aguadulce y un colegio en Arraiján llevan su nombre. En el presente año, 2017, se ofrecerán una serie de homenajes, reediciones de sus libros, conferencias, recitales en honor a su centenario y a su obra.

 

Selección y nota: Javier Alvarado

 


Fotografía: Stella Sierra en 1939 (cortesía de Javier Alvarado)

 


El pasado 21 de marzo, conmemorando el día internacional de la poesia, la Biblioteca Ernesto J. Castillero organizó una muestra de sus libros y una muestra iconográfica. Se leyeron sus poemas. El encargado de la actividad fue Mario García Hudson. El 5 de julio se llevó a cabo un conversatorio sobre su vida y obra en la Escuela Stella Sierra (Arraiján) con Margarita Vásquez de la Academia Panameña de la Lengua, la profesora Ana María Ruiz y el poeta Javier Alvarado. También se celebraron homenajes en la Casa de la Cultura de Aguadulce y en el Museo Regional Stella Sierra (n.e).

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#StellaSierra JavierAlvarado

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